Se denominan a sí mismos como una protectora antiespecista, es decir, no solo atienden a perros y gastos, tienen todo tipo de especies. De hecho, han llegado a tener cinco cabras enanas y un caballo. Están en el refugio Can de Beleña, un gran terreno a 30 kilómetros de Salamanca y se mantienen económicamente gracias a las donaciones, a las cuotas mensuales y a las actividades que realizan; nada de subvenciones públicas.
Al tratarse de una ONG, todo el personal es voluntario. Javier Martín, que cuenta con una amplia trayectoria en la Fundación, explica que se trata de gente muy joven, universitarios sobre todo. Es por eso, que en épocas vacacionales o de exámenes, no hay gente suficiente para atender todas las tareas necesarias. El papel de estos voluntarios es esencial: sus tareas pasan por la limpieza, la alimentación, la medicación y, por supuesto, jugar con los animales.
La distancia a la que se encuentra el refugio es el “gran hándicap” para los voluntarios, más teniendo en cuenta que la gran mayoría de jóvenes no cuentan con medios de transporte. Sin embargo, gracias a un grupo de WhatsApp se organizan de manera que todos los días haya un grupo de personas que se desplacen hasta allí.
Para potenciar que en estos periodos críticos no se quede solo un grupo muy reducido de personas que tenga que ir todos los días, desde el año pasado la Universidad de Salamanca cuenta con el programa de Voluntariado Social. En este, la participación de estudiantes en este tipo de proyectos acreditados por el Servicio de Asuntos Sociales, ofrece la posibilidad de convalidar créditos por número de horas de trabajo voluntario. En concreto, hasta tres créditos ECTS por cuso académico, que corresponderían con unas 75 horas; y un total de seis en todo el grado.
Pero no son los únicos beneficios de Fundación Luna. Javier Martín explica que aquellas personas a las que les gusten los animales “allí se van a sentir muy a gusto, aportas un poco de tiempo para mejorar el mundo”. Añade que el voluntariado “llena mucho personalmente, y haces muy buenos amigos”.
¿Qué piden a cambio? El compromiso de ir un número de horas a la semana, que pueden variar según las necesidades de cada persona, y por supuesto… ¡trabajar!
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