Los camposantos son lugares que infunden un gran respeto, por lo que sus visitantes suelen reducirse a los familiares de aquellos que descansan eternamente entre sus muros. No obstante, hay quien también ve belleza en ellos y, debido a las obras de arte funerario que albergan, los considera museos al aire libre. El cementerio de San Carlos Borromeo es un buen ejemplo. Basta con pasear junto a sus numerosas tumbas para descubrir valiosos panteones familiares construidos en el siglo XIX o esculturas realizadas por artistas de la talla de Agustín Casillas y Ángel Mateos.
Panteones de estilo romántico o neogótico
El primer contacto de cualquier visitante de San Carlos Borromeo con el arte funerario del lugar se produce nada más traspasar la entrada ubicada en la avenida de Luis Camoens, la que da acceso a la parte más antigua del camposanto. Y es que caminando unos pocos pasos a la izquierda uno se encuentra de frente con el sepulcro de Antonia Carabias, de 1875 y "rodeado por una pequeña verja, con la que únicamente se pretende acotar el espacio. El mausoleo forma una especie de cubo con columnitas salomónicas de mármol blanco y capiteles de gusto 'románico' en los ángulos. En el lado norte un medallón con el busto de doña Antonia está remarcado por una girnarla embocada en dos cabezas de león. El monumento se remata con un tejado a cuatro vertientes y posee una capilla subterránea". Así lo describen los catedráticos universitarios Nieves Rupérez y José Ignacio Díez en su trabajo 'El cementerio de Salamanca y sus panteones neomedievales'.

Otros panteones abiertos que se construyeron durante el periodo romántico y que corresponden a familias de la vieja aristocracia terratenientes son los de don Eloy Lamamié de Clairac, el Marqués de Villalcázar y don Fernando Iscar, alcalde de Salamanca en 1883. De los tres, destaca especialmente el primero, el del ganadero y propietario de la dehesa Muchachos (Ledesma) fallecido en 1857 a los 31 años de edad. "El mausoleo, realizado en mármol blanco, fue extraído expresamente de Italia. Está formado por un sarcófago apoyado en un plinto que se levanta sobre una plataforma escalonada de tres gradas. Lleva en su frente el escudo heráldico y la inscripción del difunto, y en los ángulos teas invertidas con un claro valor simbólico. Sobre una cornisa clasicista aparecen dos tornapuntas y un vaso cinerario cubierto parcialmente por un paño. El espacio está acotado por un verja de poca altura y cuatro candelabros en las esquinas", señalan Nieves Rupérez y José Ignacio Díez.

A finales del siglo XIX, los mausoleos abiertos dieron paso a los cerrados, tipo capilla, en los que se valora principalmente su aspecto externo. Muestra de ello es el familiar de doña Laureana Ramos, oriunda de Vitigudino y presidenta de algunas asociaciones cristianas. En su lugar de enterramiento, "dominan las formas eclécticas. Su planta es de cruz griega y, con los relieves del frontón y de los frisos, recuerda las obras de Rávena. Las columnas que flanquean la puerta presentan un diseño muy personal, con fustes fajados que evocan el mundo egipcio y capiteles que responden a una interpretación libre del estilo corintio. Se busca un juego cromático en la combinación de mármol blanco -columnas, jambas y dintel de la puerta, etc.- , con el tono dorado de la piedra arenisca de los muros", recoge 'El cementerio de Salamanca y sus panteones neomedievales'.

Pero si hay un panteón que sobresale en todo el camposanto charro por su suntuosidad ese es el de doña Teresa de Zúñiga y Cornejo, célebre por la polémica que tuvo con el Ayuntamiento de Salamanca cuando este decidió abrir la Rúa desde Palominos, lo que afectaba a la casa señorial de 'La Corneja'. Ajena ya a controversias, la valiente mujer descansa para siempre en un mausoleo que imita a una iglesia románica y que está colocado sobre una plataforma alta. Esto, unido a sus grandes dimensiones, hace que destaque visualmente en medio de todo el camposanto de la capital. "Están especialmente cuidados los detalles ornamentales tanto en la fachada como en el propio basamento y en cada uno de los costados. Una amplia y suntuosa verja cierra el recinto", añaden los catedráticos ya nombrados.

Del neorromántico de la tumba de 'La Corneja' (o de la de Jacinto de Orellana Pizarro y Avecia, Marqués de Albayda, con mármoles de distinos colores repartidos en sus tres naves) pasamos al neogótico, corriente artística que se consolidó a principios del siglo XX por considerarse el representativo de la espiritualidad religiosa cristiana y que se puede apreciar en la extraña cúpula del mausoleo levantado por doña Cándida López, viuda de don Bernardo Olivera. Los "arcos apuntados, pináculos, remates y cresterías" también definen el estilo del panteón, en el que se puede discernir igualmente algún elemento clasicista.


Esculturas realizadas por artistas de renombre

Agustín Casillas es uno de los artistas destacados que han dejado su impronta en el cementerio de San Carlos Borromeo. Lo hizo en 1944, cuando solo tenía 23 años y realizó la escultura que se situaría sobre la tumba de su padre Antonio (su madre Andrea fue enterrada posteriormente en el mismo lugar, al igual que los restos del propio escultor). Se trata de 'La oración al trabajo', una obra esculpida en granito que representa a un varón con la cabeza gacha y el torso desnudo. Su rodilla derecha está hincada en el suelo y con la mano de ese mismo lado sujeta un martillo.
Detrás de la estatua efectuada por Agustín Casillas se pueden leer dos versículos del libro de Job tallados también en granito: Militia est vita hominis super terram, et sicut dies mercenarii, dies eius ("La vida del hombre sobre la tierra es milicia, y sus días transcurren con el peso del trabajo)" y Dominus dedit, Dominus abstulit; sicut Domino placuit, ita factum est. Sit nomen Domini benedictum ("Dios me lo dio, Dios me lo quita, bendito sea el nombre de Dios").
'La oración del trabajo' contrasta con la mayoría de esculturas que pueblan el camposanto de la capital, de apariencia y temática más religiosa. Ejemplo de ello es la Piedad de porcelana vitrificada que custodia el sepulcro del célebre Rafael Farina, ejecutado en granito negro. La imagen de la Virgen María sosteniendo a Cristo muerto que fue popularizada por el gran Miguel Ángel se puede encontrar en otras tumbas, como la de Félix Álvarez González, víctima de represión tras ser detenido en 1936 por haber encontrado en la cueva de la funeraria La Dolorosa una pistola que había escondido allí Antonio Mateos Chico. En este caso, la obra destaca por su sencillez y se sitúa sobre una lápida de mármol blanco realizada por Ángel Seseña Debén.

Las esculturas anteriores se complementan con las realizadas por Ángel Mateos, Premio Castilla y León de las Artes 2008, o Damián Villar, así como por los llamados 'ángeles de la muerte', tallas en mármol blanco que se popularizaron a partir de los años veinte del siglo XX y que portan ramos o coronas de flores; ocultan sus rostros con sus manos; o acarician con el brazo izquierdo una cruz exornada de guirnaldas al tiempo que levantan el derecho hacia el cielo, según sostiene José María Hernández Pérez en el apartado 'Mausoleos más importantes' de la página web del cementerio de Salamanca, un museo al aire libre que recorrer en el Día de Todos los Santos, aunque cualquier ocasión es buena para redescubrir el camposanto charro.

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