Hombre Lobo

No todos ellos son consecuencia de la creatividad literaria o cinematográfica; la existencia del hombre tigre, polilla o lobo, ha ocupado a lo largo de las décadas, las páginas de sucesos, llegando incluso algunos de ellos, a cobrarse un número considerable de víctimas animales y humanas

 Hombre Lobo
Hombre Lobo

Desde tiempos inmemoriales, la existencia de humanos mutantes y seres medio animal, medio humano, ha estado enraizada en los sedimentos antropológicos de todas las sociedades y culturas del planeta. El centauro, Tritón, el hombre jaguar, el hombre araña, el hombre polilla (Mothman), o el hombre tiburón (Sharkman), son solamente algunas de estas entidades, la mayoría de ellas, fruto de la imaginación de algún creador más o menos atormentado. Pero no todos ellos son consecuencia de la creatividad literaria o cinematográfica; la existencia del hombre tigre, polilla o lobo, ha ocupado a lo largo de las décadas, las páginas de sucesos, llegando incluso algunos de ellos, a cobrarse un número considerable de víctimas animales y humanas. Pero si hay un personaje que llama la atención y ha atemorizado a infinidad de poblaciones diseminadas por todo el globo, ese es el hombre lobo o licántropo.

El hombre bestia o lobo –según las descripciones populares- es portador de una gran ferocidad y fuerza, elevado nivel de astucia y marcada rapidez. Según estas creencias, este “hombre animal” puede permanecer con su aspecto salvaje tan solo durante unas horas (generalmente cuando sale la luna llena), recuperando seguidamente apariencia humana. Es realmente apasionante escarbar entre las leyendas populares y descubrir como aún hoy en día, en la actualidad, hay poblaciones que viven con temor ante la presencia de un supuesto licántropo. ¿Por qué se convierte un ser humano en lobo?, ¿Tan solo hay recogidos documentos en los que se refleja la existencia de hombres y no mujeres lobo?

El folclore y la mitología cuenta que para convertirse una persona en lobo, debe cumplir alguno de los siguientes condicionantes: 1. Ser mordido por otro hombre lobo. 2. Beber agua acumulada en la huella de un hombre lobo. 3. Pactar con el diablo. 4. Ser vampiro (se cree que los vampiros tenían la facultad de convertirse también en lobos). 5. Dormir un martes y un viernes con la cara expuesta hacia la luna llena. 6. Ser el séptimo hijo varón. 7. Nacer durante la plenitud de la luna llena. 8. Beber savia mágica (víctima de un hechizo de brujería), y así, un largo etcétera de motivos, que como se puede observar, son fruto de las tradiciones generalmente orales.

Además, la narrativa y posteriormente el cine, se han encargado de adosarle a la figura del licántropo, facultades sobrehumanas, como por ejemplo que para acabar con él, haya que dispararle con una bala de plata, cortándole la cabeza o arrancándole el corazón. ¿Y mujeres lobo? Se han recogido muchas leyendas en las que la protagonista comedora de carne, es una mujer. En Galicia, sin ir más lejos, algunas historias hablan de féminas que se ocultan en los densos bosques, resguardadas bajo el manto verde de la espesura, y a la espera de que algún incauto se atreva a atravesar alguna de las veredas. Pero todo queda en eso, en historias, leyendas, relatos de boca en boca y algunos pequeños textos añejos.

Sin embargo, encontramos algunos casos de hombre lobo, especialmente documentados y expuestos con luz y taquígrafos al conocimiento de la sociedad. Es el caso de Manuel Blanco Romasanta, el más conocido licántropo de nuestro país, y juzgado precisamente por ser hombre lobo, algo que sin duda resulta llamativo, extremadamente sorprendente. Romasanta nació el 18 de noviembre de 1809 en la bonita aldea de Regueiro, en Esgos, Orense. Su vida estuvo llena de pasajes dignos de ser novelados, con innumerables pasajes y vivencias que dejan a las claras el por qué del desenlace final de su historia. De apariencia normal –bajo de estatura, tan solo 137 cm-, pelo rubio y rasgos cercanos a la ternura, trabajó como sastre, y era considerado una persona ilustrada y culta para lo que se estilaba en esa ápoca, ya que sabía interpretar las letras (leer) y también escribir.

Se puede decir que su vida fue ordenada y sencilla, hasta que su mujer falleció. Aquel hecho luctuoso supuso para Romasanta un giro en su vida, y empezó a dedicarse a la venta ambulante por todo el municipio y más adelante por todo el territorio gallego. Se hizo conocido entre los lugareños por ser gran vendedor de ungüentos, que las malas –y muchas buenas-  lenguas, decían que estaban compuestos por grasa humana.

Desde ese momento, la sombra de la duda ante la procedencia de aquellas mantecas, cayó sobre Manuel Blanco Romasanta, hasta llegar a ser acusado del asesinato de un alguacil. Fue catalogado en rebeldía y consiguió escaparse a un pequeño refugio en el pueblo abandonado de Ermida, donde estuvo junto al ganado durante algunos meses. Cuando todo el revuelo se calmó, volvió a aparecer en público en Rebordechao, pasando inadvertido y poco a poco estableciendo relaciones personales con los locales, ganando puntos entre las mujeres, y desempeñando el oficio de tejedor, algo que era propio de mujeres y por lo que fue tachado de afeminado entre los lugareños.

Es en esta época, cuando Romasanta comienza a cometer los crímenes, utilizando como escenario los bosques de Argostios y Redondela. Cometió nueve asesinatos (aunque él más adelante habló de un total de trece), al tiempo que consiguió burlar el largo brazo de la justicia, saliendo incluso de Galicia y llegando hasta Toledo. Fue allí donde se le hizo captura y posteriormente llevado hasta Orense para ser juzgado.

El juicio contra Romasanta duró casi un año, siendo acusado de engañar a mujeres y niños para convencerles de que le hicieran compaña, y posteriormente matarlos y extraerles sus grasas para venderlas como ungüento. Declaró que era víctima de un maleficio ejecutado por una bruja que lo volvía lobo, que había matado a trece personas usando sus manos y dientes, llegando incluso a comerse sus restos. Leer su testimonio directo en aquel juicio, resulta acongojante:

-La primera vez que me transformé fue en la montaña de Couso. Me encontré con dos lobos grandes con aspecto feroz. De pronto, me caí al suelo, comencé a sentir convulsiones, me revolqué tres veces sin control y a los pocos segundos yo mismo era un lobo. Estuve cinco días merodeando con los otros dos, hasta que volví a recuperar mi cuerpo. El que usted ve ahora, señor juez. Los otros dos lobos venían conmigo, que yo creía que también eran lobos, se cambiaron a forma humana. Eran dos valencianos. Uno se llamaba Antonio y el otro don Genaro. Y también sufrían una maldición como la mía. Durante mucho tiempo salí como lobo con Antonio y don Genaro. Atacamos y nos comimos a varias personas porque teníamos hambre.-

Manuel Blanco Romasanta, CAUSA Nº 1778: CAUSA CONTRA HOMBRE LOBO, JUZGADOS DE ALLARIZ (ORENSE)

Romasanta admitió recordar todo lo sucedido cuando volvía a ser humano, admitiendo haber cometido todos aquellos crímenes. Luciano Bastida, natural del municipio riojano de Cenicero, y fiscal del caso, tenía todo a favor para acabar con los huesos del auto inculpado licántropo, y así fue como el 6 de abril de 1853, Romasanta fue condenado a morir a garrote vil y pagar una multa de 1.000 reales por víctima. El juicio se celebró y dictó sentencia, pero en el aire quedaba la duda de si realmente éste era un hombre lobo real o simplemente un carnicero psicópata.

 Y fue por cosas del destino, que un tiempo después apareció en escena un hipnólogo de origen francés, que aseguraba haber curado a personas a través de la hipnosis, y solicitó que se le dejara experimentar con él, antes de ser ejecutado. También solicitó la intervención de la reina Isabel II, quién en un acto de generosidad, cambió la pena de muerte dictada para Romasanta, por la cadena perpetua. Tras muchos años de confusión sobre el destino final del hombre lobo de Allariz, en 2011 se presentan las pruebas que aseguran que Romasanta murió en 1863, en una cárcel de Ceuta, víctima de un cáncer de estómago.

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