De huir con lo puesto de un poblado indígena en mitad del Amazonas a cumplir el sueño de estudiar en Salamanca

Con diez años, Johana Kuetgaje y su familia tuvieron que caminar 90 kilómetros para huir de las guerrillas de las FARC. Veinte años después ha conseguido viajar a Salamanca para estudiar un máster, gracias a las imágenes de un fotógrafo colombiano

Johana con su familia en La Chorrera | Foto: Federico Ríos
Johana con su familia en La Chorrera | Foto: Federico Ríos

Salir de casa y encontrarte de frente la inmensidad de la selva amazónica. Cazar, pescar o recolectar frutos era el día a día de la tribu de los Uitoto en el año 2002, cuando el padre d Johana, Santiago Kuetgaje se mantenía como uno de los líderes influyentes en la comunidad instalada en La Chorrera, en un paraje amazónico de Colombia en mitad de la selva. De vez en cuando también llegaba un barco con elementos del exterior para suministrar a esta comunidad “Aquí solamente hay indígenas, no hay personas blancas”.

Johana llegó este sábado a Salamanca, el jueves estaba preparando la maleta para emprender su sueño de viajar a España y estudiar un máster en Democracia y Buen Gobierno con el objetivo de convertirse en un referente para los pueblos indígenas “Siempre dicen que un indígena no puede ser un profesional que pueda estudiar, pero yo quiero ser un punto de referencia para los demás”, contaba entusiasmada. Sin embargo, el camino para conseguirlo no ha sido fácil y ha contado con la ayuda del fotógrafo colombiano Federico Ríos para reunir el dinero suficiente para conseguir la visa de estudiante.

“Tuvimos que andar 90 kilómetros dejando todo atrás”

Su vida cambió cuando tenía diez años. Era 2002 y en esos años el presidente Andrés Pastrana se encontraba en diálogos con las guerrillas de las FARC para intentar conseguir un periodo de paz. Es la época del fin de la zona de Distensión, un territorio que en 1999 fue otorgado por el presidente colombiano a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia con el objetivo de encontrar ese proceso de paz y poner fin al conflicto armado.

Sin embargo, los Diálogos de paz se cortaron en ese 2002 y las fuerzas militares y la Policía Nacional de Colombia comenzaron una campaña militar para recuperar una zona donde ya estaban instaladas las guerrillas “Muchos de los miembros de las guerrillas estaban en las zonas de Amazonas y llegaron a nuestra comunidad. Mi papá era un líder en La Chorrera y trabajaba en una emisora comunitaria. Allí empezó a denunciar los actos que hacían estas guerrillas sobre los jóvenes de la tribu. Desde trabajos forzosos a reclutamiento de los jóvenes. Los muchachos empezaban a cargar con un arma y se incorporaban a estos grupos”, cuenta Johana.

Johana (3)
Johana (3)

Fruto de la influencia que comenzaron a coger los discursos de Santiago, el padre de Johana, “una noche llegaron miembros de ese grupo y nos dijeron que teníamos 24 horas para abandonar el lugar y para salir de la región. Si no nos marchábamos, nos dijeron que no responderían de lo que pudiera ocurrir”.

“Caminamos cerca de 90 kilómetros hasta Florencia (Caquetá). Caminamos toda la noche y salimos con lo que teníamos puesto"

Tuvieron que salir por la noche, sin nada, solamente con algo de dinero que una hermana del padre les había proporcionado para los gastos que pudieran tener “Caminamos cerca de 90 kilómetros hasta Florencia (Caquetá). Caminamos toda la noche y salimos con lo que teníamos puesto. Llegamos a la ciudad, pero no teníamos comida, ni ropa... fueron días difíciles”.

Una vez llegaron a Villavicencio su padre recordó que existía una asociación que les podría ayudar “se acordó que años atrás habían venido al Amazonas un grupo de evangélicos, creo que se llaman, y recordó que tenían un centro donde recibían indígenas de diferentes partes”.

Sin embargo, Johana fue trasladada a una especie de internado para poder seguir estudiando: “El señor que llevaba aquello me dijo que no podía estar allí, que tenía que seguir estudiando. Para mí fue muy duro porque nunca me había separado de mis papás. Todo era muy diferente, la alimentación, el choque cultura y, sobre todo, por todo lo de la religión”.

“Quiero saber cómo puedo trabajar para manejar el tema de los pueblos indígenas con el estado”

Hoy en día, Johana es abogada. Ha decidido encaminar su mundo profesional en seguir ayudando a sus raíces, a los pueblos indígenas. “Desde muy niña miré toda la lucha de mi papá, sobre la reivindicación que él hacía sobre los derechos de los pueblos indígenas. Así desde muy pequeña quise ayudar, asesorar… Me gradué como abogada y me empecé a vincular con las organizaciones indígenas. Todo mi tema de trabajo es netamente con estos pueblos, pero también he estado vinculado con el estado,  servía como enlace en esas situaciones, pero yo sentía que aún me faltaba algo y por eso escogí el máster en Democracia y Buen Gobierno, para saber cómo se puede trabajar en estos temas relacionados con estado y comunidades”.

Así comenzó su sueño de llegar a Salamanca y aquí estará casi un año estudiando ese máster de la Universidad, “la elegí por las buenas recomendaciones que tiene”.

Sin embargo, sus padres pudieron ayudarle con la matrícula, pero para poder viajar desde Colombia a Salamanca tenía que demostrar solvencia económica en una cuenta de ahorro, requisito para que le concedieran la visa de estudiante. En concreto tenía que reunir veinte millones de pesos colombianos, casi 4.500 en euros. “Mis padres me pagaron la matrícula, pero no teníamos ese dinero para la visa”.

Johana (2)
Johana (2)

Fue en este momento cuando el fotógrafo Federico Ríos volvió a cruzarse en sus vidas. “Federico estuvo en La Chorrera haciendo un reportaje en época de coronavirus, para ver cómo los indígenas, sin acceso a internet, estudiaban y de todas las dificultades que se encontraron. Estuvo allí una semana y conoció a mi hermana, que estaba haciendo una tesis de nuestro pueblo y la etapa de desplazamiento, nuestro clan, los abuelos… Mi madre le contó nuestra situación y así surgió la idea del Vaki” -Una plataforma de microfinanciación-.

Este fotógrafo decidió poner a la venta las fotografías que él había hecho de La Chorrera -imágenes donde salía la familia de Johana- y a través de esas ventas consiguió reunir el dinero necesario para conseguir la visa “Federico es una persona que tiene un buen reconocimiento. Sin él no lo hubiera logrado”.

Gracias a esa idea, Johana ya se encuentra en Salamanca. Es la primera vez que visita Europa y cree -recordamos que hablamos con ella el jueves- que “todo me va a sorprender. La arquitectura, la alimentación”.

En cuanto a qué cree que echará más de menos en este año, lo tiene claro: “Mi familia y la comunidad”.

Por delante, todo un año de nuevas experiencias para cumplir un sueño, convertirse en un referente y volver a casa para poder seguir ayudando a los pueblos indígenas.

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