Más de diez años de su vida dedicó Ignacio a construir un jardín en la ribera del Tormes para poder disfrutar desde las alturas de la calma del agua del río salmantino. Con pizarra y madera dio vida a un rinconcito que, incluso después de su muerte, siguió teniendo a cientos, o miles, de salmantinos que no perdían la ocasión de escaparse a este lugar ‘secreto’.
Se encontraba cerca del antiguo puente ferroviario de la Salud, por el camino que conecta con la depuradora de Aqualia ya en la zona del campo de golf de Villamayor. Se encontraba escondido, pero conocido por muchos, sin embargo ahora está destrozado.
No se sabe si la acción humana o las fuertes tormentas de la pasada semana han sido los culpables de que el legado de Ignacio haya aparecido completamente destrozado. Lo cierto es que la falta de mantenimiento dejaba las estructuras de madera con aspectos claramente dañado.
Miles de personas han disfrutado de la tranquilidad y las vistas que ofrece el jardín, pero ahora, tristemente, todo el trabajo de Ignacio y de todas las personas que siguieron su legado altruista se ha convertido en escombros.
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