“No le deseo a nadie los tormentos que sufrimos”

Testimonio de Yasser, exprofesor de deporte. “Nunca quise juntarme con los que participaban en la guerra. Era plenamente consciente de los riesgos que sobrevendrían si llegaban a un lugar personas armadas. Un puesto militar situado cerca de donde vivíamos nos pondría en peligro. Pero sucedió de todos modos”, asegura

 “No le deseo a nadie los tormentos que sufrimos”
“No le deseo a nadie los tormentos que sufrimos”

Antaño la mayor ciudad de Siria, con una población de 2,1 millones de personas, Alepo es conocida como una de las ciudades habitadas más antiguas del mundo. Para residentes como Yasser, exprofesor de deporte, de unos 50 años, Alepo era, sencillamente, un gran lugar para vivir, una ciudad segura donde su quehacer prosperaba y donde él y su esposa podían criar a sus cinco hijos en paz. 

Pero los más de cuatro años de conflicto intenso lo cambiaron todo. Los barrios densamente poblados de Alepo se transformaron en escenario de bombardeos sostenidos y sistemáticos, tanto con municiones aire-tierra como con cohetes de artillería lanzados desde tierra. Esos ataques causaron un enorme grado de destrucción y miles de víctimas. Al final, no hubo zona de la ciudad que se salvara de la violencia. 

El barrio de Yasser fue uno de varios que quedaron casi completamente destruidos. Hoy, la mayoría de los edificios de apartamentos, escuelas, empresas y negocios son cáscaras vacías, y las calles, antes bulliciosas, se han transformado en senderos casi vacíos que serpentean entre pilas de escombros. 

Yasser vivió el horror de los enfrentamientos en carne propia. Su edificio fue bombardeado después de que un grupo de oposición armada comenzara a operar en su barrio. “Mi hijo murió asfixiado en el ataque”, dice Yasser. “Los primeros tres pisos del edificio se derrumbaron. No tuvo ninguna oportunidad”. 

“Nunca quise juntarme con los que participaban en la guerra. Era plenamente consciente de los riesgos que sobrevendrían si llegaban a un lugar personas armadas. Un puesto militar situado cerca de donde vivíamos nos pondría en peligro. Pero sucedió de todos modos: el desastre nos golpeó cuando bombardearon nuestro edificio. Mi hijo se asfixió en ese ataque. Los primeros tres pisos del edificio se derrumbaron. No tuvo ninguna oportunidad. Estábamos entre la espada y la pared y no había salida. No le deseo a nadie los tormentos que sufrimos nosotros”, añade.

Después de la muerte de su hijo, su esposa empezó a tener mucho miedo. ·Ya no podíamos ver a algunos de nuestros hijos. Uno prestaba servicios en el ejército desde hacía siete años, y envié a mi segundo hijo a estudiar a Alemania, con la esperanza de un futuro mejor para él. Antes de la crisis, mi hija se operó dos veces a causa de una lesión en el tendón de una pierna. Mientras duró la violencia, no pudo recibir asistencia médica”, continúa Yasser.

Cuando comenzó el asedio a Alepo oriental, en el último ramadán, la situación empeoró, ya que la gente quedó aislada durante 190 días. “Todo estaba paralizado. Mi hijo siempre tenía hambre, porque no había nada para comer o beber. Los alimentos eran extremadamente caros. Nos vimos obligados a consumir comidas basadas en distintas combinaciones de lentejas. Fue así que perdí 25 kilos”.

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