Ortorexia o 'picky eater', los "nuevos diagnósticos" sobre Trastornos de la Conducta Alimentaria cuyo "problema" no es "el peso ni una imagen corporal distorsionada"

La psicóloga de la Unidad de Trastornos Alimentarios del Complejo Asistencial Universitario de Salamanca, Lidia Barrera Aguado, ha explicado que estas evaluaciones están asociadas a la obsesión por “la ingesta de alimentos considerados saludables” o "la ansiedad con la comida en sí”

Ortorexia. Foto EP
Ortorexia. Foto EP

Las nuevas generaciones han impuesto sus propias modas, las cuales vienen acompañadas de cánones de belleza que han modificado los Trastornos de Conducta Alimentaria (TCA), cuya aparición viene dada “por factores de riesgo, predisponentes individuales, familiares y sociales” unidos a “situaciones vitales estresantes” como la separación de los padres, sufrir bullying o la pandemia, según ha explicado la psicóloga de la Unidad de Trastornos Alimentarios del Complejo Asistencial Universitario de Salamanca, Lidia Barrera Aguado.

Entre los factores individuales pueden influir “la predisposición genética, una historia de sobrepeso en la infancia, burlas por su apariencia, rasgos perfeccionistas de personalidad, rigidez, impulsividad, introversión o déficit de autoestima”.

Por otra parte, también pueden repercutir factores familiares como “la existencia de antecedentes de TCA, trastornos afectivos, preocupación importante por el control del peso y la apariencia, sobreprotección o elevadas expectativas”.

Por último, los factores sociales tienen que ver fundamentalmente con la presión por tener un cuerpo delgado o ‘perfecto’ a través de “la publicidad, los medios de comunicación, internet, las redes sociales y la transmisión familiar”.

Drunkorexia y diabulimia, entre los "nuevos diagnósticos"

No obstante, Barrera aclara que actualmente no se habla de “nuevos trastornos” sino de “nuevos diagnósticos”, que hacen referencia “a patologías que ya existían muy frecuentes y habituales en la práctica clínica y que se llamaban de otra manera como el Trastorno por Atracón o el Trastorno de evitación y restricción de la ingesta de alimentos (TERIA)”.

Estas nuevas alteraciones presentan “anomalías en la dieta, en la alimentación, en la satisfacción con la imagen y el uso de ejercicio” y pueden tener “consecuencias negativas en la salud y en la calidad de las personas que las presentan”.

Entre estas nuevas evaluaciones se encuentran la drunkorexia o la diabulimia, entre otras.

En la primera de ellas, la persona que la padece “intenta compensar las calorías ingeridas con el alcohol sobre todo ayunando o restringiéndose para poder beber libremente sin preocuparse por el peso”. Este tipo de TCA, más presente en adolescentes, potencia “los efectos de la intoxicación alcohólica” por lo que conlleva un riesgo para la salud.

En cambio, los pacientes diagnosticados de diabulimia “limitan u omiten el uso de insulina en pacientes con diabetes con el objetivo de controlar el peso” y suele acompañarse de episodios de atracón.

Los niños ‘picky eaters’ experimentan "la ansiedad con la comida en sí”

Entre las nuevas generaciones algunos trastornos se han asentado sobre los ya conocidos, que son realmente nuevos análisis como ya se ha comentado. Entre ellos destaca el ‘picky eater’ o trastorno selectivo. Sin embargo, la psicóloga ha asegurado que “no es lo mismo ser selectivo para comer que tener un trastorno por evitación o restricción de la ingesta”.

El TERIA se suele dar durante la infancia y se caracteriza por “la limitación en la cantidad y tipo de alimentos que consume” el menor, lo que genera “problemas en el crecimiento y desarrollo además de otras repercusiones en su calidad de vida”. Si persiste en la edad adulta podría asociarse a “estados de desnutrición”.

Al contrario de otros como la Anorexia o Bulimia Nerviosa, en estos casos “no tienen una imagen corporal distorsionada, sino que experimentan la ansiedad con la comida en sí”.

Estos niños “evitan los alimentos por falta de interés por la comida, no tienen apetito y se sacian rápidamente”. Además, presentan “sensibilidad” a las características de algunos alimentos como “verduras, fruta, leche, carne y queso”.

En este contexto, los menores “comen cantidades normales”, pero solo de alimentos “con una textura, sabor, olor o color determinado” porque “sienten mucha ansiedad ante lo nuevo y desconocido” e igualmente rechazan los productos asociados “a una situación traumática de ahogo o a afecciones médicas con malestar, dolor o vómitos”.

Al tratarse de un trastorno, la familia tiene un papel “crucial” para conseguir que los menores introduzcan alimentos nuevos, basándose en una exposición “gradual y progresiva” a los mismos.

La cultura fitness "puede favorecer la aparición del TCA”

Otro de los nuevos diagnósticos está asociado a la cultura ‘fitness’ y la obsesión por “la ingesta de alimentos considerados saludables”, conocido como ortorexia. En estos casos el peso o la imagen “no sería el problema”, pero puede llevar a “la malnutrición o desnutrición por no sustituir de manera correcta los alimentos que consideran no saludables para obtener los nutrientes necesarios”.

Claro que el cuidado del cuerpo y el tener una buena condición física “es un factor de protección”, sin embargo, “no podemos olvidar que un exceso u obsesión por el ejercicio físico, influido por la presión mediática de las redes sociales junto con otros factores, puede favorecer la aparición del TCA”.

Esta cultura está marcada por el control de la alimentación, evitando los productos ultra procesados, así como la práctica continuada de ejercicio físico. No obstante, la línea es muy delgada entre mantener un cuerpo sano y adoptar “conductas alimentarias rígidas y estrictas que acaben afectando a la salud física y psicológica e interfiera significativamente en su vida”.

¿Por qué se produce un TCA y cuál es el perfil más vulnerable de padecerlo? 

Este tipo de patologías se producen sobre todo durante la adolescencia, al ser una etapa de “especial vulnerabilidad” en la que predomina “la necesidad de adaptarse a los rápidos cambios del cuerpo y la búsqueda de identidad”, sumado todo ello a un carácter más “influenciable por el entorno social y del grupo de iguales” con los que se comparan “en la necesidad de aceptación”.

Ahora bien, es más común entre la población femenina ya que “la presión social y los estereotipos sobre la estética de la mujer siempre han sido mayores en diferentes épocas y culturas”, por lo que aún está muy arraigada la concepción de ‘vales/valgo en tanto que mi cuerpo sea de una determinada manera’, que concretamente en el caso de las chicas “la autoestima se sobredimensiona por la importancia del control del peso o la apariencia física”.

Igualmente, el amor propio tiene “una relación tan directa” que funciona “como factor que predispone al TCA” ya que, si una persona “tiene sentimientos de ser poco valiosa y miedo a ser rechazada, no es extraño que piense que su aceptación esté en la búsqueda de ese cuerpo ‘perfecto’ al ser algo muy valorado socialmente”, explica Barrera, agregando que el problema es que “no ven su cuerpo como es sino como se sienten y para ellas nunca es suficiente” por lo que termina afectándoles “negativamente”.

Como familiares o amigos de un paciente con TCA, lo idóneo es acompañar ofreciendo “apoyo emocional” e “informarse bien para entender y comprender cómo funciona el trastorno”.

De igual manera, conviene evitar “el aislamiento social de la persona” para que no lleven la responsabilidad que supone el tratamiento “en solitario”. Igualmente, la experta recomienda no hacer comentarios sobre la comida, el peso o las dietas a quienes sufren un trastorno de conducta alimentaria.

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