Del Palacio de Monterrey como hospital de sangre a la Casa de Socorro en Gabriel y Galán: el mapa olvidado de la medicina en Salamanca

La ciudad cuenta con numerosos lugares que tuvieron usos sanitarios y que Jesús Málaga rescata en 'Otros rincones de la historia salmantina'

Palacio de Monterrey
Palacio de Monterrey

Salamanca capital cuenta con dos hospitales (CAUSA y Santísima Trinidad) y más de una decena de centros de salud. No siempre fue así. Numerosos lugares de la geografía urbana estuvieron vinculados de una forma u otra con la medicina, como el Palacio de Monterrey y el edificio actual de la Biblioteca Municipal Gabriel y Galán. Jesús Málaga los rescata en 'Otros rincones de la historia salmantina'. También a aquellos que siguen vinculados a la sanidad pese a sus difíciles inicios y a haber sido concebidos con una finalidad muy distinta a la actual.

Diecisiete hospitales concentrados en la Santísima Trinidad

Santísima Trinidad
Santísima Trinidad

En 1581, Salamanca contaba con diecinueve hospitales regidos por fundaciones religiosas o cofradías. Muchos sobrevivían con grandes carencias, por lo que el rey Felipe II decretó reunir todos los que estaban desperdigados por la ciudad en una única construcción: el Hospital General de la Santísima Trinidad, en la calle Marquesa de Almarza. Solo se mantuvieron el de Santa María la Blanca y el del Estudio de la Universidad por su singularidad.

En el nuevo hospital no se aceptaban pacientes con bubas, leprosos, sarnosos o enfermedades contagiosas, pero sí "enfermos pobres, con certificación médica de que padecían calenturas o con el diagnóstico de heridas o llagas". Tres enfermeros estaban a cargo de las salas de hombres y dos enfermeras de la de mujeres. "Se recomendaba que los elegidos para este oficio tuvieran algunos conocimientos de medicina, fueran caritativos, ágiles, solteros, vivieran dentro del hospital y durmieran en la misma sala de los enfermos para acudir en todo momento en su auxilio", mantiene Jesús Málaga.

La plantilla la conformaban menos de 40 trabajadores: los enfermeros, un administrador general, veinticuatro diputados, un secretario, un cura, un mayordomo, dos barberos para realizar sangrías y colocar ventosas en los pacientes, un cirujano, un cocinero, un portero para evitar que las visitas introdujeran fruta, vino o alimentos no recomendados para los enfermos; un mozo enterrador y dos médicos. Estos últimos eran elegidos "por sus conocimientos, prudencia y caridad" y tenían prohibido salir de Salamanca sin el permiso pertinente.

"Cuando el Hospital de la Santísima Trinidad de la calle Marquesa de Almarza se convirtió en un sanatorio no apto para ejercer la medicina de principios de siglo XX, se pensó en la construcción de un nuevo hospital". El lugar elegido estaba próximo al centro de la ciudad. Las obras comenzaron en 1896 y no finalizaron hasta 1907. A mediados de los años veinte pasó a ser un centro asistencial privado y continuó siendo el único centro sanitario hospitalario de Salamanca hasta octubre de 1930, cuando se inauguró el Hospital Provincial en el barrio de San Vicente.

Los hospitales de Santa María la Blanca y del Estudio, los supervivientes

Como ya se ha señalado, los hospitales de Santa María la Blanca y del Estudio de la Universidad sobrevivieron a la construcción de la Santísima Trinidad. El primero estaba destinado a tratar enfermedades venéreas. "Hicieron estragos. La práctica del sexo con prostitutas debió de estar en aquellos años muy extendida. Así debe entenderse que en Salamanca se abriese un gran hospital de bubas para tratar estas dolencias", señala el exalcalde de la ciudad.

El Hospital del Estudio (actual edificio del Rectorado) acogía, por su parte, a los alumnos y profesores enfermos de la Universidad de Salamanca, que tenía la obligación de atenderlos. Los que morían y no eran reclamados por sus familias se enterraban en los aledaños de la iglesia de San Nicolás. La institución creó en el lugar la Casa de la Anatomía, "la primera sala de disecciones en España y la primera aprobada por la Iglesia de toda Europa para trabajar con cadáveres humanos". La riada de San Policarpo originó su ruina y abandono. Fue demolida en 1802 y sus piedras utilizadas "en las obras que por aquellos tiempos se realizaban en el Hospital General".

Los Montalvos, "la obra que más le costó" a Filiberto Villalobos

Hospital de Los Montalvos
Hospital de Los Montalvos

A principios del siglo XX, la muerte por tuberculosis pulmonar era muy elevada y pronto fue necesario crear un sanatorio exclusivo para los afectados. El doctor Bustos fue quien hizo la propuesta en 1927. Tres años más tarde, el por entonces presidente de la Diputación, Gregorio Mirat, "giró una visita al director general de Sanidad, José Alberto Palanca, quien le informó de que las ayudas del Gobierno eran destinadas a clínicas privadas y no a hospitales públicos. Y es aquí donde entró de lleno Filiberto Villalobos", que presidía la asociación Los Amigos de la Escuela y del Niño, subvencionada por la Diputación, el Ayuntamiento, Cruz Roja y donativos de particulares.

El reconocido médico solicitó el 50 por ciento del coste de la obra del nuevo sanatorio antituberculoso de Salamanca a la Administración del Estado. El resto correría a cargo de la Diputación. Palanca "acogió la idea con entusiasmo" y encargó a la Inspección Provincial de Sanidad de Sanidad la búsqueda del emplazamiento. Determinaron que el mejor lugar era la vertiente sur de la sierra de Tonda, cerca de Salvatierra de Tormes, donde nació Filiberto Villalobos. La proclamación de la República trastocó los planes.

En junio de 1934, convertido en ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, convenció a su colega de Sanidad para incluir la obra en las programadas por la Junta Nacional del Paro Obrero. La ubicación, no obstante, no era bien vista por los colectivos de trabajadores, que se decantaban por algo más próximo a la ciudad de Salamanca. María Antonia Díaz Salvadiós, madre política del vizconde de Revilla Luis Bermúdez de Castro, donó un área de 14 hectáreas valorada en 18.000 pesetas: la finca de los Montalvos. El nuevo emplazamiento recibió el visto bueno.

Así, "el 25 de abril de 1935 se puso la primera piedra del sanatorio antituberculoso con mayor capacidad de España". Las obras avanzaban a buen ritmo, pero se paralizaron con el estallido de la Guerra Civil y a principios de los 40. "Hay que esperar a 1947, doce años después de su comienzo, para asistir a su terminación. La inauguración oficial se pospuso al 10 de mayo, aprovechando la visita oficial de Franco a la provincia".

La disminución de los pacientes tuberculosos y la aparición de nuevos tratamientos quimioterápicos hizo necesario "acomodar los espacios". La remodelación finalizó en 1985. "El paso de las competencias sanitarias a la Junta, el nacimiento de la Unidad del Dolor y la adscripción de nuevos servicios y unidades del hospital formaron en su conjunto en los Montalvos de los últimos años un nuevo centro sanitario", concluye Jesús Málaga.

La Casa de Socorro en la plaza de Gabriel y Galán

Denuncian las condiciones antihigiénicas en el servicio de la biblioteca Gabriel y Galán
Denuncian las condiciones antihigiénicas en el servicio de la biblioteca Gabriel y Galán

Las casas de Socorro eran centros sanitarios urbanos a los que se recurría "para suturas una brecha, vigilar un chichón o pitera resultante de una pedrada, actuar en caso de mordedura de un perro o para hacerse poner inyecciones por el practicante de turno", explica Jesús Málaga en 'Otros rincones de la historia salmantina'. En la capital del Tormes se encontraba en el edificio que alberga actualmente la Biblioteca Municipal Gabriel y Galán.

En 1976, las curas y vendajes simples y las radioscopias valían 250 pesetas (1,50 euros) y las pequeñas intervenciones médicas se cobraban a 1.500 pesetas (9,02 euros). Las resultantes de una reyerta, accidente o cualquier acción con posible responsabilidad civil tenían una tarifa especial. Una intervención quirúrgica menor conllevaba un coste de 1.000 pesetas (6,01 euros) y una mayor, de 1.500.

En esa década, la Casa de Socorro de Salamanca se instaló en un lateral anexo al Hospital de la Santísima Trinidad. La de la plaza de Gabriel y Galán desapareció en los años 90. Entre sus muros se trataron numerosos accidentes casuales, por agresión o de trabajo, mordeduras de animales y se brindó asistencia a enfermos.

El Palacio de Monterrey y los hospitales de sangre

"La guerra de Sucesión dejó para la historia de Salamanca una rareza que pocos salmantinos conocen: la conversión del más lujoso de sus palacios en el hospital de sangre". Ese palacio al que se refiere Jesús Málaga en su obra no es otro que el de Monterrey. La capital del Tormes apostó desde el primer momento por Felipe V, al igual que la mayoría de territorios de España y Francia. Portugal, en cambio, era partidaria del archiduque Carlos. Para consolidar el puesto militar frente a la frontera lusa, los franceses enviaron un ejército de doce mil hombres bajo el mando de Jacobo Fitz-James Stuart, duque de Berwick, a la ciudad.

El también hijo de Jacobo II, rey destronado de Inglaterra, conoció el Palacio de Monterrey en verano de 1703 y optó por convertirlo en un hospital de campaña y de sangre. Nunca un lugar tan lujoso fue destinado a tal fin, aunque no fue la única construcción que sufrió esa suerte. Los ingleses utilizaron las dependencias del convento de las Bernardas, en el Camino de las Aguas, para la atención de los heridos de su nacionalidad que habían caído en el campo de batalla en los Arapiles. A los seis meses, abandonaron el lugar y, sin avisar a las monjas, lo quemaron, quedando "no apto para vivir".

Otros ejemplos

Son numerosos los hospitales o sanatorios que poblaron la ciudad. Otros ejemplos destacados son la Casa Madre, erigida en 1945 en la avenida de Comuneros para atender con criterios higiénicos a las mujeres en sus últimos días de gestación, en el parto y en los primeros días después del alumbramiento; o el hospital de Dementes en el Colegio de Huérfanos, creado en 1851. "La vida en el manicomio, con los enfermos recluidos, sin lugares de esparcimiento, con dependencias que no reunían las condiciones de higiene e independencia de los allí ingresados, debía parecerse más a una cárcel que a un centro sanitario", recoge Jesús Málaga.

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