Cuando pase el temblor: La explosión del polvorín de Peñaranda del 9 de julio de 1939

Apenas tres meses después del final de la Guerra Civil, un suceso accidental conmocionó a toda España. La explosión del polvorín de Peñaranda de Bracamonte, ocurrida el 9 de julio de 1939, hace hoy ochenta años, destruyó la ciudad y causó la muerte de un centenar de personas, muchas de ellas nunca pudieron ser identificadas por el estado en el que fueron encontrados sus restos

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Peñaranda era, en 1939, una localidad de casi 5.000 habitantes que, como toda la provincia de Salamanca, fue rápidamente capturada y adherida al alzamiento militar iniciado en España el 18 de julio de 1936. Al ser una zona poco conflictiva, bien comunicada por tren con el norte y el centro de España, alejada de los frentes bélicos y próxima a la capital de la provincia, donde se había establecido el Cuartel General de Franco en los primeros compases de la contienda; el Ejército del Aire, al mando del general Kindelán, instaló en Peñaranda cuatro almacenes de explosivos. Los polvorines se encontraban en la estación del ferrocarril, junto al Convento de San Francisco, en la Poza y en la ronda de los Lagares.

Además, Peñaranda ofrecía las posibilidades necesarias para poder hospedar al personal militar encargado de vigilar los polvorines y el cercano aeródromo de Arauzo, desde el que la Legión Cóndor de la Alemania Nazi despegaba para bombardear Madrid.

Los hechos

Aquel caluroso domingo 9 de julio de 1939, la ciudad se encontraba en tranquilidad, y muchos peñarandinos se preparaban para asistir a misa de doce. Poco después de las once de la mañana, un tren de mercancías procedente de Extremadura y con destino Ávila hizo su entrada en la estación. A las once y veinte se produjo la gran explosión. 

El desconcierto fue absoluto y en un primer momento se pensó que pudiera haberse tratado de un sabotaje, o incluso de un verdadero acto de guerra. Sin embargo, pronto se supo que el polvorín más cercano a la estación había hecho explosión. Según el libro El Polvorín 1939-1989, editado por la Fundación Germán Sánchez Ruipérez, la documentación del Servicio Histórico Militar permite conocer que la  mercancía transportada por el tren era amonal, un explosivo altamente inestable muy empleado en la Guerra Civil, y que en el polvorín de la estación se guardaban 309 toneladas de bombas con carga de 107 toneladas de explosivos, en su mayor parte, también amonal. La sucesión casi simultánea de dos detonaciones hace suponer que primero estalló el tren e inmediatamente el cercano polvorín.

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La ciudad quedó arrasada, especialmente la zona próxima a la estación de ferrocarril y las fábricas de harina y de caucho aledañas. La fuerza de la onda expansiva elevó el número de heridos a más de mil quinientos —el 33% de la población— y se estima que unas mil viviendas se vieron afectadas por derrumbamiento y por el incendio que se declaró a continuación. 

En Salamanca se lanzaron peticiones de ayuda a través de la radio, y con rapidez se desplazaron a Peñaranda efectivos militares para socorrer a los habitantes afectados. Soldados de Salamanca, Béjar y efectivos del cuerpo de bomberos del parque de la capital, que fueron ayudados más tarde por los de Ciudad Rodrigo, Zamora, Ávila, Valladolid, Medina del Campo y Madrid.

El Hospital comarcal también resultó seriamente dañado, por lo que los heridos tuvieron que ser evacuados en ambulancias militares y coches particulares a Salamanca y Ávila, donde fueron atendidos por equipos sanitarios llegados de otras provincias, como Valladolid y Zamora, así como por médicos voluntarios.

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Los menos graves fueron repartidos por los pueblos vecinos, donde tomaron protagonismo los servicios sanitarios de la Cruz Roja y, principalmente, de Auxilio Social. La Hermandad Nacional de Auxilio Social, fundada por Mercedes Sanz-Bachiller, esposa de Onésimo Redondo, envió a Peñaranda, según las crónicas de la época, siete camiones con 20.000 kilogramos de harina, 1.000 de arroz, 1.000 de azúcar, 500 de bacalao, 500 de mermelada, 990 de leche condensada y 900 de leche en polvo. Por su parte, la Hermandad Provincial distribuyó durante el mes de julio 33.257 raciones de comida; 21.771 en agosto; 10.664 en septiembre, y 9.410 durante el mes de octubre.

Alcance internacional

Según el libro El Polvorín 1939-1989, los telegramas de condolencia que fueron recibidos por el Gobierno
Civil de Salamanca dieron muestra del alcance de la noticia a nivel nacional e internacional.

Entre las personalidades que ofrecieron su pésame destaca la de Franco, que prometió 200.000 pesetas de donativo a modo de reparación para los damnificados. El embajador de la Alemania Nazi, por su parte, remitió un telegrama con un donativo de 10.000 pesetas, y Alfonso XIII, desde su residencia en el exilio de Ginebra, aportó a su vez otras 10.000.

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Días después se creó el Patronato para la Reconstrucción de Peñaranda. El gobierno afirmó que la puesta a punto de la localidad tenía que ser ejemplar, convirtiéndose en objeto de la propaganda del régimen y símbolo de la denominada "Reconstrucción Nacional" de los primeros años tras la Guerra Civil. En las labores de desescombro participó un batallón disciplinario integrado por prisioneros de la contienda.

El desescombro y la valoración de los desperfectos concluyeron en los últimos días de julio. A los veinte días de la catástrofe se presentó en el Ministerio de la Gobernación la tasación de los daños, en la que se pidió la aportación del Estado en una cuantía de 2.205.563 pesetas. A diferencia de lo aplicado en los incendios de Cádiz y Santander, en Peñaranda no se compensó como hecho catastrófico a los propietarios que tuvieran asegurados sus bienes con pólizas de incendios, por lo que recibieron sólo el importe de la póliza contratada
a título personal. En el pueblo permaneció durante décadas la idea de que la ayuda prometida nunca llegó a completarse.

En 2014, 75 años después del suceso, Peñaranda acogió el estreno de un documental sobre la tragedia, creado por el Centro de Desarrollo Sociocultural y el Ayuntamiento. Además, el Consistorio descubrió una escultura que homenajea a las víctimas creada por el artista peñarandino Juan Francisco Pro, situada en el lugar de la explosión, junto a la estación de ferrocarril.

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