"¿Y a una persona que lo ha perdido todo, cómo la consuelas?": el REI 11 y el teniente Buján, frente a la devastación en Villamartín de Valdeorras tras los incendios
El teniente Buján relata a Salamanca24horas.com las tareas desempeñadas por los militares del REI-11 tras el voraz incendio que arrasó el pueblo de Ourense
Hasta poco minutos antes de partir, ni siquiera sabían a dónde se dirigían exactamente. Una llamada, lo anunció: Villamartín de Valdeorras, un pequeño pueblo ubicado en una pedanía de Ourense. Corría un tórrido y no tan lejano 12 de agosto.
El convoy militar abandonó Salamanca sobre las nueve de la mañana y, una vez llegaron a su destino, el escenario con el que se toparon los cuarenta y dos militares, con el teniente Buján al mando, era devastador: carretreras bloqueadas por inmensos árboles caídos, casas devoradas por las llamas... aquella estampa era, al fin y al cabo, el rastro de un incendio voraz que lo había arrasado todo a su paso.
Ahora bien, la misión encomendada era clara: despejar el camino principal que unía Villamartín con un pueblo cercano con el objetivo de que los vecinos pudieran volver a sus hogares y recuperar así, en la medida de lo posible, la normalidad.
Los ingenieros llegaron a Ourense con comida para tres días y cargados con herramientas manuales y mini máquinas y, una vez allí, la primera tarea del teniente Buján consistió en reunirse con el alcalde y valorar la situación a la que harían frente durante los próximos días.
En algunas calles, las cenizas apenas se levantaban y el aire no requería mascarillas especiales, pero la intensidad del trabajo era evidente: apartar escombros, cortar y recoger árboles caídos y asegurar y abrir accesos.
En lo que a la conservación de muchas de las casas se refiere, la cifra es escalofriante: un 50% de las viviendas de cada uno de los pueblos resultaron dañadas.
El teniente Buján, al mando de la más de una veintena de militares desplegados en la zona, relata a Salamanca24horas el arduo trabajo que los ingenieros desempeñaron durante cinco días: “Nos dedicamos a limpiar las vías para que los vehículos pudieran pasar. También las viviendas que no estaban afectadas, para que los vecinos pudieran llegar a ellas". Era un trabajo delicado, porque las estructuras de muchas de las casas se iban debilitando.
Lidiar con el dolor humano es una arista más de su trabajo : “¿Y a una persona que lo ha perdido todo, cómo la consuelas?”, se pregunta el teniente Buján, en cuyo historial laboral figuran, por ejemplo, las tres ocasiones en las que acudió a participar en las labores desarrolladas durante la DANA.
La respuesta, como ocurre a veces, no estaba en palabras, sino en la acción: limpiar los caminos, permitir que los vecinos accedieran a sus casas y devolverles, poco a poco, la sensación de normalidad.
La coordinación, tan entrenada, fue clave. La vocación por ayudar de todos y cada uno de los miembros del REI 11 es indiscutible, y así lo manifiesta el teniente: muchos militares estaban de permiso y aún así, con tan poco margen de tiempo, se presentaron voluntarios.
Las mini máquinas se convirtieron en aliadas imprescindibles, ya que la maquinaria pesada no podía acceder por calles estrechas. También colaboraron civiles en tareas como cortar la luz, para evitar riesgos, así como con maquinaria.
“Ves a la gente triste, pero cuando nos ven llegar se animan un poco, porque saben que no están solos”, comenta el teniente Buján y es en esa frase, en menos de veinte palabras, donde se refleja la realidad de su labor: ayudar, acompañar y nunca abandonar hasta que se dé por concluida la misión.
No en vano, y así ha querido reflejarlo el teniente, el agradecimiento del pueblo fue absoluto: desde el alcalde, pasando por los vecinos, hasta Melody y Christian, dueños de un bar local, quienes se volcaron con los militares, comprándoles comida y brindándoles todo el apoyo que requirieran.
El éxito de la intervención ha sido rotundo pero, en el caso de que se necesite, ya existe otra sección preparada para nuevas emergencias que puedan surgir en más zonas.
Su labor es tan necesaria como crucial en situaciones de emergencia y gracias a sus intervenciones, quienes se han visto sorprendidos por la desgracia y el infortunio, pueden volver poco a poco a la normalidad.
Porque en Villamartín de Valdeorras, al igual que en otras zonas de España, entre humo y escombros, la acción de estos ingenieros no solo ha despejado caminos, sino que ha abierto la puerta a la esperanza.
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