El reloj del fin del mundo

La idea de una llegada del fin del mundo viene desde el principio de los tiempos, desde el mismo instante en el que el hombre fue de alguna forma consciente de su vulnerabilidad y de la fragilidad del entorno en el que se movía
 

 El reloj del fin del mundo
El reloj del fin del mundo

¿Cuántas veces a lo largo de nuestra vida hemos escuchado hablar en algún momento, de una fecha concreta para la llegada del fin del mundo?, seguramente unas cuantas. Yo recuerdo en las últimas cuatro décadas unas cinco o seis ocasiones en las que todo se acababa, en las que por lo anunciado, nuestro mundo explotaría o en el mejor de los casos parte de la población sería salvada por un buen puñado de alienígenas benevolentes. 

La idea de una llegada del fin del mundo viene desde el principio de los tiempos, desde el mismo instante en el que el hombre fue de alguna forma consciente de su vulnerabilidad y de la fragilidad del entorno en el que se movía. No resulta difícil imaginarse a un hombre de las cavernas intentando sobrevivir frente a la hostilidad de la propia naturaleza, mirando como desde el cielo, el dios de la noche venía a llevarse la luz y el calor. Extenuado corría sin rumbo en busca de su salvación mientras en lo alto la oscuridad devoraba el brillo del sol pensando que allí quedaría su vida exterminada para siempre. 

Junto al pasar de los tiempos, el ser humano aprendió a controlar muchos de sus miedos y a utilizar las señas de la Naturaleza según su conveniencia. Comenzaron a brotar los chamanes, magos y adivinos. Con ellos y sus supuestos poderes sobrenaturales, el miedo al final se convirtió en una herramienta teledirigida, perfectamente engrasada para ser utilizada en beneficio de unos pocos reyes, líderes mandatarios y poderosos grupos de poder.

Merlín en el siglo VI era considerado el más grande de los magos, druida, chamán o profeta. Sin dudarlo, era conocedor de los cambios propios de la naturaleza, de cómo la tierra podía temblar, producirse los eclipses, algunas montañas expulsar fuego líquido… él sabía cómo convertir esos fenómenos naturales en mensajes de destrucción y anuncios de la llegada del juicio final que ya desde mucho antes recogía los textos cristianos a través de los jinetes del apocalipsis, la existencia del infierno etc. Hoy en día poco ha variado la idea de que el fin del mundo llegará. Ahora y por regla general son los descabezados integrantes de determinadas sectas milenarista o apocalípticas los que abanderan este tipo de estériles presagios. Pero permítame que vaya por otros derroteros bastante más serios y fundamentados. 

¿Sabía que existe un reloj al que se le conoce como el ‘Reloj del Apocalipsis o del Juicio Final’? Así es. Se trata de un reloj simbólico pero que como veremos, tiene una importancia supina para la totalidad de la humanidad. Para conocer su historia tenemos que retrotraernos hasta el año 1945, cuando un grupo de investigadores que trabajaban en el Proyecto Manhattan – del que hablaremos en una próxima ocasión-, crearon una publicación llamada “The Bulletin Of Atomic Scientists” (boletín de científicos atómicos). Consistía en una revista en la que se alertaba a todo el mundo sobre la peligrosidad de la energía nuclear y su aplicación a la carrera armamentística. 

El concepto de reloj apocalíptico surgió en 1947 como diseño para una portada de la revista. Se trataba de representar la importancia del tiempo y la urgencia que había ante el continuo avance de los peligros nucleares. En esa representación se mostraba un minutero colocado a siete minutos de las doce, de tal forma que se hacía ver que a medida de que el minutero se acercara a la hora punta, estaríamos más cerca del fin del mundo. No han sido pocas las ocasiones en las que este grupo de científicos integrado por físicos, matemáticos, ingenieros nucleares etc. han tenido que mover el minutero del simbólico reloj. 

Desde que en 1947 se puso en marcha, se ha variado la posición del minutero en una veintena de ocasiones, siempre en función de la realidad geoestratégica, económica y militar del planeta. Para que lo entendamos: partiendo de las 23:53, la hora que se marcó inicialmente, y dependiendo de la inestabilidad global, el minutero avanza hacia las 00:00 (hora del fin del mundo) o se retrasa si esta situación está normalizada. El número de minutos para la media noche mide el grado de amenaza nuclear, tecnológica y ambiental para la Humanidad. 

Ahora se estará preguntando en qué posición se encuentra actualmente y en qué momento hemos estado más cerca del desastre mundial. Vayamos por orden; actualmente estamos a cinco minutos de la hora cero, lo que representa cierta normalidad o por ser más precisos, normalidad tensa debido a los movimientos militares que se están produciendo en la zona de Oriente Medio y en países como Irán y Corea del Norte. Sin duda alguna, todos somos conscientes de la bomba de relojería de la que formamos parte y que está continuamente sujeta a parámetros ciertamente volátiles como la situación económica global y el desarrollo de las gestaciones bélicas.

La época más tranquila la vivimos en 1991. El final de la Guerra Fría hace que los Estados Unidos y Rusia se pongan de acuerdo para desmantelar y eliminar parte de su amplio arsenal nuclear. El reloj fue colocado por la junta de expertos científicos a 17 minutos de las doce, síntoma de la tranquilidad mundial que en ese momento emergió. Pero no siempre ha sido así. Han sido décadas ciertamente convulsas en las que puntualmente hemos estado cerca del gran desastre. 

En 2007 estuvimos a inco minutos de las doce. En ese momento Corea del Norte está probando su armamento nuclear además de la manifiesta y pública intención de los Estados Unidos de intensificar la carrera nuclear. 26.000 armas nucleares siguen estando preparadas entre los Estados Unidos y Rusia y la lucha por evitar el cambio climático parece hacerse estéril. Aún así, no ha sido el año en el que más cerca hemos estado de acabar con todo lo conocido.

El año en el que el reloj ha estado más cerca de marcar las doce fue en 1953, cuando los Estados Unidos deciden desarrollar la Bomba de Hidrógeno. Unos meses antes, en octubre de 1952, prueban su primera arma termonuclear, eliminando del mapa y de un plumazo un islote del Océano Pacífico llamado Eniwetok. Tan solo nueve meses después, la Unión soviética prueba su propia bomba H. Todos estos acontecimientos belicistas provocaron que el minutero se posicionara a tan solo dos minutos del desastre. También en 1962 las alarmas saltaron cuando se generó un estado de alta tensión global durante los incidentes de la que se conoce como la crisis de los misiles en Cuba. La población mundial estuvo a punto de caer al abismo, quizá de forma literal.

El reloj y su poco estable minutero no dejan de ser una representación simbólica, pero gracias al trabajo de un grupo de los mejores expertos de la Tierra -entre los que hay 18 premios Nobel-, sirve para medir la temperatura real del planeta, la que refleja las auténticas amenazas y sus consecuencias. Ahora no son chamanes los que miran al cielo e interpretan a su libre albedrío aquello que les apetece o presienten. Ya no son magos de gorro cónico los que adivinan el cataclismo, sino que los cálculos más asépticos y los parámetros más precisos se reagrupan para mostrarnos el verdadero significado de lo que la Humanidad está haciendo consigo misma. 

La Ciencia es la única capacitada para anunciar un hipotético fin del mundo, de eso no nos quepa la menor duda. Permítame que le recomiende un libro en el que se recoge de forma magistral todas las claves para entender los acontecimientos que pueden llevar al ocaso de la civilización y las respuestas de los expertos. Fue publicado en 2008 por la editorial Nowtilus con el título “El Reloj del Fin del Mundo” y su autor es el reputado comunicador y escritor Alfonso Ferrer, incansable buscador de respuestas que con este libro y en algo más de 350 páginas nos adentra en el plano más riguroso de las verdaderas amenazas globales.

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