Salamanca se une para frenar el bullying y el ciberacoso con la Policía Nacional como guía

El inspector Rafael Santero explica cómo la Policía Nacional previene y actúa ante el bullying y el ciberacoso, cómo se detectan a los agresores y señales de alarma en las víctimas, y el papel de colegios y familias, entre otras cuestiones

El inspector Rafael Santero, de Participación Ciudadana
El inspector Rafael Santero, de Participación Ciudadana

En los pasillos de colegios e institutos, y también en las redes sociales, se esconden historias que muchos menores callan por miedo o vergüenza. La Policía Nacional lo ve de cerca cada año, casos que empiezan con burlas, continúan con aislamiento y, a veces, terminan en denuncias o incluso en manos de la Fiscalía de Menores.

Para conocer cómo se afronta este problema desde dentro, hablamos con el inspector Rafael Santero, delegado de Participación Ciudadana de la Policía Nacional en Salamanca. Su labor diaria lo lleva a entrar en colegios, reunirse con familias y escuchar de primera mano lo que viven los menores.

Santero explica con claridad que la policía puede actuar tanto antes como después de que exista un delito. “No necesitamos que haya una denuncia formal para intervenir. Nuestra prioridad es proteger al menor y prevenir que la situación escale”, asegura.

En muchos casos, basta con instar al centro educativo a tomar medidas o hablar directamente con las familias. “He visto padres que, al enterarse de la situación, colaboran de inmediato y se implican en la solución. Esa cooperación es fundamental”, añade.

No existe una estadística clara sobre cuántos episodios de acoso escolar se producen al año. Muchos se resuelven dentro del centro educativo sin llegar a denuncia formal. En lo que se lleva de curso, por ejemplo, solo se recibió un requerimiento que no derivó en procedimiento penal, gracias a la rápida intervención de colegios y familias, tal y como ha explicado Santero.

En estos casos, la policía centra su actuación en lo pedagógico con charlas, información a los alumnos, visibilización de conductas de riesgo y educación preventiva. “Nuestro objetivo es enseñar a los estudiantes qué es el acoso, cómo protegerse y cómo ayudar a un compañero que pueda estar sufriendo”, recalca Santero.

Estos son los patrones frecuentes de los agresores

El inspector detalla que los agresores suelen ser personas impulsivas, con baja empatía y, en muchos casos, tener inseguridades que no reconocen. “Suelen ocupar roles de liderazgo dentro del grupo y atacan a quienes perciben como diferentes o superiores en algún aspecto, desde notas hasta rasgos físicos o habilidades sociales”, manifiesta Santero.

Sobre las consecuencias que puede tener un menor cuando ejerce bullying, Santero es directo: la primera es crecer creyendo que esa conducta es normal. Ese aprendizaje distorsionado puede arrastrarse a la vida adulta y transformarse en problemas legales. Lo resume con un ejemplo: “Si en el colegio le quito el bocadillo a alguien porque soy más grande, cuando cumpla edad penal puedo acabar quitando móviles por la calle por la misma razón”. A partir de los 14 años, estos comportamientos ya tienen responsabilidad penal, aunque antes de esa edad las medidas recaen en el ámbito de protección.

Cuando la víctima no quiere señalar al agresor, la policía solo puede actuar si tiene algún dato, por mínimo que sea. Un pequeño detalle sirve para iniciar la investigación, hablar con el colegio, con compañeros o con el propio menor.

Señales de alarma en las víctimas

Santero destaca que los signos de que un menor está siendo acosado suelen ser claros y pueden manifestarse de varias formas como un descenso en el rendimiento escolar acompañado de excusas frecuentes para no acudir al colegio debido a dolores de cabeza, de estómago o cualquier malestar, pérdida de interés en actividades que antes disfrutaba, especialmente si el acosador participa en ellas, aislamiento social con reducción del contacto con amigos y familiares, y estallidos de ira en casa, ya que lo que no pueden expresar frente al agresor a menudo lo muestran con los padres o hermanos.

“El aislamiento, el miedo a contar lo que ocurre y la resistencia a ir al colegio son los signos más comunes”, subraya Santero, quien añade que los colegios suelen actuar con rapidez aplicando protocolos internos, medidas de protección y sanciones cuando es necesario.

El bullying sigue al salir del colegio o instituto

El inspector de Participación Ciudadana recalca un error común como es pensar que el acoso escolar termina fuera del horario escolar. “El bullying se extienda a otros lugares como el trayecto en autobús, el camino a casa o incluso la puerta del domicilio forman parte del mismo problema”, explica.

Además, hoy el acoso se ha trasladado a un terreno más difícil de controlar, las redes sociales. “El ciberacoso puede producirse a cualquier hora y desde cualquier lugar. Aunque la víctima ya no esté físicamente cerca del agresor, el hostigamiento continúa y su impacto emocional aumenta”, señala.

¿Cómo actúa la Policía Nacional ante denuncias?

Santero explica que la policía tiene dos formas de intervenir cuando recibe información sobre un posible caso de acoso escolar. Por un lado, la denuncia formal, que inicia automáticamente un proceso legal, y por otro, la declaración de conocimiento, que permite actuar de manera preventiva o buscar una mediación entre las partes.

Cuando llega un aviso, el primer paso es recopilar los datos esenciales, quién es la víctima, quién ha informado del caso y en qué centro estudia el menor. A continuación, se contacta con el colegio, que en la mayoría de los casos ya ha iniciado algún protocolo de actuación, lo que permite a la policía intervenir con rapidez y eficacia.

En los casos más graves, donde existe un delito, el asunto se deriva a la UFAM, la Unidad de Atención a la Familia y Mujer, que dirige la investigación penal. Mientras tanto, la delegación de Participación Ciudadana aporta informes detallados con todas las observaciones y antecedentes recopilados, ayudando a la Fiscalía de Menores a tomar decisiones informadas.

“Trabajamos siempre de manera coordinada para que la respuesta sea rápida y efectiva, especialmente en situaciones urgentes”, señala Santero, enfatizando la importancia de la colaboración entre colegios, familias y fuerzas de seguridad para proteger a los menores.

El papel de las familias

En el caso de la víctima, los padres deben dejar claro que su hijo no tiene culpa de nada y animarlo a hablar ya sea con los profesores o con los compañeros. También deben informar al centro y, si existe un delito, presentar denuncia.

En el caso de los agresores, la labor familiar es igualmente decisiva, según el inspector de Participación Ciudadana. Reconocer que su hijo está acosando a otros y ayudarle a entender la gravedad de sus actos es clave para evitar que estas conductas se repitan. Santero recuerda que “un acosador también es un menor con problemas”.

Un trabajo continuo dentro de los centros educativos

El Plan Director para la Convivencia y la Seguridad en los entornos educativos permite que la Policía mantenga contacto constante con colegios e institutos. Cada curso escolar se ofrecen charlas y actividades preventivas, y muchos centros solicitan estos programas año tras año.

Santero insiste “prevenir es clave”. Los menores que ejercen bullying aprenden conductas negativas que pueden arrastrar a la vida adulta. “Si en el colegio le quito el bocadillo a alguien porque soy más grande, cuando tenga edad penal puedo acabar quitando móviles por la misma razón”, ejemplifica.

Para prevenir tanto el acoso como el ciberacoso, la Policía Nacional desarrolla cada año diversas actividades en centros educativos. Entre ellas destacan las charlas específicas sobre bullying y ciberbullying, en las que se explica a los alumnos cómo identificar estas situaciones, cómo actuar y a quién pedir ayuda.

Ciberacoso

El inspector explica que el ciberbullying puede adoptar muchas formas desde comentarios humillantes, difusión de rumores, suplantación de identidad hasta publicaciones ofensivas. Todas comparten un mismo efecto y es hacer sentir mal a la víctima de manera repetida y prolongada. Una burla pública, un comentario humillante, la difusión de rumores, o incluso la suplantación de identidad para que otros insulten o ataquen a la persona afectada.

A la hora de denunciar, conservar pruebas es fundamental, mensajes, capturas de pantalla, publicaciones y cualquier contenido ofensivo. “Todo lo que puedas conservar, consérvalo”, recalca Santero.

La Policía Nacional desarrolla Ciber expert@ con módulos sobre seguridad en Internet, uso responsable de redes, protección de la identidad digital y pautas para evitar o afrontar ataques en línea.

A pesar de llevar cinco años dedicado a la participación ciudadana, Santero reconoce que no podría cuantificar cuántos casos de acoso ha visto. No son muchos, señala, pero cada uno de ellos es relevante: “Para mí, un solo caso de acoso escolar ya es demasiado”. Lo que sigue sorprendiéndole, confiesa, es que aún existan padres incapaces de educar a sus hijos en el respeto, finaliza.

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