Los lugares y los olores, la vista y el olfato tienen memoria, son capaces de trasladarnos al pasado de una manera vertiginosa. Viajar en el tiempo, sin desviarnos del presente, a través de la vista y el olfato es lo que se pretende alcanzar con este reportaje dedicado a desempolvar aquellos oficios con una larga vida en tiempos añejos que se están quedando cojos en la actualidad debido al escaso relevo generacional.
El reportaje está dividido en dos capítulos. Este primero se centrará en la labor del tapicero, la costurera y el reparador de zapatos. Mientras que el segundo, que publicaremos en los próximos días abordará el trabajo del herrero, tornero y carpintero.
Todos ellos son oficios que en nuestro día a día, en la sociedad de las grandes empresas y el ritmo acelerado parecen haber quedado escondidos y olvidados, atrincherados en pequeños talleres, la mayoría sin lugar en las ciudades.
Estos tres primeros oficios son nacidos del relevo generacional, hereditarios como el de la empresa familiar Fabrisofá Tapicería o la zapatería NASAN, un legado que se mantiene vivo desde el año 1984.
Antiguamente siempre había un zapatero, un tapicero o una costurera en cada pueblo y por supuesto en cada barrio de la ciudad, ahora esto es muy distinto. Los profesionales que todavía siguen intentando mantener viva la llama de estos negocios son los menos, continúan remando por amor.
Y aunque el amor parece que todo lo puede, no siempre es así, o al menos no en este terreno. Ese desenamoramiento por los oficios añejos de la juventud es lo que está abocando a estas profesiones a la extinción: “La tapicería es un oficio muy bonito, pero tiene pinta de que va a desaparecer. Algo que a mí me daría mucha pena”, revela Cristina San Juan García, empleada e hija de los propietarios de Fabrisofá Tapicería.
La aguja y el dedal son tareas que se han visto desplazas por las máquinas modernas. De hecho, hoy día ¿quién no tiene una en su casa? No obstante, esta labor manual todavía adquiere mucha importancia en profesiones como la del tapicero, un trabajo laborioso que se realiza a mano. Desde Fabrisofá refuerzan que “este es un trabajo artesano. Aunque tenemos una máquina de costura y corte, la mayor parte del trabajo lo hacemos a mano”.
El trabajo artesano es uno de los más gratificantes, pero también sacrificado. Aun así, familias como la de Cristina que siguen apostando por él aseguran que “lo mejor de este trabajo es aprender constantemente nuevas cosas y sobre todo que la gente esté contenta con él”.
En la misma idea navega José María Martín, propietario de NASAN: “Es gratificante arreglarle algo a un cliente y después verle puesto las zapatillas arregladas mientras está haciendo la compra, en el bar o viendo a los nietos jugar al fútbol. Me llena de orgullo reparar una cosa que no hay que tirar”.
Justamente en el ‘tirar’ alberga uno de los principales problemas a los que se enfrentan negocios como este, donde las grandes empresas no apuestan por el reciclado. Cristina manifiesta que las grandes superficies no son una competencia que afecte demasiado a su negocio. Para ello se ampara en que: “Nosotros hacemos todo a medida y personalizado”.
Asimismo, desde NASAN refuerzan este mismo pensamiento, aunque con matices: “Las grandes empresas son un arma de doble filo, porque por un lado están promocionando un calzado que es barato, pero por otro nos beneficia porque la gente viene buscando la reparación”.
La conclusión que sacamos llegados a este punto es que ambos oficios se mantienen a flote gracias al reciclaje. Una paradoja en nuestros tiempos donde el “usar y tirar” está tan de moda y donde la reutilización no es algo que se lleve a la práctica de forma muy frecuente: “Aunque vienen clientes de todas las edades, es la gente mayor la que más tiende a retapizar muebles viejos porque les tienen cariño y no quieren tirarlos”, reconocen desde Fabrisofá.
En el reciclaje es justamente donde más insiste el propietario de NASAN, experto en reparación de calzado: “Nosotros somos la base del reciclaje, no tiramos nada, lo reutilizamos todo y para eso hay que tener mucho tacto”, asegura José María Martín, quien confiesa también que “me llena de orgullo y satisfacción el reparar una cosa y que el cliente regrese de nuevo”.
La “era del usar y tirar” en estos oficios sin relevo generacional distingue dos tipos de cliente en función de la edad. Realmente la gente que más frecuenta estos pequeños negocios se mueve en franjas de edad avanzada: “La gente mayor es sabia, tiene años de experiencia y apuesta más por el reciclaje. Aunque tengan dinero para comprarse otro producto prefieren repararlo porque creen que es más útil seguir usando lo que ya tienen”, sentencia José María Martín.
Este reparador de Zapatos adentrado en el barrio de Garrido se muestra esperanzando con el futuro y confía en que la gente se conciencie con el reciclado del calzado y no lo lleve al exterminio: “Los romanos antes de cristo hacían sandalias y había reparadores de calzado. Ahora no los van a quitar, seremos menos, pero no creo que este sea un oficio que vaya a desaparecer”.
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