El teletrabajo y los nuevos confinamientos por los rebrotes de la COVID-19 pueden provocar trastornos alimenticios graves

El cambio del espacio de trabajo por el doméstico hace que las personas sean más propensas a combatir el estrés con comida

 Teletrabajo
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La extensión del teletrabajo a raíz de la cuarentena obligatoria por la pandemia de coronavirus puede tener importantes secuelas para la salud mental y nutricional de los españoles. Ya que el cambio del espacio habitual de trabajo, por lo general en una oficina lejos de casa, por el doméstico hace que los teletrabajadores sean más propensos a combatir el estrés y la falta de interacción social con comida. Un impulso que se agrava ante la amenaza constante de un nuevo periodo de confinamiento.

“El estrés habitual de cualquier empleo y la falta de estímulo social al estar en casa van afectando, poco a poco, al estado de ánimo. No es que estemos más tristes, pero sí más apagados. Y eso, sumado a tener la nevera cerca, hace que descontrolemos las comidas y piquemos entre horas. Esto se produce, entre otras cosas, porque la comida es un regulador que sirve para controlar los estados de ánimo adversos”, explica Alejandro Vera, psicólogo y nutricionista del gabinete Grulla Psicología y Nutrición.

Esta situación se conoce como hambre emocional, un impulso que se caracteriza por la necesidad de ingerir alimentos a deshoras y fuera de contexto, y que se puede confundir fácilmente con el hambre física. Y, si se prolonga en el tiempo, puede conducir a trastornos alimenticios más graves, como la bulimia nerviosa o el trastorno por atracón, patologías mentales que llevan a quien las padece a comer de forma descontrolada y desmesurada y después, en el caso de la bulimia, a experimentar un sentimiento de culpa que tratan de remediar con vómitos forzados, ayunos, ejercicio excesivo o uso de laxantes o diuréticos.

“Ese sería el peor de los escenarios, lo más normal es que la persona que padece hambre emocional suba de peso y vea afectada su salud general como consecuencia de una mala alimentación, pero si no se trata a tiempo, sí podría conducir a trastornos más graves”, señala Vera. Por eso, el psicólogo de Grulla Psicología y Nutrición recomienda acudir a un especialista si se tienen síntomas de hambre emocional.

¿Cómo se detecta el hambre emocional?

El hambre emocional suele estar relacionada con el aburrimiento, la tristeza o la depresión. Una de sus principales características es que, a diferencia del hambre física, la ingesta de alimentos no sirve para saciarla, ya que la persona que la padece come para resolver ese sentimiento de malestar, no porque lo necesite. Esto, una vez se ha producido el atracón, suele provocar un efecto rebote: sentimiento de culpa por la cantidad de alimentos consumidos.

Además de la falta de saciedad y el sentimiento de culpa, el hambre emocional también se puede detectar porque siempre se da cuando la persona está sometida a presión, estrés o, simplemente, esta triste.

Para prevenir el hambre emocional, Alejandro Vera recomienda planificar las comidas diarias y respetar esa programación, optar por alimentos saciantes para dificultar la aparición de sensación de hambre -como frutas y verduras-, ingerir productos saludables si el hambre entre horas es insoportable -como yogures o fruta- en lugar de productos azucarados o procesados y hacer deporte, pues el ejercicio físico ayuda a combatir el estrés y la tristeza.

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