La esposa o el esposo, uno de loshijos y, si no, un nieto. Así son los entierros en tiempos de pandemia tras lasrestricciones impuestas por el estado de alarma. Una situación que, a la hora dedespedir a un ser querido, produce dolor y mayor aislamiento, si cabe.
En el camposanto, a la llegadadel féretro, los empleados esperan bien distanciados. A pocos metros se encuentranlos familiares, tan sólo tres personas. Imposible no poder darse un abrazo deconsuelo. Son días en los que la muerte no entiende de clases, no haydistinción alguna.
Si se opta por un último adióscristiano, la Diócesis de Salamanca se ha visto obligada a adaptar la atenciónpastoral en los cementerios debido a la situación que vive el país, tal y comoapunta el vicario de Pastoral, Policarpo Díaz, en un documento remitido a lossacerdotes donde se detallan una serie de recomendaciones.
Así, es obligatorio que elsacerdote o persona asimilada de la confesión respectiva para la práctica delos ritos funerarios mantenga siempre la distancia de uno a dos metros con losfamiliares del fallecido y los operarios del cementerio. Asimismo, se recuerdaque los responsos tienen que ser sencillos y breves, debido a que, con el altonúmero de fallecidos, no hay mucho tiempo para el consuelo, “procurando que laPalabra de Dios esté presente”. Cabe recordar que no puede haber saludos físicosde ningún tipo.
Entre las medidas de seguridadque incorpora la Diócesis de Salamanca también se encuentra que, entre unacelebración y otra, en el caso de que sean seguidas, “establecemos unadistancia de treinta minutos, para evitar que una celebración pise a laanterior o a la próxima”.