La violencia de género, una lacra también presente en la adolescencia: "Hay un grandísimo problema de descontrol de impulsos"

Teresa Sánchez, decana de la Facultad de Psicología de la Universidad Pontificia de Salamanca, expone los factores que podrían haber contribuido al preocupante aumento de agresiones machistas en los jóvenes

Teresa Sánchez, decana de la Facultad de Psicología. Universidad Pontificia de Salamanca.
Teresa Sánchez, decana de la Facultad de Psicología. Universidad Pontificia de Salamanca.

Cada vez son más las adolescentes que se convierten en víctimas de violencia de género, realidad que arroja un dato alarmante: los casos de agresiones machistas en jóvenes han aumentado un 87,2%, según ANAR. Castilla y León no es ajena a este hecho, ya que registra la cuarta tasa más alta de menores con órdenes de protección del país, con 20,6 casos por cada 1000.000 habitantes, frente a los 14,9 de la media nacional. Teresa Sánchez, decana de la Facultad de Psicología de la Universidad Pontificia de Salamanca, explica qué factores se encuentran detrás de este preocupante incremento. 

"La involución respecto a este tema se atribuye mucho últimamente a un consumo enorme de pornografía desde etapas muy tempranas. Se sobredimensiona un tipo de relación afectiva y sexual muy extrema y exagerada. Frente a eso, la expectativa es que la pareja o el rollo ocasional cubra de forma muy absoluta y sumisa la exigencia que plantea. Entonces, hay una deformación moral importante introducida por una consumo de la sexualidad demasiado precoz, sin madurez ni ética como para convertir dicha sexualidad en algo más que en vínculos ocasionales que aporten ciertas dosis de placer", expone la psicóloga en su entrevista a Salamanca24horas. 

"Hay un grandísimo problema de descontrol de impulsos: en la conducta sexual, a nivel verbal...", continúa diciendo la profesora de la Universidad Pontificia de Salamanca. La explicación hay que hallarla en el desarrollo neurológico de los jóvenes, ya que la parte frontal del cerebro tarda en madurar y el proceso no se completa hasta los 24-25 años. Y, aunque el ímpetu sexual y afectivo de los adolescentes se asemeje al de las personas adultas, su capacidad para inhibir ese impulso es menor. 

Los menores, además, están muy expuestos a las redes sociales, culpables de reforzar ciertas conductas violentas. "En ellas, los jóvenes exponen una imagen de éxito, de poderío u omnipresencia, pero luego, en su entorno inmediato, no son tan triunfadores, la pareja les señala sus propias debilidades y la frustración que experimentan les llevan a forzar  ese dominio que les falta mediante actos violentos" 

La pornografía o el mal uso de las redes sociales no son los únicos factores a resaltar a la hora de buscar un por qué al aumento de los casos de violencia de género en adolescentes, ya que también lo es el hecho de que el criterio individual de lo correcto o incorrecto se disuelva en el criterio grupal de lo que el microgrupo de referencia considera que es válido, según incide la psicóloga: "Se guían por el canon del grupo de pertenencia. Si este considera que las mujeres son unos cuerpos 'follables' y se empiezan a manejar este tipo de lenguajes, se acaban consistiendo y naturalizando formas de relación violentas que luego uno lleva a su esfera individual, de pareja, porque la pandilla de algún modo las blanquea". 

De lo grupal pasamos a lo global, a la sociedad española, en la que sigue: "Imperando un patrón muy machista en el sentido de 'las mujeres no me pueden comer el terreno, mandan demasiado, están yendo demasiado lejos'... Les cuesta definir su propia masculinidad sin tener que recurrir a las medidas tradicionales de fuerza, burla, dominio... Es más fácil reproducir esquemas de la masculinidad tradicional, acentuándola tanto más cuanto más inseguros se sienten, y en los jóvenes está habiendo mucho miedo a la castración, porque el progreso femenino se hace más firme y se sienten achantados. También hay mucha rabia y menores que se agrupan en manada para probar su hombría y llevar a la realidad lo que ven en los videojuegos o en las redes". 

“Cualquier mujer puede ser víctima”

La Fundación ANAR en su estudio 'Evolución de la Violencia Contra las Mujeres en la Infancia y Adolescencia en España (2018-2022)' señala que las adolescentes atendidas por violencia de género responden al siguiente perfil: mujeres con 16 años de media que cursan Educación Secundaria y Bachiller en el 46,1% y en el 31,4% de los casos, respectivamente. Casi la mitad de ellas son jóvenes con rendimiento escolar bajo y que viven con la familia (95,2%); y el 68,8% son de nacionalidad española. 

No obstante, no hay que olvidar que "cualquier adolescente o mujer puede ser víctima de violencia", tal y como sostiene Teresa Sánchez. De hecho, una de cada cuatro féminas reconoce haber sufrido algún tipo de agresión machista, independientemente de su edad o formación. "Se han hecho encuestas acerca de la sexualidad entre la población estudiantil y un elevado número de mujeres confesaron que a menudo accedían a tener sexo sin que les apeteciera por complacer a sus parejas o por el miedo a perderlas si no lo hacían. Es un falso consentimiento guiado por una dependencia emocional", añade. 

Respecto al perfil del agresor, se habla de dos tipos de maltratador: pitbull y cobra. El primero muestra una cara muy agresiva y posesiva, "como una forma de machismo abiertamente dominante que la mujer que acaba siendo víctima empieza por interpretar como 'es que es muy hombre", lo que atrae a ciertas féminas. Mientras, el segundo es mucho más envolvente: "Te va asfixiando paulatinamente. Te envuelve en esa calidez, en el romanticismo, en una pareja en la que todo es maravilloso juntos... Poco a poco te va estrangulando y no te deja respirar". 

Signos de alarma

 Taller prevención violencia de genero adolescentes WEB 2. Foto de archivo
Taller prevención violencia de genero adolescentes WEB 2. Foto de archivo

Las adolescentes, ya sea por falta de madurez o de herramientas, pueden tener más dificultades a la hora de identificar los comportamientos tóxicos que, de no evitarlos, las conducirían a sufrir violencia de género. Por ello, es de gran relevancia que presten atención a determinados signos de alarma. “Deberían empezar por no ceder terreno de su privacidad e interpretar como control lo que es control. También es importante que preserven una zona completamente íntima y no compartible. En el momento en que uno deja de tenerlo, le está cediendo las llaves del gobierno a otra persona”, señala Teresa Sánchez. 

La decana de la Facultad de Psicología de la Universidad Pontificia de Salamanca también considera que las adolescentes no deben: “Guiarse por señales de un amor romántico o de un encanto superficial de quien se va a convertir en su maltratador. Suelen ser personas embaucadoras, halagadoras… Les suelo decir a mis alumnos que cuando alguien les agasaja mucho, se den la vuelta. Es el encanto propio de una persona psicópata”. Ese encanto va acompañado de promesas de felicidad eterna o de expresiones como "eres la mujer de mi vida" y "contigo al fin del mundo". 

A todo lo anterior se le suman los famosos celos, que a menudo se revisten como una manifestación de lo importante que es una persona en la vida de su pareja o de lo mucho que la necesita. "El amor no puede basarse en la necesidad. Este es otro signo de alarma, al igual que imponga su criterio, que te aleje de tus amigos o familiares, que te acapare más espacio o exige más y más justificaciones de tus actos, de por qué has hecho esto, por qué has hablado con él, por qué te pones esta ropa...", continúa diciendo la psicóloga.  

Lo necesario de la prevención primaria

La violencia machista sigue siendo una lacra en nuestra sociedad y, por desgracia, no existe una fórmula mágica para erradicarla totalmente. Esto no quita que se puedan realizar ciertas acciones que contribuyan a disminuir el número de casos: "Hay que hacer mucha prevención primaria para detectar signos de violencia en los colegios. Por ejemplo, cuando se empiezan a formar las primeras pandillas y parejas. También campañas publicitarias". 

La cultura puede convertirse igualmente en una aliada contra la violencia de género. Teresa Sánchez recomienda dos lecturas para adolescentes: 'Ocho señales. Cuestión de vida o muerte', de Noelia Miguez y Patricia Calveiro, que narra la historia real vivida por una de las autoras y que ayuda a las más jóvenes a identificar cómo empieza el maltrato; y 'Alegría', de M. A. Carmona del Barco, XXIV Premio de Novela Ciudad de Badajoz. 

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