Vivir el cáncer en Navidad cuando la vida se mira de otra manera
Las psicólogas de la AECC y la paciente oncológica Reyna muestran cómo afrontar la Navidad cuando la enfermedad irrumpe en una familia
La Navidad suele llegar envuelta en luces, villancicos, alegría y tiempo de celebración con tus seres queridos. Pero no siempre encuentra a todos en el mismo lugar emocional. Para las personas que conviven con un diagnóstico de cáncer, y para sus familias, estas fechas pueden convertirse en un tiempo especialmente delicado, donde lo que se espera sentir no siempre coincide con lo que realmente se siente.
La diferencia entre lo que se ve fuera y lo que se siente por dentro puede hacerse muy cuesta arriba. La enfermedad, los tratamientos, el cansancio, la incertidumbre o el miedo cambian por completo la manera de vivir unas fiestas que, socialmente, parecen exigir alegría, sonrisas y normalidad. Así lo explican Pilar Carreto y Sara Batanero, psicólogas de la Asociación Española Contra el Cáncer en Salamanca, que acompañan a diario a personas con cáncer y a sus familias. Ambas coinciden en que la dificultad no está tanto en la Navidad en sí, sino en la presión que a veces genera y en la sensación de que hay que estar bien cuando no siempre es posible.
Esta realidad se refleja también en testimonios personales como el de Reyna, de 54 años, diagnosticada de cáncer de mama. Su primera Navidad tras el diagnóstico estuvo marcada por la quimioterapia, el miedo y el desgaste físico, pero también por el apoyo constante de su familia. Su experiencia da voz a muchas otras personas que pasan por situaciones similares en esta época insistiendo en que lo importante no es que todo salga perfecto, sino poder estar juntos, acompañarse y compartir lo que cada uno siente.
La presión de tener que estar bien
"El entorno parece decirte cómo deberías sentirte", explica Pilar. "Las luces, las calles decoradas, los encuentros… todo apunta a la alegría, pero muchas veces eso no coincide con el mundo interior de quien atraviesa una enfermedad". Según las psicólogas, esta diferencia entre lo que se muestra por fuera y lo que se vive por dentro genera una tensión silenciosa que muchos pacientes cargan sin expresar.
Sara añade que las emociones varían según el momento del proceso: no es lo mismo recibir un diagnóstico reciente que estar en pleno tratamiento, ni atravesar una recaída que vivir un periodo de estabilidad. "La Navidad se asocia a celebración, pero cuando hay miedo, incertidumbre o agotamiento físico, surge una presión adicional: la de tener que estar bien", señala.
A veces, el cuerpo marca el ritmo. Un ciclo de quimioterapia próximo, un ingreso hospitalario inesperado o simplemente el cansancio pueden impedir que la persona disfrute de las fiestas como antes. Y esto genera otro miedo: el de "estropear la Navidad a los demás". "Hay pacientes que incluso retrasan sus visitas al hospital por temor a interrumpir las celebraciones familiares", indican las psicólogas. Este gesto refleja hasta qué punto se prioriza el bienestar del entorno por encima del propio.
La enfermedad no solo cambia a quien la padece, también transforma la vida familiar. Surgen dudas, silencios y decisiones difíciles: ¿celebramos como siempre?, ¿lo cambiamos todo?, ¿preguntamos o evitamos el tema? Para las psicólogas, la clave está en la comunicación. "No dar nada por hecho", repiten. Hablar antes, anticipar, repartir tareas, flexibilizar costumbres y, sobre todo, escuchar al paciente, insisten.
Flexibilizar, adaptarse y darse permiso
"La flexibilidad es fundamental", explican las psicólogas de la AECC en Salamanca. "Si hay que cambiar planes a última hora, se cambian. Si alguien necesita retirarse a descansar, no pasa nada. La Navidad no debería convertirse en una prueba de resistencia".
También, ambas insisten en que es importante "darse permiso, permiso para no estar bien, para no acudir a una comida, para irse antes o simplemente para llorar".
La tristeza no es debilidad
Uno de los errores más frecuentes es confundir tristeza con debilidad. "Expresar tristeza no es una señal de alarma, es una señal de fortaleza", apunta Sara. Del mismo modo, las psicólogas declaran que "a veces quienes más ayuda necesitan no son los que lloran, sino los que se aíslan, se muestran irritables o dejan de comunicar cómo se sienten. Estar atentos a los cambios, sin juzgar, es una forma profunda de acompañar".
El acompañamiento también implica evitar la sobreprotección. Hacer todo por la persona enferma, decidir por ella o limitarla constantemente puede enviar un mensaje doloroso: “no puedes". "A todos nos gusta sentirnos útiles", recuerda Sara. "Preguntar qué necesita la otra persona, en lugar de suponerlo, marca la diferencia".
AECC, un acompañamiento que no se detiene en Navidad
En estas fechas, la asociación mantiene todos sus recursos activos. La sede ubicada en la calle Cristo de los Milagros permanece abierta durante la Navidad y el teléfono de atención psicológica funciona las 24 horas, los siete días de la semana. El número 900 100 036 está disponible incluso de madrugada, atendido por psicólogas especializadas, para quien necesite una voz al otro lado en un momento difícil. Además, durante esta época se realizan talleres específicos para pacientes y familias, especialmente enfocados en la Navidad y en el duelo.
Cuando la ausencia se siente en la mesa
El dolor en estas fechas se intensifica cuando la ausencia se siente en la mesa. En Navidad, el duelo pesa más, hay una silla vacía, una costumbre que ya no se cumple, una voz que falta. La ausencia se hace visible en los pequeños gestos y en los momentos que se compartían y ahora se recuerdan.
"No hay estrategias mágicas para el duelo", manifiestan las psicólogas. "Hay dolor, y el dolor hay que transitarlo". Del mismo modo, inciden en que "no se trata de anestesiarlo ni de fingir que no pasa nada, sino de permitirse sentir y dejarse acompañar. La presión social por mostrarse bien, por no romper el ambiente, por no estropear la celebración, puede hacer que muchas personas escondan su tristeza".
En estas fechas, la ausencia no solo se nota, también se compara. Todo recuerda a cómo era antes, a quién ocupaba ese lugar, a lo que hacía o decía. "Hablar de la persona que ya no está, nombrarla, recordarla de forma natural, puede aliviar esa carga silenciosa y evitar que el dolor se viva en soledad" insisten ambas psicólogas de la AECC.
Desde la Asociación Española Contra el Cáncer se subraya la importancia de preparar estas fechas con antelación: decidir si se mantendrán las tradiciones, si se cambiarán, si se hará algún gesto simbólico. Encender una vela, decir unas palabras, dedicar un momento de recuerdo…
¿Cómo viven los niños el duelo en Navidad?
En el caso de los niños, el duelo se expresa de una forma diferente a la de los adultos. Según las psicólogas ellos, suelen vivir las emociones con mayor espontaneidad y naturalidad, pasando del llanto a la risa sin que eso signifique falta de dolor. Esta forma de sentir, más cambiante y menos contenida, es también una manera sana de adaptarse a la pérdida.
Asimismo, las psicólogas manifiestan que a menudo, a los niños les resulta más difícil poner en palabras lo que sienten. Por eso, "su malestar puede manifestarse a través de cambios en la conducta, en el juego, en el carácter o incluso en el rendimiento escolar. Estar atentos a estos cambios es fundamental, especialmente en fechas señaladas como la Navidad, donde la ausencia puede hacerse más visible".
Reyna, paciente oncológica: “La Navidad ya no se vive igual, pero se vive con más verdad”
Todo comenzó de forma lenta y sin que al principio pareciera algo grave. Durante meses, Reyna sintió dolor e inflamación en el pecho, síntomas que achacó a la fibromialgia que padecía desde hacía años. Nada hacía pensar que detrás hubiera algo más grave. Hasta que una mamografía lo cambió todo. "Cuando escuchas la palabra cáncer, te quedas bloqueada. No sabes qué preguntar ni qué pensar. Solo te repites una y otra vez: ¿Tengo cáncer?", recuerda.
El diagnóstico llegó en septiembre del año pasado y, a partir de ahí, el tiempo empezó a correr de otra manera. Pruebas médicas constantes, cirugía, quimioterapia y radioterapia se sucedieron sin apenas tregua. "No hubo descanso. Era una prueba tras otra. Durante la quimioterapia mi cuerpo no respondió bien, me hospitalizaron varias veces y aparecieron trombos en los pulmones. Nunca imaginé que pasaría por algo así".
La enfermedad no solo alteró su día a día, también cambió por completo su forma de vivir la Navidad. Para Reyna, estas fechas siempre habían sido sinónimo de familia. "Para mí la Navidad es reunirme con los míos. Siempre la he celebrado con ilusión, preparando la cena, esperando a mis hijos, disfrutando del tiempo juntos". Sin embargo, la primera Navidad de Reyna tras el diagnóstico fue especialmente dura. Había empezado la quimioterapia justo antes de las fiestas y la energía, la ilusión y las ganas parecían haber desaparecido. "Intentas sonreír, convivir, estar presente… pero no es lo mismo. Y el pensamiento de que quizá no estarás para tus hijos es un dolor que no se puede explicar".
Aun así, en medio de la enfermedad encontró una fuerza que no esperaba. Su familia se convirtió en su apoyo diario. "Mis hijos, mi esposo, mi madre… pero sobre todo mi hija. Siempre estuvo ahí, con palabras positivas, incluso cuando yo no quería escucharlas. Nunca me dejó caer". Esa presencia constante y ese cuidado silencioso, fue lo que le dio a Reyna fuerzas para levantarse cada mañana.
La primera Navidad se limitó a estar. A descansar. A dejar que fueran otros quienes organizaran todo. "Mi cabeza no estaba en la celebración. Estaba allí por mi familia, porque pensaba ‘y si no vuelvo…’. No quería que me vieran triste, pero las emociones son inevitables. El miedo, la angustia, la incertidumbre están ahí y a veces intentas esconderlas para que los demás no sufran más".
Con el paso del tiempo, algo empezó a cambiar. Tras terminar la radioterapia, Reyna continúa ahora con un tratamiento de terapia hormonal y revisiones periódicas. El proceso sigue, pero la mirada es distinta. "He aprendido a vivir el día a día. El año pasado me preguntaba si estaría la próxima Navidad. Esa pregunta es durísima. Este año no. Este año siento que tengo una oportunidad. De estar, de disfrutar, de abrazar, de decir lo que siento".
La Navidad actual ya no es como antes, pero tiene otro significado. "Ahora la vivimos con más verdad. Todos colaboramos, organizamos la cena entre todos. No importa si hacemos pavo o pizza. Lo importante es estar juntos". Reyna vuelve a implicarse poco a poco, aunque escucha su cuerpo y respeta sus límites. "Hay secuelas: dolor, cansancio, días en los que no quieres ver a nadie. Y eso también hay que respetarlo. Que te dejen espacio, que entiendan que no todos los días son iguales".
En este camino, el acompañamiento psicológico ha sido clave. La Asociación Española Contra el Cáncer ha sido un apoyo fundamental desde los momentos más duros, incluso durante los ingresos hospitalarios. "Me han dado herramientas, me han devuelto ilusiones y me han acompañado cuando más lo necesitaba. Con ellos puedo decir lo que siento sin miedo ni culpa, algo que no siempre es fácil con la familia".
Reyna destaca especialmente la importancia del apoyo emocional después de los tratamientos más intensos. "Cuando terminas, se produce un vacío. Pasas de tener el hospital como tu casa a sentir que no sabes muy bien dónde estás. Ahí el apoyo psicológico es todavía más necesario". Los talleres, las sesiones y el acompañamiento continuado le han permitido avanzar "pasito a pasito".
Hoy reconoce que el cáncer es una montaña rusa. "Cada revisión trae noticias buenas o malas. Hay días en los que estás fuerte y otros en los que vuelves a caer. Por eso el apoyo es tan importante". A quienes acompañan a personas con cáncer, les pide paciencia y comprensión. "No intenten forzarte a sonreír. A veces un mensaje, un gesto o un abrazo es suficiente".
También lanza un mensaje de esperanza realista. "Es un proceso duro, para quien lo vive y para la familia. Pero con fe, esperanza y apoyo se puede avanzar. Hay que disfrutar los momentos, da igual que sea Navidad, verano o cualquier día. Aprendes a valorar lo que antes pasaba desapercibido".
Reyna se define ahora como una mujer distinta. "No vuelves a ser la misma, ni física ni mentalmente. Cambias. Aprendes a vivir de otra manera, a quedarte con lo que de verdad importa". Y mientras continúa su tratamiento, su objetivo es claro: "Seguir estando, seguir disfrutando de mi familia y de todo lo que la vida me permita", finaliza.
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