Multitudinario Lunes de Aguas en Salamanca con la resaca electoral

La tradición recoge que este día los salmantinos deben ir al campo a comer el típico hornazo, una elaboración con masa rellena de embutido

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Este lunes 29 de abril vuelve a Salamanca el famoso Lunes de Aguas, una tradición en la que los salmantinos van al campo acompañados de su familia y amigos para comer el típico hornazo y comer el día en familia. Lugares como el entorno del puente romano, parques o los pueblos de la comarca han sido siempre los destinos favoritos para celebrar este día, especialmente por los jóvenes.

¿Por qué se celebra el Lunes de Aguas?

Como recoge el Ayuntamiento de Salamanca, los orígenes del Lunes de Aguas se remontan al siglo XVI. El 12 de noviembre de 1543 hace su entrada solemne en la ciudad de Salamanca un jovencísimo Felipe II, de dieciséis años de edad, en medio de una gran expectación popular. El joven príncipe va a desposarse en la ciudad del Tormes con la princesa María de Portugal. En los días sucesivos, en que tienen lugar los actos de celebración de los esponsales, Felipe II contempla con asombro el plural rostro de Salamanca.

Las bodas tuvieron lugar en las casas del licenciado Lugo, frente a Santo Tomé (en la actual plaza de Los Bandos). Hasta el día 19, en que marcharon los recién casados hacia Valladolid, se sucedieron en Salamanca festejos, corridas de toros, juegos de cañas, justas y torneos entre los dos bandos tradicionales de la ciudad, juergas, bailes y otras chanzas, de manera ininterrumpida.

Felipe queda asombrado de cómo esta sobria y señorial capital de la Meseta funde en su seno el templo del saber, la luminaria del cristianismo europeo, el dogma y la palabra, y al mismo tiempo, y sin conflicto, el ocio y la diversión sin límites ni miramientos. Y es que Salamanca en aquellos años encierra en su seno a más de ocho mil estudiantes (sirva como dato esclarecedor que Madrid tenía once mil habitantes en el primer tercio de siglo XVI), entre los cuales hay becados, sopistas, señoritos de postín; y mueven a su alrededor un complejo mundo humano plagado de criados, mozos de cuadra, taberneros, mujeres públicas, lavanderas, amas de llaves, buhoneros y feriantes.

Pícaros, incluseros, 'Lazarillos' avispados, ciegos resabiados, alcahuetas y 'Celestinas' poblaban los arrabales de Salamanca, que se convierte en fuente de este tipo de géneros literarios. Felipe II dentro de su rectitud cuasi monacal queda perplejo con tamaño espectáculo y promulga un edicto en el cual ordena que durante los días de Cuaresma y Pasión la prohibición de comer carne se haga extensible en todos los sentidos, y para evitar conductas que conlleven pecado carnal, obliga a que las mujeres "de vida alegre" sean expulsadas de la ciudad, y conducidas extramuros durante el citado periodo cuaresmal, poniendo además como condición que ninguna sea osada de acercarse a menos de una legua de los límites de la ciudad so pena de sufrir gran castigo.

Dicho y hecho, a partir de este edicto, las prostitutas de Salamanca abandonaban la ciudad antes de comenzar la Cuaresma y el tiempo de abstinencia, y desaparecían de ella de manera temporal, recogiéndose en algún lugar al otro lado de río Tormes. Pasada la Semana Santa y con ella el periodo establecido, las rameras regresaban a Salamanca el lunes siguiente al Lunes de Pascua, para lo cual los estudiantes organizaban una grandísima fiesta, las calles de Salamanca se trocaban en torrentes de vino tinto, y salían a recibirlas ala ribera del Tormes con gran júbilo, estrépito y alboroto.

El 'Padre de Mancebía' o 'Padre Putas' encabezaba una comitiva de jóvenes y estudiantes que, con ramas de árboles en las manos, cruzaban el Tormes en barcas para recoger a las mujeres públicas de su destierro y devolverlas con notorio alborozo al burdel de la ciudad. Los salmantinos se congregaban en la ribera del río para merendar y contemplar tan especial 'operación retorno'.

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