Finlandia, el modelo olvidado contra la Covid-19 que puede salvar las navidades

Este país nórdico acumula resultados mucho mejores, tanto en salud como en economía

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 Foto de navidad
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La estrategia contra la pandemia que se dio en llamar modelo sueco, manteniendo al mínimo las restricciones y confiando en la inmunidad natural, ha acabado pareciéndose a la comida rápida: sabemos que no nos conviene, pero es tentadora. Sobre todo en fiestas y vacaciones como las que se avecinan. Hay, sin embargo, un ejemplo nórdico que acumula resultados mucho mejores, tanto en salud como en economía: Finlandia, según informa el diario El Mundo.

Tras dispararse sus ingresos hospitalarios, Suecia acaba de restringir, por primera vez, los horarios de la hostelería, que cierra a las 22.30 y deja de despachar alcohol a las 22.00 desde el 20 de noviembre. Su economía, además, ha sufrido mayores daños que las de países de su entorno, como Noruega o la propia Finlandia, que podrían considerarse los representantes europeos del modelo asiático: estrictos en el rastreo, las cuarentenas y el control de fronteras, y muy rápidos en implantar medidas.

Finlandia, con cinco millones y medio de habitantes, ha sumado 376 muertes durante toda la pandemia, cifra similar a la diaria en España en las últimas jornadas. Los números de fallecidos en Suecia son, en cambio, muy superiores a los del resto de países nórdicos, tanto en la primera ola como en la segunda. Además, durante el dramático segundo trimestre de 2020, el PIB de Suecia fue el que más cayó de la región, un 8,6%, frente al 4,5% de Finlandia.

La nueva restricción horaria a la hostelería en Suecia es similar a la de varias regiones españolas, como también a la que se acaba de adoptar en Helsinki. La diferencia es que, en términos epidemiológicos, Finlandia y Noruega actúan mucho antes.

En Oslo, bares y restaurantes no pueden servir alcohol desde la semana pasada, mientras que la capital finlandesa ha limitado los horarios tras alcanzar una incidencia acumulada de 50 casos por 100.000 habitantes en 14 días. España ya sufría el inicio de la segunda ola, con datos de transmisión superiores, en julio.

Además de tener una baja densidad de población, economías tecnológicamente avanzadas y una cultura menos dada al contacto físico, tanto Finlandia como Noruega se han volcado en la prevención. Dos ejemplos: las universidades de Finlandia entrenaron en verano a miles de rastreadores, mientras que Noruega posee capacidad para hacer test de diagnóstico al 5% de su población en sólo una semana.

Pese al éxito obtenido hasta ahora, Sanna Marin, primera ministra de Finlandia, ha avisado de que la situación de su país "podría empeorar muy rápido", y ha pedido, en recientes declaraciones al Financial Times, que Europa consensúe una política común contra el virus, ante el riesgo de que "más y más protestas" conviertan al continente "en un caldo de cultivo para los populismos".

La gobernante, de 35 años, considera que la eficacia en el seguimiento y diagnóstico de contactos, el uso masivo de su app de rastreo y medidas restrictivas como la cuarentena a los viajeros han sido esenciales para que Finlandia sea el país con menos casos de Europa. Aunque avisa: "Cuando cierras una economía y los lugares de trabajo de la gente, se produce inestabilidad política. Los populistas vienen con respuestas fáciles a problemas difíciles, pero sus soluciones rara vez son las correctas".

Una reciente encuesta realizada en EEUU, publicada en Social Science and Medicine, ha puesto también el foco sobre el peligro de las ideas negacionistas y conspiranoicas. "La gente que mantiene esas creencias está menos dispuesta a tomar medidas preventivas, como ponerse mascarillas, y está menos dispuesta a aceptar la vacuna una vez que esté disponible", explicó a este diario Daniel Romer, investigador en la Universidad de Pensilvania y primer autor del estudio.

¿Son las medidas o las costumbres?

"Estas creencias son más comunes entre quienes siguen a los medios que apoyan al presidente", añadió, en referencia a Donald Trump. "Un factor muy importante tiene que ver con cómo modificamos nuestros comportamientos, independientemente de cómo se pongan las medidas o cómo estén saliendo", explica, por su parte, José Jonay Ojeda, portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (Sespas).

"La cultura, la manera en que la gente se comporte y cumpla las reglas, puede ayudar", añade este experto, quien recuerda que, más que la adhesión a un modelo concreto u otro, la segunda ola ha traído "una mezcla de restricciones", que varían entre países e incluso entre regiones de un mismo país.

Existen, sin embargo, elementos que parecen comunes a toda estrategia exitosa, una de las cuales quizá nos sea más cercana que las asiáticas o las nórdicas: "Otro ejemplo sería Alemania", indica Ojeda. "Es verdad que ahora está en la segunda ola, pero ha tenido siempre un modelo basado no solamente en hacer pruebas, sino en detectar rápidamente a los contactos y un aislamiento rápido", añade. "Creo que es buen modelo aquel que intenta establecer las medidas de forma precoz".

De lo contrario, avisa Ojeda, una vez que dobleguemos la curva "podríamos tener la tentación de volver a repetir la historia. Nos puede pasar con las Navidades. El riesgo es que esto se nos puede repetir con una tercera ola, una cuarta ola...".

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