¿Fobia a los perros? Por qué aparece y cómo superarla

Es importante prevenir la cinofobia en los niños, pues aunque no haya uno en casa, tendrán que convivir con ellos

 Perro
Perro

Casi la mitad de los hogares en España tienen al menos un perro, por lo que habitual, aunque no tengamos una mascota en casa convivimos de alguna manera con ellos, ya sea caminando por la calle, en los parques o cuando vamos a casa de amigos o familiares. En general, a la gente le gustan los perros o, al menos, los toleran, pero existe una minoría, alrededor de un 10% de la población que les tiene miedo. Es lo que se conoce como cinofobia, una fobia o miedo irracional a estos animales que llega incluso a condicionar el día a día de quienes la sufren.

Rafael San Román, psicólogo, habla al diario digital 20minutos, de sus síntomas y nos da algunos consejos para superar este tipo de miedo.

¿Qué síntomas provoca la cinofobia?

Al igual que todas las fobias, el miedo irracional a los perros se caracteriza por "una reacción de miedo muy intenso, normalmente ocasionada por la presencia de un estímulo o situación específicos -en este caso, un perro- o por la perspectiva de que estos aparezcan". Estas emociones intensas provocan unas reacciones fisiológicas, propias de un estado de ansiedad, como “agitación, inquietud, sobreactivación… que pueden manifestarse de maneras muy diversas ante la presencia o proximidad del estímulo al que se tiene la fobia o incluso por imaginar que ese estímulo está presente”, asegura Rafael San Román.

Es decir, que basta con imaginarnos que vamos a encontrarnos con un perro, para que nuestro sistema nervioso se active y se produzcan síntomas como:

Palpitaciones

Sudoración excesiva

Sensación de falta de aire e hiperventilación

Terror o angustia

Llanto (sobre todo en niños)

Tensión muscular

Conductas de evitación, como salir corriendo si vemos un perro, aunque sea de lejos o pedir a amigos o familiares que encierren al perro si vamos a visitarles.

¿Qué la causa?

Por lo general, las fobias aparecen después de haber tenido una mala experiencia con los perros durante la infancia, haberla vivido de cerca o haber vivido un evento traumático que la persona asocia a un perro, como un mordisco o intento de mordisco, un perro que nos tiró al suelo sin querer cuando intentaba saludarnos, un fuerte gruñido cuando intentamos acariciarlo... A partir de ese momento, se generaliza el miedo a todos los perros.

Otras, sin embargo, basta con asociar los perros con algo que nos han contado, alguna creencia o incluso si alguno de nuestros padre la padece, "no es imprescindible haber vivido en primera persona esa experiencia para desarrollar una fobia, ya que la experiencia propia no es la única vía por la cual los humanos establecemos aprendizajes, y una fobia es un tipo de aprendizaje", explica San Roman, “también aprendemos por cosas que vemos que les pasan a otros, por cosas que nos cuentan o, incluso, de una manera mucho más instintiva: puede darme muchísimo miedo un determinado estímulo y, tenderé a evitarlo, sin haber tenido una experiencia negativa con ninguno, al menos de manera consciente, sino simplemente por ser hiperreactivo a ese estímulo”. Esto último explicaría la fobia a los perros desde pequeños, e incluso desde bebés, y que a veces la fobia a los perros puede ir acompañada de otro tipo de fobias, como a los insectos u otro tipo de animales de compañía.

¿Cómo se supera?

Si una fobia es muy intensa y muy incapacitante, hasta el punto de no dejarnos llevar una vida normal, lo más eficaz es buscar ayuda profesional, pues una fobia no deja de ser un trastorno de ansiedad.

El psicólogo en cuestión evaluará el caso para buscar el tratamiento más adecuado, pero el más efectivo en el caso de las fobias, “sobre todo cuanto más específicas son, suelen tener un pronóstico bastante favorable con un abordaje cognitivo-conductual. Dentro de este enfoque también hay diferentes técnicas y una de las más utilizadas es la llamada desensibilización sistemática, una técnica que persigue hacer que la reacción de la persona hacia el estímulo que le resulta aversivo vaya descendiendo poco a poco mediante aproximaciones sucesivas al mismo, habiéndole entrenado previamente en su capacidad para regular la ansiedad que se le despierta”.

En fases iniciales, pueden utilizarse fotografías, contenido audiovisual, peluches… y terminan con la exposición a animales vivos. Como en el caso de otras fobias, este proceso puede llegar a ser lento, que requiere constancia, esfuerzo y trabajo, pero se puede conseguir.

¿Podemos hacerlo solos?

Acudir a un psicólogo siempre será más rápido y eficaz, pero en caso de no se trate de una fobia muy intensa o un miedo sin más que no afecte de manera exagerada a nuestro día a día, podemos poner de nuestra parte para que la convivencia con los perros sea más llevadera, algo que pasará siempre por una exposición progresiva y consciente,

“Si se trata de un miedo manejable que se quiere superar, no queda más remedio que exponerse poco a poco y en condiciones seguras y manejables a los perros que haya en el entorno, aumentando progresivamente el nivel de cercanía hacia ellos”, aconseja Rafael. Y eso puede hacerse, por ejemplo, “mirando desde lejos, ir acercándose, permitir que perros tranquilos y pequeños se acerquen y le huelan, atreverse a una pequeña caricia, etc.”. Esas técnicas, aunque pueden funcionar y ayuden a superar el problema, siempre serán menos eficaces, pues “con un tratamiento adecuado dicha superación -en los casos en que haya sido posible- habría sido más rápido y sostenido en el tiempo”.

También es importante que, aunque no pensemos tener un perro, intentemos prevenir la cinofobia desde niños, pues tendrán que convivir con ellos de todas formas. Para evitarla, podemos permitir que los niños se acerquen a los perros de forma segura y gradual desde pequeños e intentar no transmitirles nuestros propios miedos.

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