El próximo fin de semana, Portugal será un país fantasma desde las 13 horas hasta las cinco de la madrugada. La escalada de casos ha obligado al Gobierno luso a imponer un toque de queda tan drástico que comenzará al medio día. La decisión pretende frenar los contagios en comidas familiares: el 68% de los nuevos positivos se produce en estos encuentros familiares que se disparan el fin de semana, según informa el diario ABC.
Aquello de «voy a tomar el aperitivo a casa de mi madre o de mi tío» se ha revelado, por tanto, como un factor de riesgo ya que se juntan personas que no conviven en el día a día, lo que incrementa las posibilidades de dar positivo.
A partir del próximo sábado, si alguien es interceptado en la calle desde las 13.00 horas sin una justificación convincente que pueda probarse no tendrá que pagar ninguna multa, pero será acompañado a su domicilio por los agentes de seguridad o Protección Civil desplegados a tal fin.
La medida estará vigente a lo largo de los dos próximos fines de semana (inicialmente, al menos) en el 70% del territorio del Portugal continental, ya que concentra las más altas tasas de afectados. Especialmente, en Lisboa y Oporto, además de los núcleos de población que rodean a las dos principales ciudades del país.
Brunch en lugar de comidas
Es el síntoma de que la situación está fuera de control en el país vecino, que lleva meses con un comportamiento moderado y que, no obstante, ve ahora con inquietud cómo los números rojos asoman la cabeza en la misma línea (proporcionalmente hablando) que en Francia, Reino Unido, Italia o España. Y es que no puede olvidarse que son 10,5 millones de habitantes los que se dispersan de norte a sur, desde la franja del río Miño hasta el Algarve.
Así las cosas, numerosas actividades se están reubicando, como demuestra el Cascais Jazz Club anticipando su Brunch & Bossa Nova del domingo 15 de noviembre a las 10.30 horas… con el fin de que los asistentes puedan regresar a sus domicilios antes del tope de las 13.00 horas.
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