Nervioso y a punto de desfallecer, Víctor Coella se sentó frente al juez Frank Caprio. Se le acusaba de conducir con exceso de velocidad junto a una zona escolar.
“No conduzco tan rápido, juez. Tengo 96 años, conduzco despacio y sólo cuando tengo que hacerlo”, dijo Coella en su comparecencia en una corte de Rhode Island, en los Estados Unidos.
Y las lágrimas corrieron por las mejillas de este anciano al revelar el motivo que lo obligó a sentarse al volante. Tenía que llevar al hospital a su hijo con cáncer y en situación de discapacidad.
El juez Caprio, con fama de hombre duro, cedió esta vez y mostró su lado compasivo.
No solo le perdonó la multa a Coella, sino que lo felicitó por ser un ciudadano de honor: “Eres un buen hombre. Tienes más de noventa años y sigues cuidando a tu familia. Eso es maravilloso”.
El juicio resultó tan emotivo que ha terminado en las redes sociales, donde la mayoría aplaudió el gesto de bondad del juez. Sin embargo, algunos cuestionan que no se aplicara la ley, ya que al conducir con exceso de velocidad se pone también en peligro la vida de otras personas.