Las restricciones del coronavirus han arrasado con las fiestas patronales de los pueblos, una cuestión que puede resultar suplerfua pero que afecta a un gran cantidad de ciudadanos de toda España. Las celebraciones en honor al patrón del municipio, especialmente las de verano, son muchas veces el único evento grande con el que cuentan los habitantes de dicha localidad. Aquí, en la España vaciada, cuya hemorragia demográfica no deja de sangrar, las fiestas patronales son un soplo de aire fresco para los residentes de esos pueblos pequeños que parece que ya no cuentan para nadie; o mejor dicho, que ya no cuentan para los políticos.
Morille, ubicado en la Comarca del Campo de Salamanca, es una de esas pequeñas localidades, prácticamente una aldea donde no están censandas más de 230 personas en el padrón municipal. Durante sus fiestas su población se multiplica, un fenómeno que se repite en casi todos los pequeños pueblos de la tierra salmantina. Este año, con el fin de disfrutar de lo poco que les dejan de sus celebraciones patronales, han salido a la calle para celebrar una misa al aire libre en la que honrar a su patrón.
Con distancia de seguridad y medidas antiCOVID-19, los vecinos de la localidad han podido honrar su fe celebrando la tradicional eucaristía.