Vivir el confinamiento en el centro 'Ave María' de Santa Marta

Las hermanas del Instituto Secular Cruzada Evangélica y las educadoras han mantenido las rutinas con las madres y los pequeños que viven en este hogar

 

 CENTRO AVE MARIA 2
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La directora del centro materno-infantil Ave María, Rosario Álvarez, reconoce que la noticia del estado de alarma, “nos cogió desprevenidos”, y se vieron obligadas a cesar el servicio de voluntariado en el ropero, entre otras actividades vinculadas con el exterior de la casa. En ese momento, en la casa vivían 12 madres con sus 15 hijos, recoge el boletín de la Diócesis de Salamanca.

Pero como detalla, “vimos importante mantener las rutinas y aprovechar este tiempo para atender de forma más individualizada a las jóvenes, más tiempo a la escucha, y realizar trabajos juntas”. Esta religiosa también subraya los momentos de oración, “en definitiva, compartir más la vida y hacer familia“.

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Después de dos meses de confinamiento, Rosario Álvarez asegura que han vivido momentos “muy duros”, en los que han recibido llamadas de madres que estaban ya fuera del centro, “que se han quedado sin trabajo y se han visto obligadas a dejar sus pisos, teniendo que buscar otras alternativas”, algunas solucionadas a través de Cáritas diocesana de Salamanca,  apunta. Asimismo, se han visto sorprendidas por gestos solidarios, “por parte de personas particulares y diferentes entidades, que con sus donaciones y gestos de cariño, están haciendo más llevadera la delicada situación”.

Rocío es una de las educadoras del centro Ave María. Ella tiene claro que no es fácil transmitir lo que han vivido durante estas semanas de confinamiento: “Porque veía que las noticias y la información de todo esto era abrumadora y desalentadora”, y los cambios en la casa, “llena de personas, de madres y de niños a los que resulta muy difícil no abrazar y besar, y ahora eso no debíamos de hacerlo”. En un primer momento se centraron en la limpieza, en los lavados de manos, y en intentar mantener rutinas que no afectaran demasiado al bienestar de quienes viven en ella”.

Las madres también comparten sus sensaciones del confinamiento. Como Ana, de 21 años, que vive en el centro junto a su hijo de 17 meses. “Acababa de empezar mis prácticas en una agencia de viajes tras dos años de formación, era muy feliz por ello”. Para esta joven madre, todo esto era nuevo, “por suerte nosotras disponíamos de una casa enorme y con jardín”. Ella valora el tiempo que ha podido dedicar a su hijo, con sus compañeras, “participamos en actividades con el resto de la casa, tenemos nuestras horas de trabajo y nuestros ratos más movidos, todos ellos creo que son buenos, nos hacen crear lazos y no estar quietas”.

Monika tiene 20 años, y su hijo, 20 meses. Ella reconoce que al principio estaba agobiada y asustada, “pero esto me ha ayudado a estar más con mi hijo, a pensar más en el presente, a ver la realidad que hay fuera, que está muy mal la situación”.  Otra madre de la casa es Blanca, de 23 años, con su hijo Joel, de seis meses. Esta joven valora los momentos en los que han rezado unidas “por todas las personas que estaban hospitalizadas y no tenían visitas en el hospital”, y siempre salían a aplaudir junto a las educadoras.

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Xóchitl tiene 31 años, y también comparte sus sensaciones tras dos meses de confinamiento en el centro Ave María. Su hijo tiene dos años y medio. “Lo tengo todo, mi hijo es feliz y comparte los días con todos los niños de la casa, al igual que yo con todas las madres”, afirma. Erika también forma parte de esta “familia” de madres coraje, que luchan cada día por sus hijos. “Nuestro día a día es una lucha constante por mejorar”, subraya. El confinamiento tratan de llevarlo con normalidad: “Tenemos clases de nuestros estudios por internet, hemos aprendido cocina, incluso, he tenido tiempo de reflexionar”, insiste esta joven, porque cree que con toda esta situación, “tenemos que tener más empatía hacia los demás”.

Otra de las madres del centro es Aren, de 26 años, que tiene dos hijas de 21 meses y tres años. “Me siento muy afortunada porque a pesar de no tener ningún familiar en España, siento que tengo mucha gente que me quiere, y por supuesto, a mis hijas, que como madre es lo más importante”. Para ella, este tiempo de pandemia le está dando la oportunidad de reflexionar, “de dar importancia a lo que realmente la tiene”, y asegura que le ayudará “a ser mejor persona, a luchar más por mis hijas, con más fuerza”.

Adriana es otra de las educadoras de la casa y también reconoce que con esta pandemia “se aprende a valorar lo que tienes día a día”, de aprovechar cada momento, “como si fuera el último, porque hoy estás aquí pero mañana no sabemos”. Ella cree que esta pandemia “nos ha cambiado la vida en todos los sentidos, desde la manera de relacionarnos, de gestionar nuestras propias emociones, hasta la forma de utilizar nuestro tiempo".

Fuente: Diócesis de Salamanca

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