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La Alberca, en la provincia de Salamanca, celebra un año más la rifa del Marrano de San Antón, una tradición solidaria que, en esta ocasión, apadrinada por el director de cine Suso de la Nava

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La Alberca acoge la tradicional rifa del Marrano de San Antón y la bendición de los animales   JESÚS FORMIGO : ICAL
La Alberca acoge la tradicional rifa del Marrano de San Antón y la bendición de los animales JESÚS FORMIGO : ICAL

Un sol ciertamente inesperado alumbraba este sábado en La Alberca, provincia de Salamanca, para la tradicional y solidaria rifa de San Antón que, un año más, se ‘esperó’ al fin de semana para contar con la participación de centenares de vecinos y visitantes. Y eso que las voces amigas recomendaban hoy hacer acopio de la ropa de abrigo más pesada del armario. Y más en el corazón de la Sierra de Francia, allí donde nace la belleza más genuina, entre picos y valles, especialmente con el vigor de las aguas tras las copiosas lluvias caídas durante la última semana, pero también donde el viento del Atlántico es capaz de castigar sin piedad. 

Sin embargo, no fue así este brillante día invernal que, en el municipio serrano, traspasó el protagonismo de ‘Juan’, y su borrasca, a ‘Antón’, el marrano albercano que hasta hoy campaba libre por el empedrado de sus calles, y también, por coincidencia en el calendario, con el patrono del pueblo, San Sebastián. Por ello, los más jóvenes, los solteros, llevaron a media mañana en andas al santo hasta la iglesia. Tras la misa, bendición de los animales ante el templo y, justo después, traslado a la plaza, donde aún aún permanecían los adornos lumínicos de Ferrero Rocher. Hasta hoy. 

Y es que en La Alberca, este año han tenido una Navidad de lo más dulce. Pero hoy, eso sí, el ambiente era distinto. La medieval y coqueta plazoleta empedrada de uno de los municipios más bonitos de España, título mediante, olía a lumbre, a guiso de pote, a muchedumbre y, por qué no, olía a antaño. Entre la neblina y el humo, bajo los soportales con niños columpiándose, el crucero que preside y los puestos artesanales que rodean, resonaba pizpireta la dulzaina y juguetón el tamboril: el son tradicional, el folclore más auténtico de la Sierra, que “no puede faltar”. Y los bailes, el bullicio, los vinos, las cañas, el tapeo, y el jolgorio y las risas.

Ataviado con ropaje tradicional de labranza, el alcalde de La Alberca, Miguel Ángel Luengo, reconoce a Ical que este año, el Marrano de San Antón es “muy especial”. “Es una fiesta muy tradicional y que la vive mucho, sobre todo, el pueblo, a la gente del pueblo le gusta. Mantener las tradiciones es seguramente una de las imposiciones que nos hemos hecho a lo largo de la historia en la Alberca y no se va a perder porque la gente las ama, las quiere”, reflexiona el regidor. Tras una Navidad “preciosa” y “de mucha ilusión” en la que, según recuerda, ha estado “media España” en el municipio, el alcalde destaca el protagonismo de su pueblo, de nuevo con la fiesta de este sábado.

Y es que, La Alberca “vale para todo”, según Luengo, “vale para estar al frente, para trabajar, vale para festejar”, pero sobre todo, “vale para ser solidario”. “El Marrano San Antonio es el máximo exponente de esa solidaridad del pueblo. Cuando todo el mundo sabe que va para una organización, para una familia necesitada, para una acción benéfica, el pueblo se vuelca y bueno, pues es la solidaridad la que reina hoy en la fiesta”, explica, recordando que la recaudación de esta edición es para la asociación Pyfano, de niños oncológicos de Castilla y León y la Unidad de Oncología del Complejo Asistencial de Salamanca, es decir, “para gente que, por desgracia, tiene que vivir esa realidad del cáncer”, un mal contra el que quien “ayudar mínimamente con una ‘gotita’ en un océano”.

Solidaridad y tradición

Este año, el padrino de la fiesta era el cineasta salmantino Suso de la Nava, quien sustituyó en estas lides a su popular compañera de gremio Isabel Coixet. De la Nava es el director de la película ‘Burujú, el último unicornio’, un proyecto solidario en el que los niños oncológicos son protagonistas y que ha sido presentado en diferentes municipios durante los últimos meses. El director de cine, además, subraya en declaraciones a Ical la importancia del Marrano de San Antón, además de por su componente solidario, también por el tradicional. “Todo lo que sea respetar las tradiciones, es un respeto a los mayores, a nuestros antepasados, a los abuelos”, señala.

Y en este caso, como director de ‘Burujú, el último unicornio, valora “el honor y el privilegio” de haber realizado la película. “Es un proyecto que trata de hacer un poco visible lo que son las aulas hospitalarias en los centros sanitarios. Mucha gente no sabe que dentro de los hospitales hay aulas para los niños que pasan largas temporadas allí y que no pueden ir al colegio. Me gusta la posibilidad de darle visibilidad a estos niños y sobre todo el hecho de que puedan salir del hospital y evadirse un poco del día a día”, apunta. Suso de la Nava, por otro lado, agradece que la borrasca haya dado una tregua para poder disfrutar esta fiesta. “Ha salido un día maravilloso con sol, aunque ayer tuvimos nevada y estábamos preocupados con el hecho de poder asistir, pero bueno, hemos tenido la suerte de que toda la gente que está aquí hoy con todos nosotros, o sea, que fenomenal”, comenta.

De un lado a otro de la plaza, y también vestido con traje de labranza, en paño de pana marrón, deambula el presidente de la asociación cultural Cateja Teatro, Isidro Luengo. Es el 45 aniversario de la misma y, como cada año, colaboran, igual que todos los industriales y comerciantes del pueblo, para “realzar un poquito más” la fiesta del Marrano de San Antón. “Esto antiguamente se hacía el 17 de enero, que es su santo, y era prácticamente para el pueblo, pero por suerte ha cogido tanto ímpetu, ahora tenemos la plaza casi llena”, explica, cuando aún queda un buen rato para el sorteo.

La historia del Marrano de San Antón no hunde sus raíces en la Sierra de Francia, sino que es de origen medieval y estaba extendida por toda España. “Ya unos frailes franceses, que se llamaban los ‘antoninos’, soltaban cerditos por sus calles para dar de comer a los peregrinos que iban a ir al Santiago de Compostela. Y ahora, es para actos benéficos. Hace 60 años lo que se sacaba del cerdo iba para remediar a gente que tenía problemas para comer y esas cosas, tenían una pobreza relativa. Actualmente, por suerte, eso está bastante arreglado y lo que se hace es dárselo a una asociación”, resume a Ical el presidente de la asociación.

El protagonista, en cualquier caso, es un gran cerdo cebado llamado ‘Antón’, como cada año, y que aún deambula por las inmediaciones de la plaza antes de encontrar a su nuevo dueño a través de la rifa. “No sé si está suelto por ahí ahora, pero bueno, ha permanecido desde junio que se suelta, el día 13, hasta hoy, 20 de enero, caminando por las calles, excepto los días que había muchísimo turismo, que lo encerrábamos, más por su bien, por su calidad de vida. Ha estado comiendo a cuerpo de rey pero, como a todo cerdo, le llega a su San Martín, ¿no?”, pregunta.

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