Mario Cabrera, la vocación sacerdotal de un joven de Cantalapiedra

La diócesis cuenta con tres jóvenes en formación en el Teologado de Ávila, todos ellos del arciprestazgo de Peñaranda-Calvarrasa-Las Villas

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 Mario cabrera
Mario cabrera

Mario Cabrera sintió que el Señor le tocaba el corazón y que su camino en la vida sería junto a Él. Este joven de Cantalapiedra, de 20 años, reconoce que la decisión no ha sido fácil: “Es ir a contracorriente de lo que piensa el resto de la gente, pero al final es el Señor el que te toca el corazón y tienes que decidirte”. Y este año ha dado ese paso y ha entrado en el Seminario de Salamanca.

La diócesis cuenta en la actualidad con tres jóvenes en formación en el Teologado de Ávila, todos ellos del arciprestazgo de Peñaranda-Calvarrasa-Las Villas. Mario Cabrera ha comenzado el denominado periodo del propedéutico, de iniciación, “es una novedad, con momentos de formación en la Universidad, los lunes, martes y jueves, y los miércoles y viernes, en la casa, más relativa a nosotros, sobre cómo nos sentimos, nuestra vocación, etc.”. El grupo de cinco jóvenes que se encuentran en ese periodo formativo, junto a Mario, hay vocaciones de Segovia, Plasencia, Zamora y Ávila, llevan otro ritmo dentro del Teologado, “aunque las oraciones y la liturgia de las horas la hacemos juntos”.

Su vínculo a la parroquia de Cantalapiedra es constante desde niño. “Primero por mi familia, y después, me fui involucrando junto a sus párrocos anteriores, Tomás Gil y Juan Andrés Martín, y con el actual, Anastasio Fariza”, relata. Otro puntal en su decisión ha sido el grupo de jóvenes de su arciprestazgo, al que pertenece desde que se confirmó a los 15 años. “Nos reunimos una vez al mes, donde tratamos oraciones y formación, además de organizar convivencias con los niños”, detalla. En concreto, realizan hasta tres, en Adviento, Cuaresma y Pascua, y en verano, el campamento. Este grupo está formado por cerca de 20 jóvenes de entre 16 y 38 años.

En cuanto a su vocación sacerdotal, este último año ha sido clave para tomar la decisión: “Comencé a estudiar Historia, pero descubrí que no era lo mío, y fue entonces cuando pensé que quizás el Señor quería otro camino para mí”. Su primera reacción fue tratar de ocultar esos pensamientos, “me decía a mí mismo que me quitara la idea de la cabeza, que no era lo mío, pero al final, el Señor te va agarrando, te va haciendo suyo y tienes que tomar una decisión”.

El punto de inflexión fue tras realizar unos ejercicios espirituales en el monasterio de la Trapa, en Palencia, junto a los seminaristas Alfonso Hernández y Ciriaco García; y los sacerdotes, Tomás Gil y Juan Andrés Martín. “Fue cuando me lancé, me tocaba, el Señor me agarraba y me decía, ¡vente!”. Una vez dado ese paso confiesa que fue duro: “luego es mucha alegría la que se siente”, admite.

Por otra parte, Cabrera es consciente del reto de futuro al que se enfrenta, “pero lo hago con mucha esperanza y alegría, sabiendo que el Señor, aunque seamos poquitos, nos sigue llamando”. Lo tiene muy claro: “Es un reto muy grande, y bonito”. Todo el camino que le espera lo afronta con esperanza y alegría, “porque, aunque sabemos que somos poquitos, somos los que estamos, y hay que hacer lo que el Señor nos pida y tirar para adelante”.

En cuanto a la postura de su familia, indica que, al principio, “les costó”, pero como también comenta, “ahora están encantados de que haga lo que me gusta, y sobre todo, lo que el Señor me pida, y están muy contentos”.

Fuente: Diócesis de Salamanca

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