El ‘Crimen de Ituero de Huebra’: tres años después del famoso asesinato del cura de Galisancho, el de la pequeña alquería es estrangulado en su casa

Tres hombres de Vilvestre y uno de Encinasola de los Comendadores asaltaron durante la noche la vivienda del sacerdote, que se negó a darles el dinero asegurando que no tenía nada

El juicio. El adelanto, 3 abril 1898.  Biblioteca Prensa Histórica 
El juicio. El adelanto, 3 abril 1898. Biblioteca Prensa Histórica 

Los últimos años del siglo XIX en Salamanca se caracterizaron por una serie de crímenes violentos que terminaron con diversas condenas a muerte. Uno de los más sonados fue el de Galisancho, cuando Riscas, Capolo y Tapiero mataron al cura Santiago Santero. A este se sumarían los crímenes de Cepeda y la Fuente de San Esteban y, además, el segundo asesinato de un cura en pocos años: el de Ituero de Huebra.

Es de noche, 20 de febrero de 1897.  Bonifacio Cabezas “de edad avanzada y hombre de gustos tan raros y extravagantes que siempre había vivido solo, guisando el mismo lo que comía, cosiéndose su ropa y desempeñando todos los demás oficios necesarios para le sostenimiento suyo y de la casa”, como recoge El Adelanto, se va a dormir. En la vivienda se halla su nueva criada, que apenas lleva 15 días a su servicio. Al parecer la ha contratado “obligado por su edad”. María Juana Estévez, que así se llama la criada, llegó a la casa del cura el 3 de febrero acompañada por su novio, un joven llamado Tomás.

El Adelanto, 2 marzo 1897
El Adelanto, 2 marzo 1897. Biblioteca Prensa Histórica 

Al parecer el párroco “había dado en la manía”, como recoge la prensa, de alojar en su casa a vagabundos y pordioseros, lo que hizo que un tal Pedro, de Vilvestre, “componedor de platos y otros dos sujetos del mismo pueblo cesteros de oficio” pasaran por la vivienda comprobando que el cura no era tan pobre como parecía.

Ya tenemos a todos los implicados en un crimen que se gestó unos días antes, cuando al parecer los tres hombres de Vilvestre, “solicitaron a Tomás, proponiéndole el robo”. Recoge la prensa que “a las diez de la noche llegaban los cuatro criminales a la puerta del cura, donde dos quedaron de centinelas, en tanto que los otros dos rondaban las demás casas de la alquería, para cerciorarse de que todos sus moradores se habían acostado”.

Tras intentar abrir la puerta y no poder por estar trancada desde dentro, “fue preciso que el Pedro subiese al tejado y penetrar en la casa por aquel sitio, abriendo después la puerta a los otros tres”. Dentro de la casa, los criminales entraron en la habitación donde dormía el sacerdote donde le exigieron que les entregara el dinero que tenía. Según las crónicas, este les dijo que no tenía nada, y entonces los criminales le estrangularon “apretándole el cuello con las manos y tapándole al mismo tiempo la boca y las narices, mientras que uno de ellos le sujetaba los pies”.

Tras morir el cura, buscaron dinero, que encontraron bajo una baldosa junto a la cama. De hecho, el Adelanto recoge que “el que hacía de jefe de los criminales, como si supera donde estaba el dinero o lo hubiese olido, dio una patada en una baldosa a los pies de la cama diciendo ‘Aquí esta el gato’, y levantándola y escarbando un poco, extrajo del hoyo un saquito”. Eso sí, los ladrones no sabían que el cura guardaba más fondos en unas arcas viejas situadas en la alcoba de la criada. El periódico asegura que allí tenía 16.000 reales en piezas de a duro y otros 6.000 en billetes de banco.

La criada se despierta y por ello la atan, aunque poco después pudo soltarse y dio la alarma a los vecinos que “pudieron ver todavía a los criminales cuando iban entrando en el monte”.

En un primer momento se sospecha del crimen de los vagabundos que el cura había recogido y también de la criada, pero esta denuncia a los tres criminales de Vilvestre y, aunque no dice nada de su novio, este confiesa tras ser interrogado por el fiscal. Finalmente, son detenidos Tomás Pereña, el novio de la criada, y Pedro Manso, mientras que los otros dos son detenidos más adelante. Son Manuel y Sebastián Sánchez, padre e hijo.

Se abre el proceso judicial, que incluye incluso una recreación que es contada al detalle por el diario El Fomento. Los cuatro acusados fueron llevados al lugar del crimen. “Desde la villa cabeza del partido, se trasladaron a Encinasola, llegando al ‘Valle de los jabalies’, que fue donde se concertaron los cuatro procesados para cometer el crimen ocho días antes de que lo llevaran a cabo”. También estuvieron en Yecla, en Los Prados, ya que este era el lugar donde quedaron antes de ir a Ituero y finalmente, en la casa del cura.

A finales de agosto ingresan en la cárcel de Salamanca. En celdas “contiguas a la del crimen de Galisancho y Cepeda”.

El Patíbulo. El Adelanto, 11 marzo 1899
El Patíbulo. El Adelanto, 11 marzo 1899. Biblioteca Prensa Histórica 

Un año después del crimen, en abril comienza el juicio que concluye que los cuatro son culpables y son condenados a muerte en garrote. En febrero de 1899 se concede el indulto a Tomás, Manuel y Sebastián. Sin embargo, Pedro, al considerarse que fue el quien asfixió al cura, no lo obtiene a pesar de las múltiples peticiones de políticos, gente de la zona y su familia. El 11 de marzo de 1899 se recogen las horas previas a la muerte de Pedro Manso, que fue ejecutado a las 8.30 horas de la mañana.

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