La acción del ser humano define el futuro de las abejas como un arma de doble filo: "Sin la ayuda del hombre las abejas no tienen futuro, pero por la culpa del hombre nos estamos quedando sin abejas". Así lo ha declarado Isaac, un hombre de 49 años que lleva cuatro dedicándose a la apicultura en la zona de las Arribes del Duero.
Aunque no es una profesión que lleve ocupando desde su juventud, asegura que le "llamó la atención, hizo un curso, y con la ayuda de sus amigos apicultores y la compra de las herramientas necesarias" consiguió "crecer rápidamente y pasar de ser un hobby a su salida profesional". Un trabajo para el que, hace hincapié, es esencial la "constancia y el tesón".
Antes de empezar a explicar cómo funciona el proceso para la obtención de los productos que provienen de las colmenas, Isaac ha asegurado que "la apicultura no es como antes". El número de abejas se está reduciendo con el tiempo debido al frecuente uso de pesticidas y productos que afectan a su propia evolución. Sin embargo, "ellas son muy inteligentes", ha declarado el apicultor. Estos insectos se cobijan en cajas o colmenas construidas por el hombre, donde se las fuerza a trabajar, a desarrollar su viabilidad y a producir las reservas de miel. "Nosotros también debemos protegerlas de agentes externos que pueden ser nocivos para ellas, tales como algunos ácaros y otras enfermedades", ha explicado Isaac. Para ello, los apicultores utilizan productos y tratamientos que, a ojos de Isaac, "resultan ineficaces". "Nos piden utilizar dosis que no son suficientes. Si no las cuidamos, acabarán por desaparecer", ha lamentado.
Las abejas, de las que se pueden obtener numerosos productos beneficiosos para la sociedad como lo son la miel, el polen, el propóleo, la jalea real o la cera, también permiten al ser humano crear otra colmena a partir de la original.
En lo que se refiere al sistema de seguridad necesario para trabajar con estos insectos, Isaac ha querido incidir en que "las abejas no son agresivas, son defensivas". Para su labor, los apicultores utilizan diferentes trajes preparados para llevar a cabo la actividad. En su caso, Isaac utiliza un traje ultraventilado que le protege del excesivo calor y de las picaduras de las abejas, acompañado de una careta con rejilla que no dificulta su visibilidad y unos guantes.
En cuanto a la época idónea para producir, hay que tener en cuenta que las abejas necesitan climas "más o menos calurosos". Por esta razón, Isaac ha explicado que existen dos sistemas de producción. El primero, denominado, transhumante invierno, consiste en trasladar las comunidades de abejas a lugares más calurosos durante la estación de invierno. La segunda, consiste en no moverlas y aportarles el alimento que necesitan para que no mueran y puedan crear reservas. Las abejas se alimentan de su propio pan de abeja, constituido por miel y polen. El primero les aporta los azúcares que necesitan y el segundo, las proteínas.
Además, "nosotros les ofrecemos diferentes aportes alimenticios", alimentos fabricados que se han creado para paliar sus necesidades.
En lo quue respecta al relevo generacional, Isaac ha asegurado que la labor del apicultor no corre peligro. Además, Salamanca es la provincia con mayor número de colmenas del país. Aunque los apicultores "de toda la vida", tienden a ser muy "herméticos", la entrada de nuevos profesionales que se han interesado por la labor "como es mi caso", ha conseguido que la profesión sea amplia. "Así que puedo decir con seguridad que sí que hay relevo generacional, ya sea por quienes comienzan el trabajo porque ha pasado de generación en generación o por quien se interesa en el tema y lo comienza como un hobby".
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