El presunto autor del crimen del taxista en Chamberí, J.M.G.B., se enfrenta desde este lunes a una pena de al menos 32 años de cárcel en el juicio que tiene lugar en la Audiencia Provincial de Salamanca. La Fiscalía considera los hechos como asesinato, con varios agravantes. Sin embargo, la acusación particular de la familia de Ángel Sánchez Anaya eleva la petición de cárcel, y también la acusación particular de la asociación de taxistas, mientras la defensa rebaja esta cantidad de años.

El acusado niega los hechos, afirmando que aquella noche se encontraba en un club de alterne de Santiago, añadiendo que se acuerda perfectamente de aquel día porque se gastó 300 euros en máquinas tragaperras. El juicio se celebrará durante cuatro días contra el joven veinteañero detenido en Galicia como presunto autor del disparo que acabó con la vida del taxista, estando también imputada su suegra, M.J.H.I., por encubrimiento. Para ella se solicita una pena de prisión de tres años.

Relato del acusado

El acusado dijo encontrarse,  durante la madrugada del 27, con su tío José en el Club Noche en Santiago de Compostela y pasar la tarde visitando a María Teresa Giménez, compañera sentimental de su tío José.  El acusado tampoco facilitó sus datos verdaderos de residencia o contacto telefónico a la policía. Dijo haber estado escondiéndose por estar acusado anteriormente de un delito de menores y en búsqueda y captura por la Justicia. Y alegó la protección como causa para no facilitar su verdadero paradero. 

La fiscalía preguntó por su aislamiento en casa desde abril de 2010 a noviembre de 2011, pero el acusado negó este hecho, asegurando que iba con normalidad al trabajo.  El imputado también afirmó no tener ninguna relación con la familia García Carro, vivienda desde la que se realizó la llamada al taxi. Añadió que la familia de su padre son los García Nieto, sin embargo dijo no tener contacto con ellos, sólo con su familia materna. Esto último choca con su aparición por Santa Marta, según la acusación, donde fue sorprendido por la Guardia Civil debido al delito de menores anterior al asesinato del taxista. Por lo que se contradijo en su supuesta ‘no relación’ con la ciudad. Tampoco recordaba haber sido ingresado en un hospital  salmantino en 2008. 

Tampoco reconoció que fuera él quien echara gasolina o recargara el teléfono móvil en la gasolinera de El Cubo del Vino (Zamora), donde le identificó el empleado de la gasolinera con dicho vehículo. El rastreo de las llamadas de los móviles relacionados con las familias implicadas conduce a un terminal que minutos antes y después del asesinato realizó seis llamadas durante un recorrido que le llevaba por la carretera de Zamora, camino de El Cubo del Vino, municipio donde residía la suegra y la mujer del acusado.

A partir de ahí todo giró en torno a los coches en que presuntamente se habría producido la huida después del tiroteo. El imputado dijo recordar que su madre tenía un Audi TT negro, pero no recuerda haber ido a ver a su suegra con ese vehículo. Aunque el coche no ha aparecido, testigos presenciales afirman que de madrugada la suegra del acusado sí conducía ese vehículo. Curiosamente, según se argumentó durante el juicio, sacaron dos coches aquella noche “para ir a recoger a sus hermanos borrachos”, como asegura la suegra, pero ella iba en bata y zapatillas porque algo urgía y los coches no eran uno, sino dos, dejando al final que “los borrachos“ regresaran en su vehículo. 

La Fiscalía la acusa de haber recogido las llaves del coche (entregadas por José María) para, posteriormente, hacerlo desaparecer, ya que además ella regresó a casa en el coche de sus hermanos. Varias llamadas se produjeron desde esa noche a su teléfono que no fueron respondidas por la acusada y tres teléfonos figuran a su nombre en distintas compañías. 

Conversaciones en clave

En conversaciones posteriores la acusada habla en clave, según los agentes encargados de la investigación, pero ella sostiene que hablaba de una enfermedad que afectaba a un familiar. Las grabaciones mostradas al juez desmontarían esta versión y demostrarían que, claramente, la conversación ocultaba y encubría los hechos.  Tras el asesinato del taxista, Isidora asegura no haber hablado con nadie, sin embargo hay una grabación donde dice no querer hablar porque “ha pasado algo muy malo”, además de referirse a distintos familiares con diversos motes y no con su nombres reales. Los jueces creen que cuando habla de hospitales y médicos se refiere más bien a comisarías y abogados. 

Cuatro días de juicio

 
Los hechos se produjeron el 28 de abril de 2010 sobre la una de la madrugada cuando el taxista transportaba a una persona. Un coche siguió al taxi y, de repente, se produjeron varios disparos, la mayoría impactando en la parte trasera y uno en el lateral. La mala fortuna quiso que uno fuera a la cabeza del conductor, saliendo ileso el ocupante, que huyó corriendo en dirección al río.
 
La Policía Nacional detuvo siete meses después, en noviembre de 2010, al joven en la localidad pontevedresa de Lalín, cuando estaba en el mercadillo ambulante, su quehacer diario. Todo pudo deberse a un ajuste de cuentas por una boda fallida entre dos familias de etnia gitana, aunque tampoco se descarta la hipótesis del narcotráfico.

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