Anatomía de una secta: la táctica maquiavélica detrás del culto

Luis Santamaría, experto en sectas y licenciado en Teología por la Universidad Pontificia de Salamanca, ofrece una versión profunda sobre las estrategias que emplean los líderes sectarios para ejercer la manipulación sobre sus adeptos

"La Familia"
"La Familia"

El 8 de agosto de 1969, una apacible casa de Benedict Canyon, en Los Ángeles, fue escenario de una de las masacres más impactantes del siglo XX.

Cinco personas, entre ellas la actriz Sharon Tate, fueron brutalmente asesinadas; sus cuerpos presentaban múltiples puñaladas, disparos, golpes y mutilaciones.

La autoría de aquel horror no correspondía a un asesino común, sino a una ideología, a un fanatismo absoluto: el de La Familia, la secta liderada por Charles Manson.

Manson, que promovía la idea de una inminente guerra racial apocalíptica a la que bautizó como “Helter Skelter”, se percibía a sí mismo como un mesías, una suerte de ser divino cuyo influjo logró convencer a un grupúsculo de personas de que él era “el elegido”. Sus mensajes se basaban en la violencia y en el abandono de las normas sociales, preceptos bajo los que pretendía imponer una vida fundamentada en la devoción hacia su persona.

Charles Manson
Charles Manson

Sus adeptos vivían en comunidad, que no en paz y armonía, en el rancho Spahn, donde practicaban sexo grupal, consumían drogas psicodélicas y rendían pleitesía a su amado líder.

Los crímenes de Manson permitieron ponerle rostro al poder invisible que ejercen las sectas.

El Templo del Pueblo, Heaven´s Gate o la Orden del Templo Solar son los nombres de otros tres cultos que dejaron, a su paso, una ristra de más de mil cadáveres en su conjunto. 

Las sectas son un asunto complejo a abordar dadas sus características, modus operandi y hermetismo social. A nivel popular, es casi imposible no ligar el término “secta” con el oscurantismo, el secretismo y lo oculto y, aunque muchas de ellas no cometen crímenes, todas ellas causan devastación absoluta en aquellos que caen en sus redes anulando su identidad y su vida. 

¿Qué es una secta y cómo funciona?

“Vicente Jara dice que una secta es un grupo social depredador que practica el mimetismo y el señuelo” comienza Luis Santamaría, expeerto en sectas y licenciado el Teología por la Universidad de Salamanca, “todos sabemos más o menos de lo que estamos hablando, pero hay que subrayar la clave para entenderlo: el engaño. La secta es un grupo que se hace pasar por otra cosa. Tras un escaparate, hay un control de personas” señala. 

Nos parece mentira que sigan existiendo sectas en nuestros días porque, refiere Santamaría, “en una sociedad tan avanzada como la nuestra en cuanto a ciencia, tecnología, conocimiento y disponibilidad del saber, seguimos teniendo a la secta en el ámbito de la superstición, de la ignorancia… pero las sectas que más están creciendo hoy en día atraen a personas con niveles de estudio medio alto”.

A día de hoy, un 1% de la sociedad española pertenece a alguna secta.

“Hay que subrayar que cualquier persona puede ser captado por una secta y, quien se crea inmune, tiene más probabilidades de ser captado”, refiere Santamaría, “no hay un perfil general, porque cada secta tiene el suyo".

El Palmar de Troya. EP
El Palmar de Troya. EP

La clave del modus operandi es, relativamente, sencilla: “todos tenemos vulnerabilidades y las sectas son expertas en identificarlas y aferrarse a ellas; cualquier persona que tenga problemas no resueltos, necesidades insatisfechas, necesidad de reconocimiento… no solo se aprovechan de la baja autoestima o de los problemas familiares, también del no conformarse con la realidad, de las crisis puntuales o de la enfermedad. Las sociedades occidentales han pasado de ser creyentes a ser crédulas, y las sectas son una pieza más del engranaje de engaños y mentiras que hay en nuestra sociedad". 

El perfil del líder o gurú

No hay secta sin líder aunque, apunta Santamaría, “en las sectas que tienen un desarrollo histórico ya largo la imagen de ese líder se va desdibujando” aunque siguen existiendo, a nivel local, los líderes intermedios.

“El líder normalmente es una persona convencida. No estamos ante un vulgar estafador, ni ante un criminal sin escrúpulos, es una persona convencida que, en la mayoría de los casos, tiene unos rasgos de personalidad que podríamos ubicar en varias patologías: narcisismo, personalidad paranoide e, incluso, rasgos psicopáticos”.

Al final, todo ello hace un cocktail y acaba arrojando, como resultado, “una persona que se cree especial y que es capaz de imponer su versión de la realidad por encima de todo a través de la vía emocional”.

Para más inri, sus adeptos, “retroalimentan esa identidad mesiánica”. 

Las sectas y la criminalidad

Aunque la mayoría de las sectas no cometen atroces crímenes, su forma de operar puede terminar por empujar a sus miembros a incurrir actos delictivos sin que estos, sumidos en un fanatismo absoluto, lleguen a percibirlos como tal.

Fotografías policiales de Susan Atkins, Tex Watson y Patricia Krenwinkel de la familia Manson
Fotografías policiales de Susan Atkins, Tex Watson y Patricia Krenwinkel de la familia Manson

 

“Son sujetos adultos que con libertad han entrado en un supuesto grupo y, muy sutilmente, han sido llevados a otro lado.  Es fácil que se conviertan en víctimas de delitos, porque parece que han accedido voluntariamente y, al final, este punto es difícil de demostrar. Pueden ser cómplices o autores de delitos con una libertad mermada, movidos por un fanatismo absoluto después de haberles incluido un ideal que está por encima de las leyes, de la moral y de las personas…”, explica Santamaría, “ese fin justifica todos los medios,  porque las personas son medios y no un fin por si mismos”.

Los rituales: el lenguaje simbólico del poder

Los rituales son uno de los rasgos más visibles y reconocibles del comportamiento de las sectas para la sociedad y, no en vano, “son un componente principal, porque tienen poder simbólico y capacidad de transmitir trascendencia”, es decir, “estamos haciendo algo que significa algo superior”.

El tema ritualístico no siempre trata de túnicas o cánticos, puesto que a veces son ejercicios de respiración, dinámicas grupales o consumo de sustancias alucinógenas.

Lo sagrado se entremezcla con lo emocional y la pertenencia, de alguna forma, en dogma. 

“Cuando aparecen restos de rituales en cementerios o en playas,  nos encontramos en la mayoría de ocasiones que son restos de cultos afroamericanos, como la santería o el vudú”, los cuales, “se supone que sirven para curar,  ayudar personas…”, indica el experto. 

Las sectas no solo son relictos de una sociedad irracional o supersticiosa, sino manifestaciones complejas de la búsqueda humana de sentido, pertenencia y seguridad; el poder maquiavélico de ciertos líderes hace uso de esas necesidades, disfrazando la manipulación como una suerte de fe. 

Desentrañar la anatomía de una secta no solo consiste en desvelar el mundo oculto, sino un espejo en el que se reflejan los riesgos del poder. 

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