“La Montaraza de Grandes, que Rosalía se llama, mandó matar al marido por vivir engorronada. A la Montaraza la van a llevar al Juez de Ledesma para declarar”. Esta letra pertenece a una de las charradas más famosas de Salamanca que quedó recogida ya en un cancionero salmantino en 1907, pero ¿quién era la Montaraza? ¿Mandó matar a su marido? ¿Fue condenada?
El Crimen de Grandes, como lo denominó la prensa de la época, fue uno de los asesinatos más sonados. El 25 de febrero de 1890, Luis Rueda Ramos, mataba a golpes a Antonio Herrero Vicente, montaraz de la finca de Grandes, en Ledesma, con un “porro que acostumbraba a llevar”, según recogen las crónicas de los diarios de entonces. Unas crónicas que cuentan la historia de un asesinato orquestado, según la sentencia, por Rosalía Cuadrado Hernández, montaraza de Grandes y mujer del muerto.
Según las conclusiones provisionales del juicio celebrado a cabo en septiembre de ese mismo año, Antonio Herrero y Rosalía Cuadrado tenían una mala relación por las sospechas del marido de infidelidad. Esto hizo, que ella empezara “a manifestar a diferentes personas sus deseos de dar muerte al Antonio, buscando quien se encargase de llevarla a cabo”. Según las crónicas, Rosalía habría acudido a su amiga, Ángela Blanco, para ver si su marido Luis Rueda “se comprometía a ejecutarlo”. El precio de su asesinato serían 150 pesetas. Fue entonces Rosalía la que se encargó de decirle a Luis que su marido iba a vigilar la raya de Cipérez y este salió en su busca “con un porro, alcanzando, al teso de la Perdiguera, y ya entre dos luces al desgraciado Antonio” al que hizo ir a las Laderas de Valdegrandes con el objetivo de sorprender a alguien que habría empezado a cortar un árbol. Allí se pusieron al acecho ya de noche y en descuido, Luis “le dio en la frente con el porro que llevaba un golpe que lo derribó en tierra, donde continuó maltratándolo hasta que le produjo la muerte”. Antonio tenía siete heridas en las manos y cuatro contusas en la cara y cabeza conminuta de los huesos y otras variantes cortantes en la bóveda del cráneo, por las que, así como por las contusas, salía parte de la masa encefálica” (Diario El Fomento)
Unos hechos que fueron calificados como parricidio. En el juicio, Rosalía Cuadrado, totalmente vestida de negro con sayaguesa, según las crónicas de la época, negó que ella hubiese hecho proposiciones a nadie para que matasen a su marido. Sin embargo, Luis Ramos, afirmó que mató a Antonio inducido por Rosalía que prometió darle 30 duros de los que solo había recibido tres. Más tarde, cambió su declaración asegurando que la pelea había sido por una disputa.

Finalmente, ambos fueron condenados por los delitos de parricidio y asesinato. El jurado afirmó que Luis Rueda era culpable de haber causado la muerte violenta a Antonio Herrero mediante la promesa de parte de Rosalía de darle 30 duros, de noche, aprovechando la soledad del lugar. La sentencia condenó a ambos un 25 de septiembre de 1890 a “la pena de muerte en garrote y sobre un tablado, la que se ejecutará en día no festivo y en la villa de Ledesma con las demás solemnidades establecidas en el Código”. Quedó absuelta como cómplice o encubridora del hecho la mujer de Luis, Ángela Blanco.
Un año después del asesinato, en febrero de 1891, con ambos condenados a garrote, la Villa de Ledesma demanda un indulto para evitar la pena de muerte. El Ayuntamiento eleva a S.M. la Reina Regente una petición de indulto “para los dos sentenciados a la última pena”. En la demanda se registra que “el Ayuntamiento y Clero de Ledesma se ve en la necesidad de recurrir a los pies del Trono, impetrando clemencia”. Además, aseguran que tal crimen “debe ser castigado con severidad porque así lo exige su magnitud”, pero que hay circunstancias especiales “que les hacen acreedores a que se ejercite en su beneficio la hermosa gracia del indulto”.

Para ello aseguran que Luis Rueda es “un desgraciado que ha vivido constantemente en el campo, apartado del trato de las gentes y completamente ignorante de los deberes morales y religiosos: es un ser que carece de toda noción educativa, siendo deficiente su discernimiento para obrar”. En cuanto a Rosalía, de ella aseguran que “es así mismo de escasísima instrucción, sin educación moral ni religiosa y por tanto sin más guía en sus actos que las pasiones e instintos brutales. Pero además de la condición de su sexo, que ha de tenerse en cuenta, es madre de cuatro hijos menores de trece años, que ya que lloren en su orfandad la muerte violenta del que les dio el ser no se agrande su aflictiva suerte y terrible destino con la mancha que la sociedad imprime indebidamente sobre los descendientes de los que sucumben en el patíbulo”.
El indulto para ellos se publicó el 26 de marzo de 1891. La reina regente había accedido a la petición del pueblo de Ledesma, lo que cayó en la localidad con una gran alegría que la prensa recogía tres días después asegurando que “absolutamente todos los habitantes de Ledesma experimentan hoy una grandísima satisfacción al ver que los sacrificios y desvelos de su diputado en Cortes han sido coronados por el éxito”. Añade que “la noticia del indulto cundió con la rapidez del rayo y en todas partes hacían comentarios favorables” hasta el punto de que “para conmemorar la gracia de indulto otorgada por la Reina Regente en favor de Rosalía Cuadrado y Luis Rueda, se han disparado multitud de voladores cuyo estruendo se mezclaba con los acordes de la música y con los entusiastas vivas y aclamaciones”.
De esta truculenta historia saldría la famosa jota que suena desde hace más de cien años por toda la provincia.
La montaraza de Grandes
La Montaraza de Grandes,
Que Rosalía se llama,
Mandó matar al marido
Por vivir engorronada.
A la Montaraza
La van a llevar
Al Juez de Ledesma
Para declarar.
A la Montaraza
La llevan, la llevan
Y sus pobres hijos
Llorando se quedan.
La Montaraza de Grandes
Escribe carta a Pepón:
Que si le mata al marido
Le regalaba un millón.
A la Montaraza
La llevan, la llevan
Los Guardias Civiles
Por la carretera.
A la Montaraza
La llevan, la llevan
Y sus pobres hijos
Llorando se quedan.
Y a Ángela la Lorenzana
La debían matar
Porque ella ha sido la causa
De matar al Montaraz.
Y la Montaraza
Pide que la maten,
Que, si no, se muere
De pena en la cárcel.
Y a la Montaraza
La van a llevar
A la cárcel nueva
De la capital.
La noche que lo mató
No dejó de suspirar,
Pensando que estaba muerto,
En el Teso “La Pelá”.
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