Desaparecidos: el trabajo de aquellos que buscan los nombres de quienes nadie encuentra

La realidad, aunque desconocida para muchos, golpea con fuerza: cada media hora, en algún punto de España, se interpone una denuncia por desaparición. A veces se trata de un adolescente que no vuelve del instituto. Otras, de un anciano que se desorienta. Y otras tantas, un adulto que simplemente se marcha y no regresa a casa

GALERÍA | Operativo de búsqueda. Foto de archivo
GALERÍA | Operativo de búsqueda. Foto de archivo

Manuel Moro Martín sigue desaparecido. Su rastro se esfumó en marzo de 2017 en Domingo Rey y, desde entonces, su nombre figura en carteles que, con el paso de los días, amarillean. Ocho años después, su pista se pierde entre conjeturas y preguntas sin respuesta.

El rastro de José Luis Morantes, en cambio, se desvaneció mucho antes, hace diecinueve años, en algún punto entre Béjar y Hervás.

A José Antonio Martínez, conocido mediáticamente como el montañero de Béjar, se lo tragó la sierra hace poco más de dos. Su mujer, Merche, no se rinde: sabe que está en algún lugar, y no cejará en su empeño por encontrarlo.

La realidad, aunque desconocida para muchos, golpea con fuerza: cada media hora, en algún punto de España, se interpone una denuncia por desaparición. A veces se trata de un adolescente que no vuelve del instituto. Otras, de un anciano que se desorienta. Y otras tantas, un adulto que simplemente se marcha y no regresa a casa.

Las estadísticas son frías y detrás de las cifras, hay una silla vacía en la mesa, una madre o un padre que no se despega del teléfono esperando una llamada, o un hijo que no pierde la fe.

El Centro de Referencia Estatal de atención a personas con enfermedad de Alzheimer y otras demencias (CREA), ubicado en Salamanca, ha sido escenario de un seminario bautizado como “Centro Nacional de Desaparecidos: el fenómeno de las desapariciones en el grupo vulnerable de mayores con enfermedades neurodegenerativas”, y ha contado con la participación de Marcial Bravo, Julio Pavón y Nuria Vinuesa, responsables de diferentes áreas del Centro Nacional de Desaparecidos (CNDES).

De los bulos al protocolo

Durante décadas, en España se instauró un mito que se alzó como ley: “hay que esperar 24 o 48 horas para denunciar”.

Hoy día sabemos que esa creencia es sumamente peligrosa; no en vano, desde el CNDES, creado en 2018, lo repiten sin descanso: “Una desaparición se denuncia en cuanto se detecta. Cada minuto cuenta.”

Aquella vieja costumbre, refiere Bravo, se gestó durante los años cincuenta, cuando algunos hombres desaparecían tras cobrar la nómina y se marchaban a “socializar”.

Ahora bien, la sociedad poco a poco empezó a ser consciente de que el asunto de las desapariciones era algo que realmente merecía atención y, allá por 2010, vio la luz un sistema informático que conectaba a todas las policías del país. Esto se traduce, básicamente, en que una denuncia puesta en Cádiz puede ser consultada al instante en Bilbao.

Ese fue el germen del CNDES.

Un problema que ha crecido con la sociedad

España envejece.

Son numerosas las casas que se llenan de silencios y la independencia, en ocasiones, termina por convertirse en un factor de riesgo.

Cada vez hay más personas que viven solas, más mayores con deterioro cognitivo viviendo en soledad y más ciudadanos que, un día cualquiera, simplemente desaparecen.

El pasado 22 de julio de este mismo año, la Guardia Civil de Salamanca informó del hallazgo del cuerpo sin vida de un varón de 89 años, vecino del municipio salmantino de Los Santos, cuya desparición fue denunciada un día antes, el 21 de julio, a las 22:30 horas.

Apenas una hora después de haberse recibido el aviso, a las 23:35 horas, el cuerpo sin vida del hombre fue hallado en una finca de su propiedad, ubicada en las inmediaciones de Los Santos. Asimismo, y tal y como pudo saber Salamanca24horas.com, el cadáver no presentaba signos de violencia.

El CNDES trabaja para que esas desapariciones se prevengan antes de que ocurran. Desde programas con farmacias hasta formaciones para detectar señales tempranas, el objetivo es claro: que la alerta salte antes de que falte alguien en casa.

Cabe destacar que el CNDES depende del Ministerio del Interior y se encarga de coordinar, analizar, mejorar protocolos y servir de puente entre familias y cuerpos de seguridad.

En Europa no hay otro centro igual: se trata de un punto de encuentro donde confluyen Policía Nacional y Guardia Civil.

Desde su creación, ha impulsado un nuevo protocolo de actuación ante desapariciones y coordina la red policial especializada en la materia.

Datos que hablan de vidas

Cada año, decenas de miles de personas son dadas por desaparecidas en España. El 95 % reaparece, pero el resto deja una herida abierta y un reguero de dudas.

En la base de datos nacional, aún hay más de 3.000 cadáveres sin identificar y darles un nombre no es un trámite, es cerrar un duelo, devolver la paz a quienes llevan años esperando, sufriendo, buscando.

Las cifras revelan la cara de los grupos más vulnerables: menores y mayores de 65 años, y aquellos con problemas de salud mental.

Entre alertas y falsas esperanzas

No todas las desapariciones llegan a los telediarios.

Las redes sociales, por el contrario, son un campo minado. Un bulo o una foto compartida sin control puede entorpecer una búsqueda, una investigación oficial o poner en riesgo a la propia persona desaparecida.

Aun así, las alertas institucionales funcionan: más del 50 % se resuelven con éxito.

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