"De repente salía, volvía a meterse, bajaba la persiana, la subía, se le veía muy nervioso", recuerdan los vecinos, que comenzaron a arremolinarse en la acera ante el espectáculo que acontecía a escasos metros. "No hacía más que decir que iba a explotar la bombona, pero parece que poco a poco lo fueron calmando y ya no daba tantos gritos", continúa el relato. Por eso, la intranquilidad se convirtió en incertidumbre. "Decían que tenía a sus padres retenidos con un cuchillo, estábamos temiendo que hiciera cualquier locura".
Pero al final la historia se saldó sin más heridos que un policía con un corte en una mano. La gran labor desarrollada por los agentes de la Policía Nacional ha permitido que el suceso haya quedado en eso precisamente, una anécdota. Mientras el hombre era trasladado en una camilla hasta la ambulancia, algunos vecinos le gritaban "suerte, chaval", pues, como comentaron a este periódico, "no se encontraba bien y lo estaba pasando muy mal con problemas desde hace tiempo".
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