¿Se puede entrar en la mente de un criminal?: "La conducta humana sigue siendo impredecible”

José María Otín del Castillo es Psicólogo forense, doctorando en Psicología bajo la línea de la influencia de sesgos cognitivos en procesos de toma de decisión en investigaciones criminales por la USAL y autor de varios libros, ha combinado durante más de veinte años la investigación académica con la policial

JOSÉ MARÍA OTÍN DEL CASTILLO
JOSÉ MARÍA OTÍN DEL CASTILLO

"Todo lo que vemos en una escena de un crimen nos dice algo de ese sujeto desconocido que cometió el homicidio. El comportamiento refleja la personalidad".

La autoría de la frase que precede a estas líneas corresponde a un hombre llamado Jhon Douglas quien, allá por 1977 y durante ni más ni menos que veinticinco años, revolucionó el estudio de la mente criminal; concretamente, la de aquellos bautizados como "asesinos en serie" - de hecho, fue su compañero de "aventuras", Robert Ressler, quien comenzó a acuñar el término de 'serial killer'-.

La aportación de Douglas fue crucial para resolver casos que se antojaban sumamente complejos y, a lo largo de su larga y dilatada carrera, mantuvo conversaciones y entrevistó a algunos de los asesinos seriales más conocidos y famosos: desde el hijo de Sam, pasando por Charles Manson o Ed Kemper, entre otros.

Todo ello formaba parte de un estudio que buscaba establecer una serie de patrones que permitieran elaborar los conocidos como 'perfiles criminales' y favorecer, así, la captura y arresto de sus semejantes.

¿Se puede entrar en la mente de un criminal?

José María Otín del Castillo habla con tranquilidad, pero con la contundencia de quien lleva años enfrentándose a la crudeza de la mente criminal.

Psicólogo forense, doctorando en Psicología bajo la línea de la influencia de sesgos cognitivos en procesos de toma de decisión en investigaciones criminales por la USAL y autor de varios libros, ha combinado durante más de veinte años la investigación académica con la policial.

Al principio de nuestra conversación, deja claro que la conducta humana nunca se puede predecir al cien por cien, aunque siempre hay señales que pueden permitir ciertas orientaciones.

“Hasta que no se ejecuta materialmente un delito no hay una demostración de lo que hará el agresor”, explica.

Ahora bien, “lo que sí se puede estudiar son los actos de preparación y planificación. Eso nos da pistas sobre la intencionalidad, aunque la conducta final dependerá de la interacción con la víctima o de factores externos", refiere.

Uno de los grandes peligros, advierte, es el error de interpretación. Los investigadores, involuntariamente, proyectan sus creencias y experiencias sobre lo que observan.

“Es frecuente atribuir significados erróneos. Por ejemplo, si una víctima aparece con la cabeza cubierta por una bolsa, se puede interpretar como un acto de remordimiento. Pero a veces responde a una razón práctica: evitar que se esparzan restos al trasladar el cadáver (como, por ejemplo, masa encefálica). El error es interpretar desde nuestra propia idiosincrasia y no desde la lógica del delincuente”, asevera.

La misma prudencia se exige con el lenguaje corporal en durante los interrogatorios. Series y manuales han popularizado la idea de que los gestos delatan la mentira, pero José María lo desmiente con rotundidad, mostrándose contrario: “No hay evidencia científica sólida. Cada persona tiene un repertorio gestual distinto. Yo, por ejemplo, cruzo los brazos por comodidad, no porque esté a la defensiva. Basarse en el comportamiento no verbal para detectar engaños es arriesgado y puede llevar a errores graves”.

Para ejemplificar esta postura, cita el caso de Amanda Knox, cuyo comportamiento tranquilo tras el crimen de su compañera fue considerado sospechoso cuando, en realidad, se trataba de su manera propia y personal de gestionar la tensión.

Otro de los temas que aborda con detalle son las confesiones falsas, un fenómeno más común de lo que se cree. “Una persona puede confesarse culpable para proteger a alguien, por dinero, por amenazas o por la presión de un interrogatorio".

Hay perfiles especialmente vulnerables: personas dependientes, fácilmente influenciables o con baja tolerancia a la frustración. En España tenemos el caso de Maje, donde Salvador se declaró autor material para protegerla. Y en otros países, como Estados Unidos, técnicas como el método Reid han inducido muchas confesiones falsas.

Sobre la figura del perfilador criminal, matiza: “Prefiero hablar de analista de conducta. No se trata de adivinar al delincuente desconocido, sino de interpretar la escena, los patrones y el contexto. Eso puede orientar sobre el móvil, que puede ser bien económico, personal o psicológico, y detectar manipulaciones del escenario”.

En cuanto a la predicción de la reincidencia, reconoce las limitaciones: “Lo más fiable sigue siendo la conducta pasada. En prisión se usan tablas de valoración del riesgo, pero son criticadas por su opacidad. Se analizan muchos factores —personalidad, comportamiento en prisión, historial delictivo, factores criminógenos y protectores—, pero la conducta humana sigue siendo impredecible”.

Frente a la creencia de que los homicidios son el culmen o lo más complejo de la investigación criminal, José María desmonta el mito: “El 90 % de los homicidios se resuelve. En cambio, los robos apenas alcanzan un 20 %. Y las investigaciones de narcotráfico o ciberdelincuencia son mucho más largas y difíciles”.

Su especialidad actual es una de las más duras: la persecución de la explotación sexual infantil en internet.

“Hemos intervenido dispositivos con más de cien grupos activos de pornografía infantil repartidos por todo el mundo". Destaca un caso, además, en el que un varón de 19 años tenía en su poder material con un nivel de sadismo y brutalidad que, confiesa, "yo no había visto nunca" pese a llevar 10 años luchando contra este tipo de delincuencia.

No oculta que hay casos que dejan huella: “El asesinato de una chica de 18 años es una de mis espinas clavadas. Estoy convencido de que llegamos a tener al autor identificado, pero las circunstancias hicieron que la investigación no avanzara y el caso prescribió. Si hoy confesara, daría igual".

Al fin y al cabo, el engranaje de una investigación es enorme y basta que falle una pieza para que todo el mecanismo colapse.

El auge del true crime ha puesto estos temas en el foco mediático, aunque para José María la realidad es más compleja y menos espectacular que en las series. “Hay delitos mucho más complicados que un homicidio, y requieren un esfuerzo titánico".

La criminalidad nunca desaparecerá, pero entenderla es la única manera de limitar su alcance aunque, eso sí, confiesa que: "la realidad siempre supera a la ficción".

No en vano, Jhon Douglas concluía su libro Mindhunter de la siguiente manera: "El dragón no siempre gana, y hacemos lo que podemos para que cada vez gane menos. Pero lo que el mal que representa, eso a lo que me he enfrentado a lo largo de mi carrera, no va a desparecer. Y alguien tiene que contar la verdad".

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