El Mamarruto: del homicidio a la caída de un criminal histórico en Salamanca
Corría el 17 de febrero del año 2003. Mamarruto había pasado varias horas bebiendo como un cosaco en el bar Falcón en compañía de V.D.L.R., un portugués que terminaría convirtiéndose en su víctima mortal
En los tugurios más oscuros de Salamanca, su nombre resonaba con un apodo tan peculiar y pintoresco como temido: El Mamarruto.
Tras aquel mote se escondía J.A.G.G., un delincuente habitual curtido durante décadas en los excesos, las peleas, la violencia y las habituales entradas y salidas de los juzgados de la capital del Tormes. En un escenario marcado por las drogas y las trifulcas, el Mamarruto se movía como pez en el agua.
Sin embargo, en medio de un casi calificable como interminable hisotorial criminal, destaca un delito por encima de cualquier otro: el crimen del portugués, al que le arrebató la vida de una puñalada en el abdomen, en la Plaza Mayor.
El crimen del portugués
Corría el 17 de febrero del año 2003. Mamarruto había pasado varias horas bebiendo como un cosaco en el bar Falcón en compañía de V.D.L.R., un portugués que aquella noche había sido su colega de juergas y correrías.
En un momento dado abandonaron el local y ambos, ebrios, se encaminaron rumbo a la plaza Poeta Iglesias, cruzando los soportales de la Plaza Mayor. Sin embargo, la calma habitual que se respiraba en el lugar poco duró.
Sin venir a cuento, o al menos eso declararía posteriormente la víctima en el hospital, Mamarruto sacó un arma blanca y hundió la hoja, con precisión, en el abdomen de su colega.
El portugués, desarmado, cayó malherido sin opción alguna. Tras ser trasladado al hospital de Salamanca luchó por su vida durante meses, pero su destino ya estaba escrito: las secuelas y lesiones de la puñalada terminaron por costarle la vida.
Eso sí, antes de morir, postrado en el que sería su lecho de muerte, alcanzó a señalar al agresor: “Fue Mamarruto”. Sus palabras fueron suficientes para sellar el destino judicial del conocido delincuente.
El juicio llegó poco más de un año después, el 15 de junio de 2004.
Tras un largo proceso, J.A.G.G. fue condenado a diez años de prisión por homicidio. No era su primera causa con la justicia: desde los años 80 había acumulado un historial tan extenso como turbio.
La muerte del Mamarruto
Su nombre era más que habitual en atestados policiales y sumarios judiciales, reflejo de una violencia sórdida y repetitiva que castigaba a Salamanca sin embargo, la cárcel no reformó al Mamarruto. Todas aquellas veces salió como entró, marcado por los vicios y la desgracia.
El alcohol y las drogas siguieron siendo sus compañeros inseparables de vida hasta su final, un final llegó que llegó sin estruendo, sin pelea.
En febrero de 2017, su cuerpo apareció sin vida en la calle Ónice, en el barrio de Pizarrales. No había signos de violencia. Aquel fue el último capítulo de un personaje conocido en los bajos fondos salmantinos, escrito en soledad, sobre el frío pavimento de una calle cualquiera.
Apenas quedan imágenes suyas, pero su nombre, o al menos su apodo, sigue evocando a la delincuencia de aquella Salamanca de principios del siglo XXI.
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