Los recursos necesarios para construir, operar y mantener la infraestructura de carreteras son el punto de referencia frente el que deben evaluarse los impuestos de transporte por carretera. Los costes de infraestructura se definen como los gastos directos y costes de financiación de los gobiernos para la mejora, renovación, mantenimiento y operación de la red de carreteras. Los costes de aparcamiento no están incluidos.
Los costes totales de infraestructura pueden ser redistribuidos entre los diversos modos de transporte en base al denominado método de factor de equivalencia. Usando este método, los turismos constituyen en general el 54% de todos los costes de infraestructura debido al hecho de que son los usuarios más frecuentes de las carreteras.
Los costes de infraestructura totales pueden desglosarse en costes fijos (83%) y costes variables (17%). Los costes fijos son necesarios independientemente de cuántas veces pasen los coches e incluyen la construcción y los costes operativos. Los costes variables dependen directamente de la frecuencia de uso de las carreteras.
Dado que las carreteras son utilizadas en su mayoría por vehículos de turismo, el 60% de los costes fijos se puede atribuir a los turismos. Por otro lado, los autobuses y camiones representan el 74% de los costes variables, ya que tienen un gran impacto sobre la infraestructura debido a su peso y tamaño, aunque representan una parte mucho menor de tráfico,
Durante los últimos veinte años se observa que la inversión de los gobiernos ha ido disminuyendo de manera constante y actualmente representa una parte cada vez menor del Producto Interior Bruto (PIB) anual. Esto se ha verificado especialmente tras la crisis económica de 2008.
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