Los expertos en demografía hablan ya de la 'cuarta edad', aquella que integran quienes superan la barrera de los 85 años. Según los últimos datos del padrón de 2014 del Instituto Nacional de Estadística (INE), la provincia charra cuenta con más de 16.600 personas que superan esta edad, dos mil más que hace apenas cinco años. Sobre todo mujeres, el doble que hombres, pues Salamanca es una de las regiones del mundo con mayor esperanza de vida junto con Japón. De hecho, junto con Ávila y Zamora es la provincia con más centenarios, una terna a la que se unen Teruel, Soria, Lugo y Orense en porcentaje de ancianos.

En el detalle por provincias, el centro de la península presenta los mayores valores de esperanza de vida al nacer, con Guadalajara y Salamanca (ambas con 83,8 años) y Soria y Madrid (83,7 años en las dos provincias) a la cabeza. Los menores valores son los de Cádiz (80,0 años), Huelva (80,1 años), Melilla y Ceuta (ambas con 80,4 años). A nivel provincial la diferencia entre los valores máximo y mínimo en esperanza de vida al nacer se amplía hasta los 3,8 años.

Más de la mitad de los bebés que nacen en el mundo desarrollado vivirán hasta los cien años si continúa la actual tendencia en la esperanza de vida, según los últimos informes demográficos. Además, estos niños no sólo vivirán más años que antes sino que esos años extra los vivirán con mayor calidad de vida y menos limitaciones en su día a día que en el pasado. 

Así, se han producido aumentos superiores a los treinta años en la esperanza de vida en la mayoría de países desarrollados. Las tasas de mortalidad en naciones con la esperanza de vida más larga como España, Japón o Suecia sugieren que, incluso aunque no mejoren los trastornos de la salud, tres cuartas partes de los bebés vivirán al menos hasta los 75 años. Pero si la esperanza de vida continúa en ascenso, la mayoría de los nacidos a partir del año 2000 podrían llegar a ser centenarios.

Los datos sobre la mortalidad a partir de los 80 años en más de treinta países desarrollados muestran que en 1950 la probabilidad de supervivencia entre los 80 y los 90 era de una media del quince por ciento en mujeres y del doce por ciento en hombres. En 2002 estos valores eran del 37 y el 25 por ciento respectivamente.

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