Es de Murcia, alumno de la Escuela charra y se llama Juan de Dios. Y el tío es un valiente. Se plantó en los medios para recibir al seriote y astifino eral de Hermanos Mateos, con su capote a la espalda y los pies clavados. Cuatro gaoneras le endilgó. Y ahí arrancó su aplomo para luego torear enganchado a derechas y limpio, valiente y bien ligado a izquierdas, por donde el novillo de Hermanos Mateos sacó también su profundidad. Tuvo valor para aguantar miradas sin dar un respingo y se tiró a matar recto como una vela. Cortó dos orejas a un eralote serio y astifino y en su quinta novillada.
Alberto Escudero pechó con el animal de más genio y él se mostró bullidor, ligero, queriendo y en ocasiones un punto atropellado. Atropellado por su novillo fue Alejandro Marcos. Arrollado mientras estaba de rodillas, como un si te coge un tren a cincuenta por hora. Medio noqueado, se levantó y cogió su capotillo con aires de torero grande, con sello, parsimonia y clasicismo. Con la muleta también gustaron sus formas, su clase, su idea, su buen gusto, su propuesta, aunque a veces pecara de no ajustarse con el incansable novillo de Hermanos Mateos. Ha enamorado Marcos a una Salamanca que ahora vuelve a recuperar la ilusión con un joven, por eso pidieron el rabo con máxima fuerza tras una media en buen sitio. La locura.
Un espectáculo que dejó claro que hay afición, que hay toros para la Feria, que Salamanca tiene un nuevo valor ilusionante y que Murcia también. Y que no hay un duro, oiga.
Tienes que iniciar sesión para ver los comentarios