Cruzar el puente

El Juli dio una clase de maestría ante el cuarto al que desorejó. Un afanoso Juan del Álamo también abrió la puerta grande tras cortar tres orejas. Roca Rey, sin lote

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 Cruzar el puente
Cruzar el puente

Hay maneras y maneras de cruzar un puente, muchas veces no conocemos qué final nos depara, pero aún así cruzamos, unos acompañados del saber, otros del afán y otros, del querer.

Acompañado de un compendio de tauromaquia transitó El Juli su puente, sin incógnitas, sin importar los obstáculos ni la lidia que sembró la incertidumbre con el cuarto. Los pasos medidos, las esperas correctas en las que coger aliento para proseguir su camino aprovechando cada embestida de ‘Amarrado’. Inspirar y expirar, imprescindible para llegar al final del puente sin ahogarse sino llegar reforzado. El sosiego de la experiencia que dan sus muñecas y su muleta es un poder para vencer , para mandar en la faena, para guiar al toro y poco a poco lograr que un paseo que se antojaba aburrido se convierta en profundo. Exigencia en el momento justo para romper y culminar una estocada efectiva y quitar el cerrojo del final del puente, un cerrojo que abrió la puerta grande.

Pedregoso y áspero fue el primer tramo de la tarde con el que se impacientaron los miles de personas que llenaban La Glorieta. “Calma”, dijo El Juli que a base de tesón y sin prejuicios trató de poder hacer faena a un toro sin fuerza que congeló su labor y fue silbado al irse al matadero. Unas gracias en aplausos para el torero pusieron fin al primer trecho.

Afanoso y hambriento pisó del Álamo la arena salmantina, el suelo de un puente en el que el viento se hizo presente cuando tenía el capote en sus manos. La ambición y la entrega fueron los dos escudos con los que esperó a su segundo toro en el centro del ruedo, donde todo se hace más importante. Allí se encontró Juan con un emocionante toro con el que hizo una demostración de garra, de saber que el puente podría tener un final dichoso sin importar nada más allá. Lo mejor de la faena fue por el pitón derecho con boyantes embestidas del de Garcigrande. Dejó una estocada que saldó con dos orejas. Un recorrido intenso para el salmantino hasta conseguir lo único que le importaba: la ansiada puerta grande en su casa.

Tampoco escondió las uñas del Álamo en su primero, con el que dejó uno de los mejores momentos de su tarde con el capote y con un derechazo aislado, desmayado. Cuando la faena comenzaba a compactarse se tiró de rodillas, como una promesa para que el camino hacia el final fuera más reconocido, un arrebato para llegar a tocar el triunfo, de sentir el calor que buscó mirando al tendido al final de la faena y en las manoletinas finales consiguiendo una primera oreja que fue una inyección de energía para proseguir y acabar cruzando el puente victorioso.

Roca Rey, que pisaba por primera vez este puente, se encontró con dos barreras infranqueables. Gran mérito del peruano que no se arrugó ante un manso y desentendido ‘Pitillo’ que no le permitió avanzar, pero con el que dejó importantes momentos con el capote demostrando facilidad y variedad que calan. No dejó parar al muro que se cruzó en su camino, con la muleta puesta consiguió ligar algunos muletazos pero sin obtener nada a cambio.

De nuevo un recital capotero ante el último del primer recorrido del matador en territorio charro, una tafallera eterna y un inicio muy vistoso fue de lo mejor de una faena ante un soso y descastado toro, una nueva valla difícil de esquivar para poder llegar al final del puente, al que llegó, armado de la disposición y reconocido por su esfuerzo.

Seguro que habrá más puentes por los que pasar, por ahora, el puente llevó a El Juli y a del Álamo a atravesar la puerta grande, premio a la sabiduría de uno y al hambre de otro. Cruzar sin saber el final, pero cruzar.

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