El Centro Internacional del Español y el Servicio de Actividades Culturales de la Universidad de Salamanca han presentado este lunes la exposición “El paisaje lingüístico. Un paseo por el discurso público”, que podrá visitarse hasta el próximo 29 de noviembre en la sala de exposiciones del Centro Internacional del Español (Plaza de los Bandos).
La original muestra pretende acerca al público el concepto de paisaje lingüístico y está construida con ejemplos que han sido captados en la ciudad de Salamanca, como muestra de la diversidad de manifestaciones que adquiere en cualquier entorno, como expresión de la comunidad que habita en él.
“En esta exposición hemos querido señalar las múltiples facetas en las que se despliega el paisaje lingüístico, no solo los textos escritos de manera más o menos permanente en las fachadas de nuestras calles, sino en los múltiples soportes móviles, efímeros y constantes que sirven de estímulo comunicativo por su contenido lingüístico, pero también iconográfico, desde la bolsa de la compra hasta la señal vial, desde la mochila de un repartidor hasta el mensaje impreso en una furgoneta”, explicó la catedrática de Lengua Española y comisario de la muestra, Carmen Fernández Juncal, durante la rueda de prensa en la que también participaron José Miguel Mateos Roco, vicerrector de Investigación y Transferencia (en funciones); Luis Barrio, director del Servicio de Actividades Culturales; y Javier de Santiago Guervós, director del Departamento de Lengua Española y miembro del Consejo Asesor del CIE.
Además, el espectador también podrá contemplar un breve espacio a señalar los iconos que simbolizan y son omnipresentes en nuestra comunidad: la rana, el vítor, la concha, entre otros. Pero la propuesta expositiva da un paso más y quiere involucrar al público asistente proponiéndole tres actividades, para localizar algunos signos lingüísticos del paisaje salmantino, además de invitarles a aportar una pieza en un mosaico virtual que recogerá signos de esta exposición a los que se sumarán sus contribuciones.
Definición clásica de paisaje lingüístico
La definición clásica de paisaje lingüístico la proporcionan los pioneros de este tipo de trabajos, Landry y Bourhis (1997), que afirman que «la lengua de las señales públicas, los carteles de anuncios, los nombres de calles, los nombres de lugares, las señales de comercios y señales en edificios oficiales se combinan para formar el paisaje lingüístico de un territorio, región o aglomeración urbana dados».
En ese espacio podemos encontrar la convivencia de diferentes lenguas, una coexistencia que no excluye la presencia de fronteras de tipo social y etnolingüístico. Para Fernández Juncal, el valor de los paisajes lingüísticos “es reflejar la realidad lingüística de las comunidades donde se encuentran y también las actitudes que las diversas lenguas generan. Asimismo, también representan la cultura y la historia del territorio”.
La comisaria de la exposición explica en el folleto divulgativo que los estudios sobre paisaje lingüístico son, como es evidente, de carácter lingüístico, pero se valen necesariamente del auxilio de otras disciplinas que le proporcionan un enfoque «caleidoscópico»: la semiótica, la etnografía y la antropología, la sociología, la geografía urbana, la psicología perceptiva y, claro está, la glotopolítica, que abre un debate sobre la gestión lingüística de los territorios. Su desarrollo es reciente (finales de los años 90), impulsados por fenómenos como la globalización, la intensificación de los fenómenos migratorios o la mejora de las condiciones técnicas de captación del entorno (dispositivos de grabación de imágenes, grabadores de sonidos, etc.). Las investigaciones se han centrado fundamentalmente en las manifestaciones escritas del paisaje, pero afrontamos ahora el reto de contar también con las expresiones orales que forman parte de ese entorno, más fugaces, más volátiles.
Por la trayectoria de este tipo de investigaciones parecería que el paisaje lingüístico es primordialmente urbano, territorio donde confluyen las actividades de muy diversos actores que no obedecen a un plan establecido. La ciudad es un auténtico imán para las personas y para la actividad económica. Es en la ciudad donde el paisaje lingüístico se desarrolla de forma más fructífera y desde donde se crean redes globales interconectadas de signos comunes y también diferenciales. No obstante, está comprobado que el paisaje rural también tiene su interés.
En el tránsito por el paisaje lingüístico el viandante se siente interpelado como conciudadano, como usuario, como consumidor, como visitante, ante un todo que se presenta aparentemente de forma caótica e impredecible. He aquí algunas claves para descifrarlo