El poeta cordobés Pablo García Baena, Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y doctor honoris causa por la Universidad de Salamanca, falleció ayer a los 96 años en su ciudad natal. El rector de la Universidad de Salamanca, Ricardo Rivero, lamenta tan sensible pérdida en nombre de toda la comunidad universitaria.
Con el fallecimiento de Pablo García Baena se apaga la última voz viva de Cántico, grupo de poetas y artistas surgido en Córdoba en la posguerra que conectaron con la Generación del 27 en numerosas publicaciones entre los años 1947 y 1957.
El profesor de Filología Clásica de la USAL Juan Antonio González Iglesias, autor de su antología ‘Rama fiel’, publicada por Ediciones Universidad de Salamanca en 2008 como parte del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana que el cordobés recibía aquel año, explicaba entonces que “Baena es el poeta que mejor representa los valores del Grupo Cántico de Córdoba, que en los oscuros años de la posguerra española aportó una estética (que era una ética) cosmopolita, libre y heterodoxa frente a la poesía oficial del franquismo”.
En los últimos tiempos se han multiplicado los reconocimientos a su obra, que dan fe de que lo aprecian como maestro prácticamente todas las generaciones de poetas posteriores. Heredero de Góngora, del modernismo, del 27 (con especial devoción por Cernuda), su poesía es de extraordinaria belleza formal y de una gran elegancia moral. En ella los momentos de plenitud sensual y erótica alternan con otros de intensa espiritualidad, su esteticismo ha sido definido como verdadera rebeldía vital. Tiene, en definitiva, todos los ingredientes de un clásico.
Honoris causa por la Universidad de Salamanca en 2017
García Baena fue investido doctor honoris causa por la Universidad de Salamanca en abril de 2017. La propuesta de su ingreso al claustro de doctores de la institución académica fue presentada por el Instituto de Estudios Medievales y Renacentistas (IEMYR) y defendida por el profesor del Departamento de Filología Clásica e Indoeuropeo, Juan Antonio González Iglesias, que durante la celebración de la solemne ceremonia de investidura recordaba que el autor “establece un vínculo vivo y directo entre los poetas de 27 y los que son estudiantes ahora mismo”.
El poeta laureado agradeció por su parte a la Universidad, a su padrino y al IEMYR la concesión del doctorado honoris causa, pues para él “conceder el doctorado a toda una obra es concedérselo a toda una vida”. En su intervención, García Baena también tuvo palabras para su padre poético, Luis de Góngora, originario de Córdoba al igual que él, y que también pisara las calles de “esta ciudad áurea y entró también en estas Escuelas Mayores, y vio la espléndida Fachada Rica, que en piedra tenía hecho ya lo que él hizo luego con el lenguaje”, recordó.
Tras su intervención inicial, el poeta dio la palabra a la profesora de Literatura Hispanoamericana de la Facultad de Filología de la USAL, Francisca Noguerol Jiménez, quien se encargó de leer el resto del discurso del nuevo doctor, incluyendo el ‘Soneto a Córdoba’ a través del cual el autor del ‘Polifemo’ y las ‘Soledades’ retrata como ningún otro “la grandeza y el alma de una ciudad, río y torres, campos abiertos o escarpados, nobleza y saber de sus gentes”, según las palabras García Baena.
Pablo García Baena
Su primer libro, ‘Rumor oculto’, se publicó en 1946, aunque cuatro años antes había estrenado una versión teatral de la poesía de San Juan de la Cruz. Le siguen las publicaciones de la revista literaria ‘Cántico’ (1947-1949 y 1954-1957) que fundó con su amigo Ricardo Molina, los también poetas Juan Bernier, Julio Aumente y Mario López, y los pintores Miguel del Moral y Ginés Liébana; grupo que sería conocido posteriormente como ‘Grupo Cántico’ y que serviría como puente entre la Generación del 27 y el grupo de los Novísimos para entender el desarrollo de la poesía española del siglo pasado.
En esos mismos años salieron a la luz ‘Mientras cantan los pájaros’ (1948), el célebre ‘Antiguo muchacho’ (1950), que se ha convertido en uno de los epítetos que lo retratan, y el díptico formado por los libros ‘Junio’ (1957) y ‘Óleo’ (1958), en los que se ha visto una sucesión de momentos contrarios, pasión y ascetismo.
Tras una interrupción en su producción poética que dura de 1958 a 1971, en la que el poeta aprovecha para viajar por distintas partes del mundo, publica ‘Almoneda’ (1971), ‘Antes que el tiempo acabe’ (1978), ‘Gozos para la Navidad de Vicente Núñez’ (1984), ‘Fieles guirnaldas fugitivas’ (1990 – Premio Ciudad de Melilla), ‘Prehistoria’ (1994), ‘Poniente’ (1995), ‘Impresiones y paisajes’ (1999), ‘En la quietud del tiempo’ (2002), ‘Los Campos Elíseos’ (2006) y distintas antologías de su poesía, incluyendo ‘Poesía completa’ (2008), que recoge su obra desde 1940 hasta el mismo 2008.
Su producción en prosa, aunque menos extensa, está integrada por ‘Lectivo’ (1983) ‘El retablo de las cofradías’ (1985), ‘Calendario’ (1992), ‘Ritual’ (1994), ‘Los libros, los poetas, las celebraciones, el olvido’ (1995), ‘Vestíbulo del libro’ (1995), ‘Zahorí Picasso’ (1999) y ‘Córdoba’ (2009).
Entre las muchas condecoraciones con las que se ha reconocido la vida y obra de este poeta se encuentran el Premio Príncipe de Asturias de las Letras y la Medalla de Oro de la Ciudad de Córdoba, en 1984; el Premio Andalucía de las Letras, en 1992; la Medalla de Oro de la Provincia de Málaga, en 2004; así como los premios Reina Sofía de poesía Iberoamericana e Internacional de Poesía Federico García Lorca en 2008 y 2012, respectivamente.
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