“Salvé mi casa porque no hice caso a la Guardia Civil y me quedé”, el hollín y la desolación inundan El Groo y Cerezal de Puertas tras el incendio
Han perdido casas, naves y su pueblo se ha convertido en ruinas abrasadas y un paisaje negro, “como un pueblo en guerra, un infierno”, como lo describen quienes se quedaron a ayudar
“Salvé mi casa porque no hice caso a la Guardia Civil, nos quedamos unos cuantos en el pueblo. Me subí al tejado de mi casa por una claraboya y cuando se nos acabó el agua dijimos nada, ya no hay nada que hacer. Entonces llegó el forestal de El Maíllo y se quedó a apagar y evitar que se quemaran las casas. La vida nos dio porque no apareció ni un bombero más”.
Menos cuatro casas habitadas, en El Groo no queda nada. Se ha quemado todo tras el incendio que arrancó el pasado sábado 16 de agosto en Cipérez y que en pocas horas había recorrido más de 20 kilómetros. Pueblos como este o Cerezal de Puertas han sufrido con más virulencia las consecuencias del incendio, con numerosas casas quemadas. A ellos el fuego les ha cambiado la vida y ha destrozado sus pueblos, su paisaje y su medio de vida.
Heliodoro es quien nos cuenta la angustia con la que vivió la entrada de las llamas en su pueblo, El Groo. Un pequeño municipio en el que tan sólo quedaban cinco casas habitadas y donde ha ardido todo lo demás. “Solo hay cuatro casas habitables, el resto eran casas viejas y no ha quedado ni una. Se han quemado diez o doce casas”, asegura.
Reconoce que no irse del pueblo fue una decisión arriesgada ya que “la Guardia Civil cumple con su obligación de avisarnos, pero es que si nos vamos no habría quedado nada de nada”. Eliodoro reconoce que en ese momento el miedo se deja a un lado, aunque “tenía el coche arrancado en dirección de salida por si acaso” y pide más prevención. “No se quien tiene la culpa de estos incendios, pero de alguna manera creo que se podrían prevenir. Fue muy rápido, pero tenían que haber intentado controlarlo en un punto intermedio”, y también asegura que se sintieron solos. “Quitando al forestal de El Maíllo no vimos a nadie más, al día siguiente sí, había bomberos por todos los sitios, pero ese día no vimos a nadie”.
“Se han quemado dos casas, la de mi tía y la nuestra. A mi tía, que estaba en el centro del pueblo se le ha quemado una habitación y el baño y a nosotros una parte de la casa que tenemos como cochera”. Araceli, de Cerezal de Puertas, es otra de las afectadas por el incendio. En su pueblo “se han quemado todas las casas de las afueras” ya que el fuego “atravesó el pueblo”. En su voz todavía se percibe la angustia vivida durante las horas más duras del incendio. “El día del fuego nos evacuaron, en el pueblo no quedó nadie. A nosotros nos llevaron a otro pueblo y hubo gente que se fue a las fincas. Decían que el pueblo era una ratonera”, asegura. “Cuando pasó lo más grande, nos fuimos a ver cómo estaban las cosas. Cuando llegué al pueblo solo había un camión de bomberos con un bombero solo. Fui a sacar a mis perros, que no habíamos podido sacarlos y al llegar ví que la pared del jardín estaba ardiendo así que mi hermano y yo le pedimos al bombero que por favor lo apagara porque no había agua en el pueblo”, continúa. “El hombre nos lo apagó, y cuando ya solo quedaban unas brasas llegó la Guardia Civil diciendo que nos fuéramos, que bajaba otra lengua de fuego por otro lado. El bombero se quedó allí, pero luego se tuvo que ir a El Groo y quedó todo solo”. Esta situación hizo que de madrugada el fuego se reactivara. “Nos llamaron a las seis de la mañana diciendo que mi casa estaba ardiendo y que estaban explotando las bombonas y fue cuando se quemó. Nos habían dicho que se quedaba un camión, pero a las dos de la madrugada se tuvo que ir y se reactivó el fuego. Fue cuando se quemó mi casa y la de mi tía”, afirma Araceli.
Un caos que todavía viven ya que siguen realojados fuera de su vivienda. “Nos han dicho que no podemos estar allí, que hay mucho dióxido de carbono así que estamos realojados en otras casas. Es horroroso porque hasta esta mañana (por ayer) ha vuelto a arder otra viga. La gente del pueblo se está turnando para hacer guardias de día y de noche porque los fuegos siguen reactivándose, todo se sigue quemando.
Lo que pasaba en El Groo y Cerezal de Puertas para Miguel era como “una película de guerra o un infierno”. El estaba en Vitigudino disfrutando de las fiestas y cuando supo del incendio se fue con un grupo de amigos a ayudar. “Tenemos amigos en Cipérez y pensamos que podíamos echar una mano. Nos pusimos a ayudar donde pudimos, con mucho caos y desesperación”. Cuando estaban intentando apagar el fuego en un prado vieron “una carroceta de bomberos, pero venía solo un bombero y nos pusimos a ayudarle”, asegura. “Había tal caos, que cuando terminamos nos dispersamos y me subí con el para ayudarle a llegar a las piscinas a cargar más agua”, continúa. Esto hizo que al final viviera de primera mano cómo el incendio avanzaba sin parar hasta los pueblos.
“Cargamos en el agua en las piscinas y dijeron que se liaba en Cerezal de Puertas y El Groo, así que le fui indicando por dónde ir. El fuego estaba saltando ya la carretera y cuando llegado a Cerezal era de película. Era como meterte en un pueblo de una guerra o de un infierno”. Allí encontraron a gente conocida “que estaba desesperada, se les quemaba la nave, todo…” “Hemos salvado una casa y hemos ayudado allí todo lo que hemos podido”, asegura y confiesa que “ver arder un pueblo es muy fuerte. Ves un pasto o un prado y bueno, pero un pueblo quemándose es terrible, porque casi no puedes hacer nada. Estas casas viejas que estaban ardiendo no había forma de apagarlas, se prendía por otro sitio”. “Todo era muy caótico” confiesa, y reconoce que “todos los bomberos compartían la misma frase, todos se quejaban de lo mismo: no hay medios”.
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