Salamanca es una ciudad que siempre se ha vinculado con la cultura y el saber. No solo por ser la sede de la universidad más antigua de España, sino también por los establecimientos culturales que pueblan sus calles y que, en los últimos diez años, han menguado significativamente. La Galatea, la mítica librería anticuario de la calle Libreros, ha sido la última en unirse a la cada vez más extensa lista de tiendas para amantes de la lectura que han cerrado sus puertas en la capital del Tormes pese a contar con el favor de muchos salmantinos -e incluso turistas- y a los años de experiencia que les preceden.
La Galatea y Shogun Salamanca, entre las pérdidas más recientes
El pasado sábado, 30 de marzo, las emblemáticas puertas rojas de La Galatea cerraban definitivamente tras casi treinta años recibiendo a salmantinos y turistas ávidos de historias y libros antiguos. ¿La razón? El desalojo de la propiedad de la calle Libreros, número 28. "Todo el mundo recibe la noticia con incredulidad, espanto y decenas de preguntas: '¿Pero, y te tienes que ir así sin más?'; '¿Qué harás con todo lo que hay ahí?'; '¿La abrirás en otro sitio, verdad?'. No lo sé", mantenía su dueña en 'La Pascua triste', la publicación en la que dio a conocer la triste noticia y la liquidación de sus fondos.
Unos meses antes, en octubre de 2022, Shogun Salamanca compartía con sus clientes habituales la misma noticia -aunque por distintas razones, las económicas- después de ser durante diecisiete años un lugar de encuentro para los amantes del tebeo o del manga. "Ha sido un honor y un privilegio el formar parte del tejido cultural de esta ciudad. Hemos tratado de dignificar y dar a conocer el cómic y que un ocio diferente es sano y posible", anunciaban sus propietarios en Facebook. Las muestras de tristeza y agradecimiento no tardaron en llegar: "Muchas gracias por todo, me habéis ayudado a conocer muchas joyas maravillosas de las que muy difícilmente habría disfrutado sin vuestra labor y guía". Ese mismo año los amantes de la música despedían a la mítica tienda de discos Long Play.
Otros ejemplos: Cervantes, Hydria y Portonaris
Marzo de 2016. La legendaria librería Cervantes ponía el punto y final a 95 años de historia al servicio de la Salamanca lectora. Atrás quedaba el edificio de cuatro plantas en la calle Azafranal por el que pasaron miles de salmantinos en busca de libros o material de oficina. Y aunque mantuvo abierto un pequeño local en la misma zona en régimen de alquiler, nada volvió a ser lo mismo. El desinterés de la nueva generación de propietarios del conocido negocio para hacerse con las riendas del mismo forzó un cierre inesperado e indeseado por la ciudadanía de la capital del Tormes.
Un año después, las librerías Pontonaris, en la Rúa, e Hydria seguían desgraciadamente los pasos de la casi centenaria Cervantes. La ubicada en la plaza de la Fuente lo hacía treinta y ocho años después de ser "creada por y para los lectores". Con el paso del tiempo también añadió una sección de música, otra de cine y una cafetería que acogió numerosos eventos culturales. "Hemos trabajado para ofrecer un trato cercano, amigo, profesional y especializado, intentando crear un vínculo cómplice entre librero y lector. Esperamos haberos hecho llegar nuestra pasión por una profesión a la que hemos dedicado parte de nuestra vida. Con tristeza nos despedimos de estas paredes que han sido una segunda casa", se despedían sus trabajadores.
Cierre de espacios culturales: La Malhablada y la Fundación Germán Sánchez Ruipérez
Las librerías anteriores no son los únicos referentes culturales que Salamanca ha perdido en los últimos diez años. A ellas se les sumaron espacios como La Malhablada en 2021 tras no llegar a un entendimiento con los propietarios del edificio de tres plantas que ocupaba en la céntrica calle Meléndez. “Hemos asumido varios préstamos para refinanciar toda la deuda, reinventarnos y poder superar la situación, pero ya no podemos más”, escribían las responsables del negocio, uno de los muchos afectados en la ciudad por la pandemia de coronavirus.
La Malhablada ganó cierto reconocimiento y éxito entre los salmantinos al erigirse como un espacio destinado a las artes y, más concretamente, al microteatro. Antes de asistir a una de las obras anunciadas en el cartel de su entrada, que se renovaba cada mes, los espectadores subían al último piso de la construcción de 1908 para comprar la entrada o tomar una consumición en su terraza, con unas vistas inigualables. Llegado el momento de entrar en una de las salas para ver la función elegida, las responsables del negocio tocaban la campana y guiaban a los asistentes hasta la habitación correspondiente. "Todos detrás como patitos felices y nosotras henchidas de amor guiándoos hasta la puerta de la felicidad".
Igual de triste e inesperada fue la noticia del cierre de la Fundación Germán Sánchez Ruiérez en mayo de 2013, un año después del fallecimiento del editor peñarandino que le daba nombre y que era considerado uno de los mecenas de la cultura más importantes de España. Con su desaparición también se esfumaron sus salas para leer y de préstamo, su Centro de Documentación especializado en literatura infantil y juvenil y sus actividades de fomento a la lectura. Salamanca comenzaba a quedarse huérfana de referentes culturales, sangría que continúa a día de hoy pese a la apertura de nuevas librerías y espacios y al esfuerzo de los existentes, que luchan contra viento y marea para que la ciudad siga inundada de saber.
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